Porque sí, tengo que ser sincera con vosotros y empezar este artículo asumiendo que durante DEMASIADOS veranos dejé de hacer un montón de cosas por miedo.

1. Ir a la playa. Y a la piscina. Y a donde me pique.

No os podéis hacer a la idea de la cantidad de veranos que me pasé fingiendo que no me gustaba ir a la playa solo por evitar que me vieran en bañador. Me convertí en la reina de las excusas: ‘qué horror la arena, y el viento’, ‘hoy no que me ha bajado la regla’, ‘ay, es que se me olvidó el bañador en casa’.

Llegué a creerme que no me gustaba la brisa marina hasta que desperté y decidí que mis complejos ya no iban a decidir más por mi. Amo la playa, la sal y las conchas que se te clavan en los dedos al caminar. Me fascina tomar el sol y nadar entre los peces.

Ningún juicio ajeno sobre mi cuerpo, ninguna mirada de asco va a impedir que me plante en una playa con mis lorzas y disfrute como la que más. Bastante tiempo he perdido ya.

2. Ponerme bikini

Derivado del punto anterior… casi nunca iba a playas o piscinas, pero si iba lo hacía vestida. Durante siglos el único bañador que tuve fue uno viejo deportivo que hasta clarea en la zona del trasero. Teniendo en cuenta que siempre he estado gorda, no tuve bikini ni de pequeña porque a mi madre no le parecía conveniente.

Así que el verano pasado no me compré un bikini… ¡me compré cinco! Y este año caerá alguno nuevo, y si puede ser, más pequeño. Mi barriga blandita y amorosa merece la misma cantidad de sol que el resto de mi cuerpo.

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3. Ir de terraceo aunque no me entre el culo en las sillas

Porque por más que quiera, mi culo no cabe en la mayoría de sillas de plástico barato de Mahou, pero eso no va a impedir que salga de cañas con mis amigos. He perdido la vergüenza, y ya no agacho la cabeza si tengo que pedirle al buen dueño del bar que me traiga una silla en condiciones para mis carnes prietas (y no tan prietas). El cerveceo con colegas es una de las mejores cosas de la vida y estoy bastante hasta los cojones de ser la única que se lo pierde.

4. Ponerme vestidos cortos

Obviamente, si ni tan siquiera iba a la playa, menos me iba a poner vestidos o faldas cortas. Antes tenía la excusa de las rozaduras en los muslos, pero ahora que sé que eso tiene solución, ya no me queda otra que no sea lucir piernacas con este calor que viene.

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5. Posar en las fotos de mis viajes

Sí, queridos, cada vez que me iba de viaje yo era la que llevaba la cámara pero no salía en una sola foto. Y si lo hacía, era detrás de todo, tapada por media pandilla. ¡Pues eso también se acabó! Porque yo también quiero tener recuerdos de todos esos viajes maravillosos, y me la pela salir con papada en los selfies. ¡Es lo que hay!

6. Ligar.

Stop hibernar en la cueva. Este año me toca a mi vivir mi propio amor de verano, aunque me den calabazas al llegar septiembre. Y puede que me rechacen, de hecho es bastante probable, pero lo único que importa es intentarlo y la experiencia que te llevas por el camino. No vale dejar de experimentar con tal de no sufrir. Es el momento de disfrutar hasta de las cosas malas que te pasen. Ha llegado el momento de VIVIR.

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