No pensé que a las puertas de los cuarenta estaría donde estoy. De hecho, no tengo muy claro dónde estoy, pero sí –por primera vez- adónde voy, lo que quiero, cómo lo quiero y quién quiero que rodee todo este viaje que es MI VIDA.

¿Que dónde estoy? Pues en un lugar abstracto: el presente, que se volatiliza por momentos.

Voy dando pasos muy, muy chiquititos, apenas imperceptibles, pero que van levantando algo. Al ser tan pequeños, estar tan juntitos, están cimentando un lugar donde mi alma se siente cómoda y feliz.

Y no. No es porque sea mi zona de confort. Todo lo contrario. Precisamente hace poco tuve la suerte de disfrutar de una conferencia/monólogo de Manu Sánchez y decía con su sorna tan característica:

«A la zona de confort hay que llamarla de otra manera porque con ese nombre -que suena a mullidito- no dan ganas de irse nunca».

Y lleva razón. Más que un santo. Ya le he buscado un nombre y la he bautizado como MIERDIZONA: huele mal y se percibe una incomodidad incómoda que incomoda. Dan ganas de largarse solo escucharla o leerla. 

Eso es lo que buscaba. Well Done!

Me alejé de mi pedazo de mierdizona hace dos años, meses después de crear mi blog, engendrado sin ninguna intención, tan solo escribir. Porque siempre lo he hecho y lo dejé de hacer. Y esa no era yo. Me apartaba de mi mierdizona, pero no la abandonaba. Opté por algo que me llenaba mucho más y que me hacía sentir bien, pero tampoco era YO en toda mi expresión.

En el transcurso de este tiempo he entrado a formar parte de un grupo de amigas que son lo puto más. El orgullo se me sale por los poros. Comprometidas profes de letras en institutos, estudiantes de doctorado con FPU, y servidora, que se dedica a esto de juntar letras.

Somos muy distintas, realmente diferentes y, sin embargo, existe un engranaje invisible gracias al cual todo fluye cuando nos juntamos. Podemos no pensar igual, tener perspectivas diferentes de una misma cosa y a pesar de ello el flow no nos abandona. Sí, obviamente hay respeto, pero hay más. También hay admiración. Y coherencia.

Somos las Sex and The City: cada una de su padre y de su madre, pero nos complementamos. Nos animamos, nos apoyamos y escuchamos.

No pensé ya en encontrar esto, sinceramente. Pensaba que los escasos amigos que me quedan eran los que estaban y que no ampliaría plantilla. Tampoco lo buscaba. Y de pronto… Voilà!

Hace cuatro meses, una hostia de las gordas me sacó sin pisar el suelo de mi estable y agradable mierdizona. En realidad me quedé con las calandracas colgando, pero sabía perfectamente donde tenía que posarme. El blog -escribir- había ido ocupando desde que lo creé cada vez más importancia en mi vida: es mi hilo conductor. Es lo que he hecho siempre, desde que tengo uso de razón para coger un lápiz.

¿Qué os quiero decir con todo esto? Pues que si estáis en una mierdizona os mováis, porque no tenéis ni idea la de cosas y personas maravillosas que hay fuera de ella.

Sé que es difícil.

Sé que muchas veces ni somos conscientes de que estamos oliendo mierda, porque nos hemos acostumbrado al olor.

Pero tu cuerpo, tu mente, tus tripas no se equivocan: si hace tiempo que no has tenido ningún momento de felicidad ni esperas tenerlo, algo falla. Si no te sientes a gusto contigo ni con lo que haces porque todos los días son igual de asquerosos, algo falla.

Ese momento de felicidad es saber apreciar una ducha con tranquilidad, leer un libro, ojear hojeando una revista, tomarte un té en una cafetería bonita. Sentirte agradecida por dormir calentita en tu cama, en compañía o no, pensando a lo Escarlata: “¡Sin duda, mañana será otro día!”.

Y que te haga una ilusión enorme, aunque lo que te espera sea una jornada extenuante. Ahí, habrás empezado a decirle “hasta nunqui” a tu mierdizona.

 

Autora: @Ioescritora