Soy la amiga que reniega del Tinder, la que ha jurado y perjurado que nunca se lo descargará y que está convencida de que el amor se puede encontrar más allá de la pantalla del móvil. Soy la que se ha vuelto cada vez más exigente con los años, la que no se conforma con cualquiera, la que prefiere estar sola que mal acompañada. Soy la que aún cree en las películas románticas, en la posibilidad de encontrar el amor donde una menos se lo espera, en volver a sentir mariposas en el estómago.

Pero también soy la que tiene los pies en la tierra, la que sabe que cada vez es más difícil encontrar el amor, la que piensa que, llegada una edad, la cosa se vuelve cada vez más complicada. Pero no me rindo, sé que el amor está ahí, en algún lado, en un punto intermedio entre ‘el amor hay que buscarlo’ y ‘el amor llega cuando menos te lo esperas’. Porque, si pensamos en la época de nuestros padres, o si creemos en las películas románticas, el amor puede aparecer en cualquier lado…

En un bar.

Alcohol, música, gente feliz hablando y bailando, el chico guapo al final de la barra… Bueno, llevas unas cuantas cervezas y el chico quizá no es tan guapo; de hecho, puede que no te esté mirando a tí, si no a la chica que está en la mesa de detrás. Además, el amor de bar tiene un alto porcentaje de posibilidades de que se quede en un rollo de una noche y no en una historia de amor eterno. El bar, descartado.

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En una cafetería.

¿Dónde nos creemos que vivimos?, ¿en el Nueva York de las películas? Que levante la mano la que haya ligado en una Starbucks en los últimos meses, entre hombres de negocios que entran a por su café latte y salen de allí corriendo en menos que canta un gallo, escritores y estudiantes aprovechando el wifi gratis, y turistas que no pueden vivir sin algo que tienen en su casa y que han probado millones de veces. La cafetería, descartada.

Coffee-Shop

En una librería.

En esta época de ebooks y tablets, los que aún compramos libros en papel somos una especie en extinción. Y no olvidemos que las librerías españolas no son como los Barnes & Noble de Nueva York, donde uno puede pasar las horas sentado, leyendo y viendo la vida pasar. Yo aquí voy a Fnac o La Casa del Libro con la lista de libros mirada de casa, cojo lo que me interesa, pago y me voy. Como no sea que el cajero se enamore locamente de mí, lo de la librería… descartado.

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En la calle.

Entiéndase por calle, un paseo en el parque, la parada del autobús o el paso de cebra mientras esperas para cruzar. Ahora me vendréis diciendo que ‘Yo una vez ligué sentada en un banco esperando a una amiga’… Bien por tí, yo tengo una amiga que ligó en la cola de Hacienda, pero la excepción no hace la regla, y los chicos guapos que cogen el bus en mi parada pasan por mi vida tan rápido como tarda en llegar el siguiente autobús. La calle… (puede que aún haya esperanza, pero en rasgos generales) descartada.

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En el trabajo.

Llevo casi 4 años en la misma empresa y los chicos ‘en edad casadera’ están ennoviados o casados, incluso aquellos que aún no llegan a los 30 tienen la vida más estable que la mía. Los nuevos llegan demasiado jóvenes y generalmente con la novia a cuestas y, aunque yo tengo a mi amor platónico de la oficina, siempre se quedará en eso, platónico. Además, trabajo en una empresa con más de 100 trabajadores, de los cuales aproximadamente la mitad son mujeres, por lo que cuando entra un chico nuevo guapo, hay mucha competencia. Me jode decirlo, pero el trabajo, descartado.

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En un avión / tren.

A pesar de lo que me gusta viajar, y de las veces que he cogido un avión o tren sola, sólo dos veces he tenido la sensación de que el amor podría llegar sobre ruedas (o sobre alas). Una vez en un tren me senté al lado de un chico taaaaaaaan guapo que no fui capaz de articular palabra durante todo el trayecto, ni aunque él se hubiese dignado a hablarme. Otra vez hablé con un chico monísimo en un vuelo, pero en cuanto se sentó el pasajero del asiento del medio, y él volvió a su ordenador y yo a mi libro, se acabó nuestra historia de amor. Es difícil, pero posible, así que no totalmente descartado.

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En definitiva, encontrar el amor cara a cara es más complicado que encontrarlo en Tinder, pero por alguna razón yo sigo erre que erre, confiando en que algún día, en algún lugar inesperado, en el momento indicado, aparecerá el hombre de mi vida. Y si no aparece… pues mira, igual algún día acabo cayendo en las redes de Tinder y confiando en encontrar el amor ahí.