Tengo 36 años, llevo desde los 10 viviendo en España y tengo un físico que delata mi origen latino. Además de un acento del que no me libro por más años que pasen y del que no me quiero librar, en realidad. Estoy orgullosa de mis raíces, al igual que estoy orgullosa de mi NIE y de mi vida aquí. Solo hay un detallito que no me gusta nada, pero nada de nada. Y es el prejuicio tan extendido de que las mujeres que venimos de países de Latinoamérica venimos con la intención de pillar a un hombre que nos mantenga. A nosotras y a nuestras familias, por supuesto.

Claro que sí, guapi. Claro que sí.

En fin, ya sé que no se debe generalizar, pero es innegable que este prejuicio está muy arraigado en la sociedad. Lo he sufrido, lo he escuchado con mis propios oídos. He arrastrado ese estigma desde que tengo edad para tener relaciones. Y sé que, en la actualidad, mucha gente piensa que me aprovecho de mi pareja y que me voy a casar con él por interés. Solo por ser latina creen que estoy con él por dinero, y el dinero en casa lo tengo YO.

Foto de Eugene Lisyuk en Pexels

No solo mi sueldo es bastante mayor que el suyo. Es que pertenezco a una familia acaudalada, gracias a la cual nunca me ha faltado nada. Es obvio que la vida podría darnos un revés en cualquier momento y que puede que mañana no tenga ni donde caerme muerta. Cosa que, a priori, no parece demasiado plausible ni mucho menos inmediata. Lo que está claro es que ahora mismo mi poder adquisitivo es muy superior al de mi chico. Mucho. Y no pasa nada. Como tampoco pasaría nada si fuera al contrario ¿verdad? Pues no. No funciona igual cuando es a la inversa. Cuando el ‘pobre’ de la pareja es el chico español y no la chica sudamericana, no se invierten los papeles en todos los sentidos.

Y yo me alegro muchísimo de que nadie le mire de reojo y murmure cuando paseamos juntos por la calle. Estoy feliz de que nunca le hayan hecho sentir mal por estar conmigo. Feliz de que nunca se haya sentido cohibido, avergonzado ni se haya tenido que justificar ni probar que está conmigo porque me quiere.

Ya me gustaría saber qué se siente. Es decir, me gustaría saber qué se siente cuando absolutamente nadie te juzga ni presupone tus intenciones. Aunque, como eso no va a pasar, haré lo mismo que hasta ahora. Seguir ignorando los comentarios, haciendo oídos sordos a las malas lenguas y disfrutando de mi relación con este chico al que amo con locura y con el que no puedo ser más dichosa. Con dinero o sin él, con habladurías o sin ellas.

 

Aidée

 

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