¿Sabéis eso de “consejos vendo, pero para mí no tengo”? Pues eso es lo que nos pasa a todas con esa piedra a la que, sin motivo alguno, no tenemos ovarios de deshacernos de ella. Pero a nuestras amigas les decimos que nadie se merece eso, que hay más peces en el mar y que hay que seguir hacia delante. Y seamos sinceras, ya no es ni cariño, ya es cabezonería, como la de aquellos que dicen que Elsa es una damisela en apuros a la espera de que llegue su príncipe azul, cuando todos sabemos que es una guerrera nata y más lesbiana que Elle.

Hagamos un pequeño análisis de los distintos tipos de apegos a las piedras:

Están las que se autoengañan y dicen que ya lo han superado, que son super amigos, que ya no siente nada, que es como hablar con su primo, que lo mira y NADA. Pero la realidad es que queda con él a tomarse un café y se pone las bragas de encaje porque “imagínate tú que somos Ashton Kutcher y Hilary Swank en “Noche de fin de año” y hoy se da cuenta que soy el amor de su puta vida” y todo ello, mientras hablan y se imagina como sería su boda y le ha puesto al Satisfyer su nombre.

Luego están las que ya tienen una nueva relación, están enamoradísimas… han pasado página… -estoy llorando de la risa-. Este apego a la piedra es el mejor de todos, porque hay una reconstrucción de la dignidad haciéndonos participes a todos los amigos de Instagram de que está enamorada, feliz y que no sigue llorando cada vez que se acuerda de su piedra. Y si, nos tiene hasta el coño de tanta foto de postureo, porque todas sabemos que, al más mínimo silbidito, ésta acudirá rauda y veloz, dejándose las bragas por el camino.

Por otro lado, tenemos a la amiga que, con tal de seguir atada a su piedra, está en una relación absurda, a veces con etiquetas y a veces sin ella, pero ahí está, aguantando lo inaguantable con tal de no dejar a su piedra escapar. Ha tenido momentos de lucidez eh, “estoy anclada en una relación o lo que sea esto y no se a donde voy, ¿y si me estoy perdiendo al hombre de mi vida por estar con éste?” y tu aplaudes y dices: SI AMIGA, SI, POR FIN. A los cuatro meses estaba de nuevo con él, tú pones la mejor de las sonrisas por tu amiga, porque si, esta feliz y por dentro piensas: ojalá pudiera pegarle yo la patada a la piedra de los cojones.

Finalmente, tenemos a la que ni con una pedrada en la cabeza espabila. Esa, si no sabes identificarla, eres tú. 

Le ponemos ganas, no digo que no, ahí hay intencionalidad, que nos dura un cuarto de hora, pero la tenemos. Él, guapo, alto, deportista, lo conoces desde hace algún tiempo, es un caballero, simpático, agradable, tierno… vamos que lo tienes absolutamente idealizado. Te deja en leído 24/7, si las ganas de pasar de él te duran demasiado viene a hacerte una visita para que te hagas ilusiones, cuando en realidad esta marcando territorio como los perros, es un estirando de mierda y es de los que oculta a su novia en redes sociales. Porque el amor no tiene que mostrarse, cuando en realidad es que le interesa para que su ego siga a topísimo y tú en esas sigues pensando que pudieras ser que él fuera Víctor y tu Valeria y un día se te declare en un puto ático de Madrid decorado como un baile de los Bridgerton. Y encima tampoco es que tenga un gran encanto, de hecho, tus amigas los consideran un gilipollas y le escupirían a la cara si pudieran. PERO ES TU PUTA PIEDRA.

No os voy a engañar, ésta última soy yo, Netflix me ha jodido la vida y sigo pensando que pudiera pasar un milagro en algún momento, aunque en realidad, estadísticamente, seguramente, me pudiera tocar antes la lotería. Ya me gustaría deciros que lo he superado… pero no. 

Si te sientes identificada en alguno de estos casos, enhorabuena, el primer paso es reconocerlo, yo me supongo que eso de “ya te llegará el adecuado”, en algún momento nos pasará y sino, pues siempre podemos vernos Orgullo y Prejuicio una vez mas de las 800 que la has visto, con unas palomitas, chocolate y llorar un rato, os aconsejo que, después os pongáis una de Jennifer Aniston, para que soltéis tensión y la insultéis por engañaros durante todo este tiempo.

Si no te identificas en ninguna de ellas… bueno, tranquilla, ya te llegará.

Y nada, os dejo, que voy a ver si me leo algún artículo de Vogue, que, si algo me enseño Carrie Bradshaw con Big, es que, puestos a perder el tiempo y la dignidad, mejor hacerlo con glamour. 

Un besi de BernaldaAlba y que un Yon González llegue a vuestra vida.