Me llega la notificación por correo electrónico y al verla pienso ‘¿ya han pasado dos años?’

Joé, otra vez, qué horror.

Pido la cita online con el estómago encogido y con la antelación suficiente para hacerme a la idea, pero sin pasarme de la fecha límite.

Cumplimento todos los campos y enseguida recibo otro correo: CONFIRMACIÓN DE CITA ITV

Es absolutamente ridículo e irracional, pero prefiero ir de picnic a Chernobil que llevar el coche a pasar la ITV.

Hale, ya lo he dicho.

Sé que es una estupidez y que una tía adulta, responsable y capaz como se supone que soy, debería poder realizar ese trámite sin mayor dificultad.

Pero no, es superior a mí. Es una tara que tengo.

Me avergüenza mogollón, pero es lo que hay.

Ayuda saber que, aunque somos pocas (la mayoría de las mujeres que conozco tienen una relación sana y de lo más normal con sus vehículos), no estoy sola en esta locura, que el otro día lo comentaba con unas amigas y una de ellas reconoció que le pedía siempre a su padre que le llevase el coche a pasar la inspección.

Las otras no daban crédito y nos preguntaron qué narices pensábamos que podía ocurrir en las instalaciones de la Inspección Técnica de Vehículos que tanto miedo nos daba.

Yo, la verdad, no sé bien qué responder. Es una mezcla de cosas pequeñas que se me acaban haciendo bola y me superan.

¿A dónde me dirijo al llegar?

¿Dónde dejo el coche mientras tanto?

¿Cómo sé que ya me toca?

¿Y si entro mal y me caigo en el foso?

¿Cómo se ponían las luces antiniebla traseras?

¿Y si no entiendo bien las instrucciones del tipo y le paso por encima?

¿Y si me pide que ponga el intermitente y yo le doy al limpiaparabrisas?

No alcanzo a comprender por qué me aterra realizar ese trámite si es algo que se hace sin siquiera bajarse del coche. Es como el McAuto de las movidas automovilísticas.

No es como cambiar una rueda. Cosa que no he hecho nunca, y que, llegado al caso, solucionaré llamando al seguro, que para algo lo pago y no he dado un parte en la vida.

A mí me ha dado por ahí, pero ¿a que todas conocéis a alguna mujer que le tiene pánico a conducir? Sí, lo sé, es una fobia como otra cualquiera. Pero no hablo de personas que la padecen, hablo de mujeres que se sacan el carnet sin incidencias, su teórico, su práctico… que han hecho las prácticas sin romper un espejo ni provocar un accidente. Y, de pronto, ya con el permiso de conducir en la cartera, plaf, no son capaces de subirse al coche. O lo hacen, pero van con el culo apretado hasta que llegan a destino y pueden quitar la llave.

A otras les pasa que solo usan el coche por la zona en la que viven. Las urbanitas se cagan todas cuando tienen que conducir a otro lugar al que no han ido nunca, y las de pueblo, cuando tienen que ir a la ciudad, dejan el coche en el parking del Carrefour más cercano y desde allí se desplazan caminando o en transporte público. ¿Perdona? Amiga, que lo peor que puede pasar si te pierdes es que hagas unos cuantos kilómetros de más y llegues tarde. Y, además, hoy en día tenemos Google Maps. Que tu coche no tenga GPS no justifica tu actitud. Pero ¿quién soy yo para recriminar nada? Está claro que no estoy en disposición de meterme con nadie por un tema similar.

Y ¿qué me decís de las que tienen pánico a aparcar a la izquierda? O en batería. O a no encontrar un hueco grande. Esas que les propones ir a un sitio y lo primero que preguntan es si es fácil aparcar por allí. Tengo una amiga que siempre que llegaba tarde a una quedada ponía como excusa que le había llevado mucho encontrar aparcamiento. ¡Y tenía una moto! ¿Quién tiene problemas para aparcar un scooter? Pues ella los tenía.

Una vez iba con otra amiga en su coche, circulando por la ciudad sin problemas, entrando y saliendo de las glorietas correctamente, todo bien. Llegamos a un semáforo en una cuesta arriba, frena y, cuando ve que el peatón verde empieza a parpadear, va y tira del freno de mano. La hostia. ¿Qué haces? Arrancar con la ayuda del freno, me dice. Que le da seguridad, añadió.

Venga, no me jodas.

Ahí está la raíz de nuestras variopintas paranoias al volante:

Nos ataca la inseguridad.

Nuestros problemas con los vehículos no existen, no son reales. Son los monstruos que habitan en nuestro inconsciente, que lo mismo les da por hacernos pensar que llevamos un moco colgando cuando un chico se nos queda mirando en el bar, que nos hace creer que no sabemos aparcar, o que vamos a atropellar al técnico de la ITV. Nos susurran que no podemos, que no valemos, que no sabemos hacerlo. Y nos convencen de ello.

En fin, esos monstruos cabrones no suelen contentarse con hundirnos la moral en un solo aspecto de nuestras vidas, por lo que muy probablemente tengamos demasiados frentes abiertos a la vez con esos malditos, así que iremos luchando las batallas por orden de importancia.

Yo, en mi caso, voy a ponerme con temas más prioritarios y, al menos este año, volver a pedirle a mi cari que lleve mi coche a la inspección.

A ver qué pasa con la de 2022.

Toma churri…

 

 

Foto de portada Gustavo Fring en Pexels