Soy una metepatas constante y quien me conoce lo sabe bien. Si tuviera que contar las veces que he metido la pata a lo largo de toda mi vida me faltarían piernas. ¡Qué coño!, sería un ciempiés, que eso sí que mola. Y hala, a meter la pata tol’ rato, que para eso tendría 100.

Siendo consciente de esto y arrepintiéndome de alguna que otra situación incómoda concreta, hay un ámbito en el que jamás me arrepentiré de hacer una larga lista de cosas que, mientas yo me tomo con humor o naturalidad, para una gran mayoría de personas son innombrables.

Señoras y señores, hoy voy a hablar del Voldemort del sexo, de los tabúes del tema tabú por excelencia; hoy voy a hablar de las 10 cosas de las que no hay que avergonzarse durante el sexo.

1. Decir ‘No’:

¡Pues no habré dicho yo veces que no! Y no me refiero a rechazar pretendientes como si fuera deshojando margaritas por la vida, me refiero a decir que no a prácticas que no me convencían del todo, a propuestas sexuales que me tiraban para atrás sólo de imaginármelas, o a peticiones que de acceder a ellas sabía me sentiría incómoda. ¿Si no quieres para qué obligarte? Es absurdo.

Coleguis, si no tenéis el horno para bollos decid ‘NO’.

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2. Tu cuerpo:

Las estrías, la celulitis, los michelines, aquella cicatriz, este grano de aquí y aquel de allá. BASTA. Alma de cántaro, si la persona que tienes en la habitación está contigo dispuesta a desnudarse y darte amor del bueno es porque LE GUS-TAS. Así que deja de martirizarte tú solo/a porque aún no lo sabes, pero podrías acabar siendo tu peor enemigo/a en ese mismo momento. La inseguridad crea ansiedad y la ansiedad es el enemigo número uno del sexo.

Recuerda:

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3. Pelo:

Otra cosa del cuerpo con la que ya si eso TAL.

Con el de la cabeza lo tenemos fácil, goma en el pelo y arreglao’ (en caso de tenerlo largo). El problema viene con el pelo del resto del cuerpo. Que ojo, no es que el pelo en sí sea un problema, es que nosotros/as hacemos que sea un problema cuando no debería.

Que cosas como ‘¿Me habré depilado bien?’, ‘¡Ay madre, que acabo de ver un pedazo de pelo con el que se va a sacar un ojo!’ o ‘No me he depilado, pues no follo’, pasen por nuestra mente nos desvían del meollo del asunto.

¿En serio crees que alguien que quiere empotrarte fuerte va a fijarse en ese pelo rebelde del labio mayor de la parte derecha de tu precioso chichi?

Espera, ya te contesto yo:

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4. Ruidos:

¿Qué me decís de ese gemido que creías que iba a ser digno de una de las mejores películas porno, pero termina pareciéndose más al sonido de una foca? ¿Y ese estridente ‘PRRRFFF’ de esos fantásticos pedos vaginales que deciden aparecer en pleno apogeo sexual? ¿Qué hacemos con eso? Ponernos a llorar sería una opción, pero no la más adecuada. Así que es mejor tratar con naturalidad estas situaciones y semejantes, y en cualquier caso, si hemos de destacar ese momento, que sea porque nos lo hemos tomado con humor.

5. Pedir qué quieres y preguntar qué quiere la otra persona:

Este punto se divide en varios apartados, así que coge papel y lápiz porque lo mismo te toca apuntar un par de cosas.

Predecir:

Titis, a no ser que estéis saliendo con Rappel o Aramis Fuster dejaos las predicciones para otro día. Nadie es adivino, así que por mucho que pienses ‘Ahí no, más abajo. Esto no me gusta. Ay sí, esto sí’ pero no abras la boca, la otra persona va a seguir haciendo lo que le dé la gana.

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HOLA BEBEEEES. Mi súperconsejito del día es que no intentéis ser como yo’

Fingir:

La cosa se complica si aún con esto tienes las narices de ponerte a fingir. Recuerda que los Óscars a la mejor actriz sólo existen en Hollywood y que en tu cama gana la confianza y la sinceridad, así que mejor que le digas ahora qué te gusta, qué no y te dejes de tonterías, que más vale prevenir que curar.

Ni tanto ni tan calvo:

Si la pregunta es ‘qué quieres’ o ‘qué te gusta’ y la respuesta es ‘lo que quieras’, tampoco estamos haciendo nada, básicamente porque la persona que ha de ‘entrar en escena’ no va a saber por dónde empezar y se le va a hacer la picha un lío cuando vea la cara de sepia del otro, que ni siente ni padece.

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Ni puta gracia nos hace‘.

6. No excitarte:

Que no te excites o tu pareja con consiga hacerlo no implica que no haya atracción. A veces el cuerpo no reacciona como esperamos o queremos que reaccione, pero esto puede ser por nervios, estrés, ansiedad, cansancio, rumiación de problemas, etc.

Estos momentos hay que tomárselos con naturalidad y sin necesidad de liar una bronca o sentirse ‘impotente’ y decepcionado/a. Si esta situación no se alarga en el tiempo ni crea un contexto de mal rollo en la pareja, no es necesario que cunda el pánico, piensa que ya habrá otro momento. Si no, no pasa nada, aquí está la tita Blume dispuesta a ayudaros.

7. No ser capaz de llegar al orgasmo:

Una cosa es que nunca jamás de los jamases hayas llegado a un orgasmo y quieras experimentar qué se siente, y otra muy distinta es que en cada relación te exijas o le exijas a tu pareja llegar al clímax. Mira, no. ¿Qué es esto, una competición? Una relación sexual hay que disfrutarla, y esto no implica que para ello haya que tener orgasmos como churros; es que ni siquiera significa que para pasarlo bien tengas que tener al menos uno. Pasarlo bien en el sexo significa disfrutar del momento y compartir placer, emociones y sentimientos. Adiós metas, objetivos y normas inventadas. Hola dejarse llevar.

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8. No ‘terminarle’ (¿WTF?):

Ésta va cogidita de la mano de la anterior.

¿Cuándo termina una relación sexual? Os sorprendería conocer cuántas personas me han contestado a esto diciéndome ‘cuando se corre él’. ¿PEEERRDONA? Esta contestación es muy común pero al mismo tiempo muy ilógica. Cuánto daño ha hecho el porno.

Una relación sexual termina cuando a los participantes les dé la gana, se hayan corrido o no. Y cuando hablo en plural me refiero a que hay más personas involucradas y que por lo tanto la opinión de ambos cuenta y nadie debe hacer nada disgusto o sin ganas.

¿Queremos terminar nuestro encuentro erótico llegando al orgasmo los dos porque nos vemos dispuestos y con ganas? Adelante. ¿Quieres tener un orgasmo tú pero yo ya me siento satisfecho/a y no me apetece seguir? Coges, te vas al baño y tranquilamente te masturbas (o lo haces delante de mí, que lo mismo hasta me gusta). Y mirad porque en esta opción vais a flipar: ¿Preferimos limitarnos a darnos besos toda la noche? ¡Perfecto! Eso también es una definición de relación sexual porque implica expresar sexualidad, así que no hace falta recurrir a prácticas obvias como el coito, la masturbación o el sexo oral. Todo depende de los participantes y de las ganas (y ‘ganas’ no significa ‘me pones más o menos cachondo/a’, repito). El error es pensar en ‘sexo’ o ‘sexualidad’ como sinónimo de ‘follar’, Y NO.

9. Tirarte un pedo:

Me refiero a que se te escape, que no es por nada pero es muy fácil que esto ocurra, sobre todo si te pones a cuatro patas. ¿Es que nadie se tira pedos nunca jamás? Hacerlo a propósito en pleno encuentro está claro que no es plato de buen gusto, pero si se te escapa tampoco es algo que haya que recordar toda la vida y torturarse por ello. Le puede pasar a cualquiera.

10. Necesitar un descanso:

La frase que más miedo me da en el mundo es ‘Yo es que tardo mucho en correrme’ y es que para mí esto vaticina que voy a terminar con el chichi más seco que si me lo hubiese lavado con jabón de lagarto. Y no es porque una vez yo tenga un orgasmo me canse y no quiera seguir, sí quiero y ese es mi problema, que no puedo parar. Claro, luego me paso una semana sin poder sentarme. Si extrapolo esto me parece comprensible que todos necesitemos un descanso para cargar las pilas entre ‘fiesta’ y ‘fiesta’ (a esto se le llama periodo refractario).

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