Por desgracia es cada día más obvio que este mundo en el que vivimos tiene un terrible problema con el bullying, el acoso escolar y todo lo que rodea al maltrato en las aulas. No dejamos de escuchar y leer noticias dignas de la peor película de ciencia ficción, donde un niño es el centro de los insultos o el vacío por parte de sus compañeros, y para el que ir a clase día tras día es una pesadilla.

Y ante esta horrible situación, ¿qué podemos hacer nosotros como madres/padres?. No son pocos los que enfocan en el castigo. En localizar la amonestación perfecta en el caso de que sean sus hijos los que no se comporten como deberían. Pero pensémoslo de otro modo, ¿y si empezamos por educar personitas que no contemplen el bullying ni por asomo?

Hace unos días una compañera comentaba que se encontraba en plenos preparativos del cuarto cumpleaños de su retoño. Con prácticamente todo en marcha, su única preocupación era la entrega de las invitaciones en el cole del pequeño, ya que tan solo dos niños de la clase no la recibirían, y no sabía qué tal le sentaría eso a la profesora.

Que me disculpe todo aquel que no esté de acuerdo conmigo, pero ¿en qué momento lo que piense la maestra es más importante que los sentimientos de los niños?. Es decir, vas a dejar a dos peques sin invitación (por el motivo que sea), y todo lo que te perturba es que la profesora de tu hijo no te tome por una mujer sin sentimientos… Maravilloso.

Ahora veámoslo desde el otro punto de vista, algo que se repite día sí día también. “Mamá, el sábado es la fiesta de Rodrigo, hoy han repartido las tarjetas pero a mí no me la ha dado, y no sé por qué”. Explícale tú a tu hijo que es que Rodrigo no quiere compartir con él ese día, pero sí con el resto de niños de la clase. ¿No será quizás más fácil que los padres de Rodrigo le hagan ver que se lo pasará mejor si todos los compañeros van a su fiesta?

Como madre, no podría soportar el gesto de decepción de mi hija al verse apartada de los demás sin siquiera comprenderlo. Y como en mi caso quiero imaginar que cualquier padre sufrirá el mismo miedo.

Les estamos enseñando desde pequeños que hacer grupos y no relacionarse con todos es lo normal, que hay tipos de personas y que no todos valemos lo mismo. Echamos por tierra el tremendo trabajo en la igualdad de muchos profesionales de la educación escudándonos en un facilón “es que a mi hijo no le cae bien ese niño, es rarito”. Y nos quedamos tan anchos.

En estos pequeños detalles también se encuentra la educación contra el acoso escolar porque, vamos a pensarlo un momento, ese peque que hoy se queda sin invitación de cumpleaños puede ser pasado unos años el niño al que nadie quiere hablar porque no ha sabido relacionarse como el resto del grupo. ¿Qué tal si le echamos una mano desde el principio?

Y es que los niños son como un folio en blanco, ellos no comprenden de personas de color, de nacionalidades, ni de maldades… Somos los adultos los que, muchas veces de forma inconsciente, les enseñamos que somos diferentes dependiendo de mil factores. Es entonces cuando ellos repiten casi automáticamente lo que han escuchado.

 

El problema del bullying lo sufren los niños, pero lo tenemos los adultos. Como padres somos los responsables de lo que ellos interpretan como lo correcto, así que empecemos por dar ejemplo y educar en la igualdad. Porque con tres, cuatro, cinco años los niños no deberían ver más allá de disfrutar con sus compañeros sin que nada ni nadie se interponga en su amistad.