Todas sabemos que la cuarentena nos ha afectado en mucho más que el salir con los amigos o el poder ir sin mascarilla. El encierro también ha sido un momento de reencontrarnos con nosotras mismas y todos los miedos que hasta el momento silenciábamos a golpe de noches de perreo o birras con las amigas. 

La realidad es que a mí la cuarentena me hizo reencontrarme con todos mis complejos. Como te decía antes, siempre he sido de las que tenían un mal día y se echaba a la calle a olvidarlo con risas y me ha costado mucho enfrentar mis movidas, mis miedos, mis propias emociones. Un ejemplo es que yo nunca salía de casa sin maquillar. Nunca es nunca. Ni con coleta, a menos que fuera al gimnasio. Mi estética ha sido algo que siempre he cuidado al máximo pero no precisamente porque me gustara mi cuerpo, sino más bien todo lo contrario. Por eso para mí el encierro fue ponerme cara a cara con todo lo que había dentro de mí. 

Me costaba horrores verme en pijama, en batín, sin una gota de maquillaje, con el pelo recogido…Y junto con mis amigas lo justificábamos con que era por no sentir que “nos descuidábamos”. Era como hacer un pequeño esfuerzo porque pareciera que la vida avanzaba pero joder, es que no lo hacía. A veces queremos tapar la realidad con cosas que solo dejan la mierda debajo de la alfombra, no la limpian. Queríamos hacer ver que éramos las mismas que antes del COVID pero no podemos serlo. 

Un día, estaba en Instagram y vi un post que hablaba sobre la salud mental en esta etapa y me resonó muchísimo. Decía algo así como que el encierro significaba para muchas personas reencontrarse con miedos que llevaban años silenciando y que podíamos utilizar el momento para conocernos un poquito mejor. Justamente abordaba el tema del maquillaje y el “arreglarse” para estar por casa. 

Sentí que ese post estaba escrito para mí y, después de tantos días de ansiedad y malestar, decidí que no perdía nada por probar a hacerle caso. Empecé por lo que para muchas personas puede ser una chorrada como el vestir ropa cómoda para estar en casa o no utilizar maquillaje para estar tirada en el sofá y al principio reconozco que me costó…Todas esas ideas de que no soy lo suficientemente bonita, válida y atractiva salieron a flote en el primer momento que me vi frente al espejo con un moño y la cara lavada. Os juro que ese día fue el primero de mis 29 años en el que me di cuenta el discurso tan destructivo que mi mente tenía para mí. ¿Cómo voy a medir mi valía por la cantidad de maquillaje? ¿Cómo es posible que me esconda tras todas esas cosas y realmente no conozca cómo soy sin ellas?

Sentí un click. Un click de intentar darle otra vuelta a esta situación que tan jodida es. Supe que tenía que trabajar ese concepto sobre mí y que necesitaba reconocerme en mi propia piel. Joder, es que me resulta duro hasta escribirlo pero así me sentí. 

La cuarentena me hizo darme cuenta de que llevaba años tratando de huir de mí. Que claro que me sigo maquillando, peinando y vistiendo la ropa que me gusta pero lo hago desde un lugar completamente diferente. Ya no me arreglo, porque no hay nada roto en mí. No intento esconderme tras maquillaje o prendas de ropa que no son más que eso. Ahora intento disfrutar de mí misma, de mi piel, de mi cuerpo, de los domingos en pijama y los sábados de punta en blanco, pero no desde el “no soy suficiente sin esto” sino desde el potenciar lo que ya soy. 

Creo que es importante que nos paremos a mirar estas cosas. Que no intentemos hacer como si nada estuviera pasando cuando nuestro mundo lleva un año muy al revés. Está bien no estar bien, está bien trabajar en nosotras mismas y conocernos cada día un poco más. Siento que la cuarentena me ha permitido reconectar conmigo misma y solo por eso, ha valido un poquito la pena.

 

Redacción WLS