Hace tiempo que, cada vez que te miras en ese espejo, ese que tienes por casa situado en tu habitación, con el cual tienes una relación agridulce, o ese que tienes en el baño, con el que evitas el contacto directo, suelen venir acompañados de malas sensaciones.

Este tipo de actitudes llevan tanto tiempo dentro de ti, que ya ni recuerdas cuando fue la última vez que te miraste con amor en esa superficie, de hecho, cada vez que pasas delante de uno de ellos pasas rápido, como si la cosa no fuera contigo, como si os estuvieras ignorando el uno al otro.

Y te dices para ti misma, que no pasa nada, que está todo controlado, que mirarse en el espejo y no verse bien es algo que nos pasa a todas, y total, para que te vas a seguir exponiendo a ese momento que tanto te incomoda, total no es para tanto.

Luego la cosa empieza a evolucionar, y ahora cada vez que te duchas o cuando te tienes que echar crema, o simplemente desnudar (ya ni hablamos cuando esto lo hacemos delante de alguien) hay partes de tu cuerpo que pasan rápido por tus manos y otras que directamente te saltas. Ya no soportas ni tocar tu propia piel sin que esos pensamientos te asalten a la mente.

Y de repente sin darte cuenta llevas días, meses, incluso años hablándote desde un punto negativo, los piropos ni los conoces, es más, si lo recibes hasta te molestan, «¿Por qué la gente me miente de esa forma?” es la respuesta automática que te viene a la mente, porque para ti es imposible creer que cuando te dicen eso sea verdad.

¿Acaso no tienen ojos en la cara? ¿Cómo pueden decir eso cuando no es verdad?

Si te sientes identificada con todo esto o con algunas partes, es el momento de ser muy clara contigo y contarte un pequeño secreto, querida, TUS OJOS TE MIENTEN.

Y no, esto no pretende ser el típico consejo que te da la gente cuando tú les dices que te ves más fea, más gorda, más flaca o más fofa, y todo el mundo te dice que no es para tanto. No, esto se trata de que aprendas a ponerte en perspectiva, porque puede que la hayas perdido.

Tener una determinada condición física es un hecho, hasta ahí estamos todos de acuerdo, pero que veamos ese hecho como algo malo, negativo, feo o desagradable ya empieza a ser más asunto nuestro.

Te voy a poner un ejemplo muy claro, para que tú me entiendas mejor con eso de que tus ojos te mienten, porque muchas veces no somos consciente que el lenguaje  y los pensamientos que tenemos y utilizamos modelan nuestro pensamiento y por tanto nuestra forma de percibir.

Esto cuando lo vemos desde fuera nos resulta más fácil: cuando una amiga te cuenta que se quiere operar o que odia ciertas zonas de su cuerpo porque son feas, grandes, pequeñas, desproporcionadas, etc.  Y tú la miras detenidamente y piensas ¡esta está loca!

Pero ¿Por qué ella se ve de una forma desproporcionada y tú la ves desde un punto de vista más realista? Pues sencillamente, porque ella ha convencido a su mente de que su cuerpo es tal y como ella lo describe y ya la realidad poco o nada le importa, porque es totalmente incapaz de verla.

Esto incluso puede llegar a derivar en  un trastorno conocido como “trastorno dismórfico corporal” que es algo muy frecuente en los trastornos alimenticios como la anorexia, y es cuando estas pacientes llegando  a pesar 40kg se ponen delante de un espejo y se ven con 80kg.

Diréis ¿pero cómo es posible?

Sencillamente  porque lleva tanto tiempo diciéndole a su cerebro como debe percibirse, que este al final le ha hecho caso y ha modificado la percepción para que se vea como ella tanto dice.

Por lo que plantéate por un momento si realmente todas esas cosas que llevas tantísimo tiempo diciéndote a ti misma han podido o no afectar en la forma que tienes de percibirte ahora mismo.

Esto no quiere decir que haya que negar la realidad, todas podemos tener zonas que nos gusten más o menos, pero si aprendemos a hablarnos y a intentar vernos desde otros puntos más allá de la comparación, podemos ponernos al final en perspectiva y empezar a tratarnos bien.

Este trabajo no es nada fácil y eso es algo que te adelanto desde ya, y que la frustración será partícipe de esto en más de una ocasión, pero el camino hacia el “quererse bien y mejor” no es lineal, tendrás baches, pero no pasa nada, esto solo lo hará más interesante.

Por eso ponte a prueba, hazlo de una forma más progresiva, empieza por tocar esas zonas que tanto evitas y hazlo desde una visión distinta. Toma conciencia de la forma de tu cuerpo y de las sensaciones que se te despiertan cuando lo haces, y cuando aparezcan esos pensamientos negativos ¡Contraréstalos! Ponlos en duda e intenta volverlos más adaptativos.

Esto va mucho más allá de mirarte en el espejo desnuda y decirte mil veces que estás buena, no se trata de eso. Se trata de que empieces a relacionarte mejor contigo misma, a empezar aunque sea a tolerar esas partes que tanto odias y ver si poco a poco tu cerebro consigue ir cambiando esa percepción que te has empeñado en ponerle.

Todos los días no te puedes sentir una diva, Y NO PASA NADA, pero el día que te sientas especialmente guapa o mejor contigo misma, disfrútalo hasta la saciedad y ten muy claro que esos días pueden aparecer si lo trabajas.

En ocasiones salir de este punto puede costar mucho y no tienes que hacerlo sola, si es así no temas en pedir ayuda a un profesional de la psicología, te enseñará a identificar esos pensamientos negativos que te distorsionan la percepción, que, como llevan tanto tiempo contigo tu ya los identificas como normales o válidos.

Y ahora, cada vez que te mires en el espejo, pregúntate a ti misma ¿ojos míos, me estáis diciendo la verdad?

Aida Vallés Psicóloga especializada en Sexología y Terapia de Pareja

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