Hasta hace dos años nunca había sido muy amiga de los juguetes sexuales. Digamos que no los veía necesarios… Hasta que gané uno en un sorteo.

Pensé: ¡madre mía! ¿Y ahora qué hago con esto? 

En ese momento estaba más sola que la una, no tenía con quién compartir cama, más bien no me apetecía, así que lo probé yo sola. 

¡Qué fantasía! ¡Qué maravilla! ¡Qué pedazo de orgasmos! 

El cacharrito del demonio hacía que llegara al éxtasis en cuestión de minutos. Una maravilla teniendo en cuenta que tiene batería y que le dura un montón. 

El tiempo fue pasando y yo no tenía necesidades sexuales porque las cubría yo solita, no me apetecía nada tener que interactuar con el género masculino hasta que empecé a hablar con un chico. 

Fuimos quedando… No voy a decir de vez en cuando porque la primera cita fue tan bien, que desde aquella tarde no nos hemos separado ni una sola vez.

Un día por WhatsApp salió el tema de conversación sexual, el asunto se fue calentando y le conté mi pequeño secreto. El descubrimiento de mi nuevo mejor amigo. Lejos de sorprenderse, la idea le llamó la atención y me dijo que algún día podría llevarlo y probarlo juntos. Él tampoco había usado nunca ese tipo de aparatos en pareja. 

Los dos éramos vírgenes, en esos temas, claro. Cada uno tiene un hijo, así que en cuestiones de cama, ya veníamos enseñados y con paquete. 

A mí me daba cosilla, no lo voy a negar… No sé, introducir un juguete sexual en mis relaciones sexuales con alguien me daba un poco de reparo. Me hacía tener dudas de que pudiera pensar que él no era suficiente, que no me gustaba el sexo juntos o yo qué sé… 

El tiempo fue pasando y yo me hacía la loca… Él siempre me decía que lo llevara y yo siempre decía que se me había olvidado, mentira cochina…

Hasta que llegó el gran día. Íbamos a pasar el fin de semana juntos y ahí estaba yo con mochilita en mano y el Satisfyer en el fondo del todo, muy escondido, tanto que le puse encima dos mudas de ropa y un neceser. 

¡Qué nervios! Llegó el momento de estar los dos tumbados en la cama, más calientes que el palo de un churrero y más encendidos que las luces de Navidad de un árbol. Me preguntó si lo había cogido y afirmé con la cabeza. Él empezó a buscarlo y dio con él tras vaciar toda la mochila. Yo parecía una quinceañera a la que iban a darle su primer beso de tornillo. Que no, que me da vergüenza, que no puedo… Esas eran todas mis palabras…

Él lo sacó y lo encendió, fue trasteándolo para ver cómo funcionaba y cuando creyó que ya estaba listo me dijo que abriera las piernas. Evidentemente, yo lo hice, muerta de vergüenza sin saber cómo iba a ser. Una cosa era usarlo yo sola, y otra muy diferente con él. 

No exagero cuando digo que ese fin de semana el aparatito se quedó sin batería. 

Lo probamos de muchas maneras diferentes, con penetración, sin ella… Nos descargamos incluso la app para que él pudiera controlarlo desde su móvil. Fue una fantasía el estar los dos tumbados en la cama uno al lado del otro y que solo con su móvil y mi Satisfyer tuviera uno de los mejores orgasmos de mi vida. 

A día de hoy han pasado casi dos años y mi juguete suele estar siempre presente por dos motivos. El primero es porque suelo llegar más rápido al orgasmo y eso hace que pueda llegar a él dos o tres veces seguidas y el segundo motivo es porque los orgasmos son mucho más intensos. Yo disfruto más y él disfruta más de verme a mí así.

Con el tiempo hemos ido descubriendo en qué posturas podemos usarlo, porque evidentemente no en todas es posible. Hay algunas en las que a él se le clava, hay otras en las que a mí se me mueve… Pero puedo asegurar que no solo disfruto más yo. Él, también. Puede que sea por la vibración del aparato o porque al estar yo más excitada, eso está más mojadito, no lo sé. 

Aquí lo que está claro es que si tienes un satisfyer en el cajón de tu mesita de noche y no lo has usado nunca con tu pareja, te recomiendo que lo hagas. No sientas vergüenza, te aseguro que vuestra vida sexual va a mejorar mucho. 

A ver, que yo soy de orgasmo fácil, nunca me ha costado llegar a él, pero imagino que hay mujeres que se quedan a medias y luego no saben qué hacer. Pues es muy sencillo… Saca a tu amigo del cajón y verás.

 

Alba C Serrano