El otro día, hablando con mi amiga Esther, llegamos a la conclusión de que hay dos tipos de personas en una ruptura: las que pasan de todo y se hacen las suecas porque aquí paz y después gloria, y las que son extremadamente críticas con su proceso de ruptura. Vamos, de un extremo a otro.

Yo soy de las segundas y lo que pasa con las rupturas es que a veces pasas de estar un día por la mañana creyéndote Bustamante por eso de “es que tiene todo lo que siempre soñé” y unas horas más tarde te das cuenta de que erais dos hombres con distinto destino. Si encima estás en el extremo crítico de la balanza, y tu pseudorelación se acababa el día que saltaba el estado de alarma, estás jodida. Te has convertido en Mi Misma.

Si eres de las primeras y haces como que aquí no ha pasado nada, seguramente la cosa te acabará explotando en la cara y acabes llamando a tu ex borracha a las 5 de la mañana el primer día que la cuarentena acabe. Si no antes, todo depende del nivel de las fiestas que te montes por Skype. Ahí no entro, eso es al gusto, como la sal.

Si eres de las segundas, pensarás toda la cuarentena que estás estancada en el primer día de ruptura. Da igual que hayáis acabado en buenos términos. Da igual que no hayas parado de currar, hacer cursos y mirarte todos los directos de Instagram haciendo yoga, pilates, spinning y hasta aquagym si tuvieses piscina. Estás estancada en no poder “rehacer” tu vida. Porque, asumámoslo, Tinder es una opción poco válida, aunque entretenida.

Te habrás dado cuenta de que no hay opción buena.

Pero bueno, no pasa nada porque ahora que llevamos más de 15 días de cuarentena, me he puesto a mi querido y amado marido Chris Pratt en Guardianes de la Galaxia y he notado como mi chirri ha resucitado después de dos semanas de luto por mi no-relación fallida.

  Jason Momoa también hubiese sido una opción valida, confieso.

El caso es que las rupturas a veces nos hacen plantearnos nuestra manera de afrontar las perdidas, pero también son buenos momentos para reflexionar sobre lo aprendido durante esa relación. O no. O sí porque estamos en cuarentena. Yo que sé, cada persona es un mundo.

Yo paso las rupturas escuchando Al Final de Amaral, la canción de la peli de compañeros, en bucle. Porque la vida no es igual sin ti. Me da igual quien es el “ti”. Sin ti la vida ya no es nada, de qué me serviría vivir si al final no te encontrara. Nos prometimos junto al mar nunca cambiar y las olas ahogaron las palabras, y un montón de cosas más.

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Por si no lo habías notado, esto va de canciones de principios de los 2000, sí. Solo falta meter en algún momento el Ave María de Bisbal.

La cuestión está en que la cancioncita tiene toda la razón. Y con lo de que tus amigos son el fuerte, también. Porque sin ellos no iríamos a ningún lado, estén a 100 kilómetros, 6000 o a la vuelta de la esquina. Con cuarentena o sin ella.

Lo bueno es que has puesto todo de ti en algo y en alguien, que lo pasaste bien, que has descubierto nuevas facetas tuyas y que, como siempre, te reconstruyes. Te prometo que lo acabarás haciendo.

No te equivoques, seguirá habiendo momentos de bajón. Seguirás maldiciendo el día en el que le dijiste que querías algo más, el haberte hecho ilusiones y el día en que volvió detrás de ti y te dijo que a ver eso que teníais dónde os llevaba. Las canciones, los poemas y hasta las películas porno seguirán recordándote a él. Con cuarentena o sin ella.

Seguirás preguntándote qué habría pasado si todo hubiese seguido como antes, las mismas palabras que me unieron a ti ayer y aquellos recuerdos que me ataban a tu espalda, cómo habrían sido los planes que ideasteis y nunca llevasteis a cabo e, inconscientemente, te preguntas si algún día volveréis a encontraros y aquellas mismas palabras os juntarán mañana.

Pero, aun así – y no quiero pecar de Ted Mosby, porque le odio-, creo que cada ensayo-error, cada relación que falla, te hace estar un poco más cerca de lo que realmente quieres, buscas y te hará feliz.

Y cuando todo esto pase, la vida no fue igual sin ti. Pero ya sé de qué sirvió vivir: al final lo tengo todo.

Natalia C.