Primera escapada romántica, menuda cagada.

Llevaba mucho tiempo soltera hasta que lo conocí, era todo lo perfecto que podría ser para mí. Llevábamos un tiempo quedando, me dolían las mejillas de sonreír todo el día, y como cualquier relación que empieza, llegó el momento de dejar la locura del día a día en la ciudad y escaparnos 4 días a la playa.

Llegó a buscarme a casa y yo lo estaba esperando con la maleta perfectamente preparada y varios modelitos elegidos en el cónclave de amigas. Mis expectativas para ese finde no eran altas, eran altísimas, un finde largo de amor y desenfreno. 

Empieza el road trip, con música, gestos y miradas que parecían sacadas de una película de Jennifer Anniston.

Paramos a desayunar en un área de servicio que parecía bastante decente. Cuando desayuno fuera de casa es siempre lo mismo, el desayuno perfecto, croissant a la plancha, zumo de naranja y mi parte favorita, el café con leche. 

De vuelta a la carretera nos envolvía una magia con fuegos artificiales, espera, esos fuegos artificiales estaban en mi barriga, ¡maldito café! en las primeras 2 horas de la escapada ya necesitaba cagar ¡¡ Excuse me!! Momento de subir el volumen de la música y de las risas para que los rugidos de la entrada del averno que surgían de mi barriga no se notaran, también decidí cruzar las piernas para evitar que salga alguna ventosidad desagradable en la primera parte del viaje, mi sonrisa estaba cada vez mas tensa, y una gota de sudor frío bajaba por mi frente. Cada bache y cada curva de esa maravillosa carretera ponía a prueba el entrenamiento de mi suelo pélvico, tenia apretados hasta los dedos de los pies.

Entonces, él bosteza, ¡¡es mi oportunidad!!– ¿estas cansado? Si quieres paramos- le dije dulcemente, -no te preocupes ya estamos cerca, estoy bien- Maldita sea yo lo único que quería es meterme en el baño y que no estuviera cerca, seria ideal que esperase en el coche o en Andrómeda, porque al parecer he nacido con la idea de que las chicas no cagan y mi super cita no podía enterarse bajo ningún concepto que yo era un ser repugnante que caga.

Llegamos al hotel, no sabía de que forma escabullirme para poder “desahogarme” en soledad y que no entrase. En el check-in le propuse ir subiendo las maletas y el podía aparcar el coche, el estúpido aparcacoches entró en escena (sé que sólo hacia su trabajo, pero yo me cagaba mucho) dijo, – no tranquila señora (además me llamó señora), ya les aparco yo el coche-, todas esas atenciones me estaban sentando a cuerno quemado, aunque era un lujo todo.

Llegaremos a la habitación y el baño tendrá ventana, me repetía ese mantra constantemente. Creo que el empezaba a notar mi incomodidad por mis insistentes intentos fallidos de separarme de él 10 minutos, en la primera escapada, no es lo habitual.

Subimos a la habitación y era tan bonito y moderno que los baños era una puerta corredera, ¡¡SIN PESTILLO!! Ahora mismo podría literalmente cagarme en el arquitecto responsable de esta atrocidad. Incluso desde el váter se podía ver la habitación por la rendija de la puerta, ¡una vez cerrada! 

¿Qué podía hacer? Plan A: decirle que me voy a duchar y cagar a la velocidad de la luz y luego ducharme esparciendo colonias y jabón como el hada de la primavera para ocultar el olor a cadáver. Plan B: decirle que bajara a buscar algo para mí, ibuprofeno, toalla limpia, agua… 

Decidí usar el plan B.

 – podrías hacer el favor de traerme un ibuprofeno, me duele un poco la cabeza- 

-si claro toma- 

Me ha tocado el único chico precavido, cada cosa que pedía la tenía en el puto neceser de Mary Poppins, si lo pensáis es brutalmente adorable, pero en ese momento parecía que iba a parir el tornado del mago de oz con todo y casa y nada me parecía bonito, solo quería soltar toda esa furia que vivía en mí.

Le note la mirada extrañado, preocupado e incluso un poco decepcionado, era importante actuar rápido, aún me quedaba el plan A.  Le di un beso en la mejilla y le dije:

– ¿Por qué no aprovechas a hacer la llamada de trabajo que tenías y ya tenemos el finde libre? Así yo me voy duchando para salir a dar un paseo- 

Eso lo relajó bastante, recuperó la sonrisa y me dejó marchar, en el momento que lo escuché hablar supe que era mi momento “all bran nivel extremo”.

Todo estaba fríamente calculado, camita de papel para evitar el sonido del plop, mi colonia en una mano, la otra mano en la cadena para tirar en el momento preciso y evitar aromas, y el agua de la ducha sonando para que no sonaran mis asquerosas ventosidades. Por fin pude soltar el lastre y empecé a relajarme, olvidándome de mi chico y su llamada.

 

De repente abre la puerta totalmente desnudo listo para meterse conmigo en la ducha, al abrir la puerta estaba a unos escasos 25 centímetros de mi nube de tóxicos y mis pedos sin parar de sonar, solo pudo decir – ¡Ay! Pensaba que estabas en la ducha- yo solo grité – ¡cierraaaaaaa!, el pobre cerró saltando del susto, yo no quería volver a salir de ahí nunca jamás.

Acabé “mis asuntos” duchada y perfumada dispuesta a enfrentarme a la situación, porque no puedo vivir para siempre en un baño 5 estrellas. Cuando salí estaba totalmente vestido (incluso los zapatos) sentado en la orilla de la cama muy serio, me senté a su lado, me pareció que pasaba una hora de silencio incómodo, no cantaban ni los grillos.

Hasta que él dijo, – lo siento, no sabía que estabas cagando- nos empezó a entrar un ataque de risa que rompió toda incomodidad y ahora, un año después sigue siendo una anécdota graciosa.

Ahora soy capaz de cagar con confianza en cualquier sitio, pero sigo sin entender ¿por qué nunca hay escobilla en los baños de los hoteles?

 

Cristina Traeger.