Debido al torrente de negatividad recibido por parte de algunas que con sus palabras intentan destruir lo que muchas ya hemos logrado, he decidido escribir esta declaración en nombre de las que seguimos luchando, amándonos y apoyándonos en este viaje tan plagado de obstáculos que es la vida. Publiqué parte de ella en Instagram, hace unos días; esta es la versión completa. Hazla tuya, al leerla.

No me da la gana de esconderme, ni de ocultar mis cicatrices.
No me apetece ser alguien que tiene miedo, que se asusta de sus propios fantasmas.
No me apetece ser una chica que se siente acobardada ante la vista de lo que una vez pensó que sería.

No me da miedo el tan llamado “fracaso”, ni el que, al caminar por la calle en minifalda, se me note la belleza ancha que me caracteriza.

Tengo celulitis, tengo estrías y mucho mucho orgullo por ellas. Como sano y no tengo un vientre plano. Hago ejercicio, y la piel de naranja sigue tiñendo mis muslos.

¿Y qué más da? Al final del día, ¿quién soy yo para no amarme? A quien no le guste ver mis curvas, porque tengo «demasiado pecho para estar enseñándole» o «demasiado trasero para ese vestido» que se tape los ojos cuando pase. Ser auténtica implica incomodar a ciertas personas; ser una misma viene a costo de no poder hacer feliz a todo el mundo.

Hoy me amaré más, porque la vida es muy corta para que me castigue tanto por no llenar las expectativas de un estándar poco realista que no sabe de diversidad ni de amor propio. Me amaré porque sólo yo conozco los sacrificios que he tenido que hacer para llegar hasta este momento y lugar de mi vida, en el cuerpo que tengo.

Hoy, sé que a pesar de lo que digan los demás, a pesar de mis temores y fantasmas, voy a amar lo que soy y en lo que me he convertido: cada pedazo de mi piel, de mi alma y de mi mente.

Por último, aunque sea lo último que haga, voy a amarme porque la vida es corta, pero ancha. Como mis piernas.

Nora M.