Admitámoslo, este tema sigue siendo escabroso, allá donde quiera que surja.

Yo lo he tratado siempre como lo que fue, una experiencia más que me ayudó a ser mejor persona. No me enorgullezco ni me avergüenzo, pero es justo la carencia de remordimientos y la libertad con la que hablo de ello, lo que hace que algunas personas se eleven kilómetros por encima de ti y te señalen con ese dedo acusador que te hace sentir basura. Muchas mujeres te miran con asco porque ellas NUNCA lo harían. Muchos hombres piensan que si has sido infiel en el pasado, lo puedes ser con ellos..

Tras lo que he experimentado creo que tengo la clave de algunos por qués y heme aquí para exponerme a que ese dedo acusador me señale por mucho tiempo y a mucha honra, porque aprendí dónde y cómo se presentan las infidelidades en nuestra vida y supe cómo evitarlas o simplemente afrontarlas. Los del dedo no saben nada, nunca saben nada.

1. Ese mensaje NO es inocente.

He descubierto que las mujeres rara vez somos infieles por «combustión espontánea». Defínase como ese calentón repentino que nos hace rendirnos a nuestros instintos con cualquiera que se nos cruza, sin planificación previa. Nosotras somos más complejas, más de fuego lento. A veces pasa con un compañero de trabajo, con un amigo de un amigo, con el camarero de aquel bar, etc…siempre hay un medio con el que contactar con ellos, porque a nosotras se nos conquista con algo más que una cara bonita.

Ahí aparece lo que yo llamo «el precipicio»: Tienes su teléfono (Facebook, Twitter, X) que te quema en el móvil, sabes que si tiras del hilo la cosa se puede complicar. Pero necesitas, quieres, saber. Se inicia la discusión interior y las excusas: Si le envío un mensaje no significa nada, estoy siendo amable. Esa es la primera mentira de una innumerable lista y ya estás perdida, has decidido mirar por el borde del precipicio a ver qué hay abajo: Te guste o no, ya estás siendo infiel.

2. El coqueteo

Ya has intercambiado mensajes con esa persona. Ya has tanteado ciertos aspectos. Él sabe que tienes pareja pero sigue realmente interesado y comienza a escribirte todo el rato, a pedirte fotos, a decirte lo mucho que le gustas, lo sexy que estás…Sin darte casi cuenta, se cuela en tus pensamientos y la imaginación se desata. Las excusas vuelven: Llevo siete años con mi novio, algo de coqueteo es sano. YO NO VOY A HACER NADA.

Si esa excusa surge, es porque ya pensaste en la posibilidad de hacer ALGO.

3. El salto.

Comienzas a arreglarte más, te miras mucho más en el espejo. Sonríes y estás ilusionada. La gente comienza a decirte lo guapa que te ve, lo animada y feliz que te nota. Pareces una flor a la que han regado tras meses de sequía. Tu quieres muchísimo a tu novio/marido/pareja pero claro: el sexo ya no es lo mismo o es inexistente, discutís a menudo, se ha conformado, está pasando una mala racha o una depresión,…y tu aguantas porque le quieres. Y el quererle parece que te impide ver la realidad, porque tu también te has conformado. Eres gris, pero este chico te ha devuelto el color. Te justificas.

Se precipita el momento en el que las excusas ya no valdrán. El salto: Esa cita donde se condensan las palabras previas, los ardores, los calores, los nervios, las mariposas en el estómago. Una piel nueva, unos ojos diferentes que te desean, agua fresca para tu corazón paralizado y exhausto. Y saltas al vacío porque te sientes más viva que nunca.

4. Culpa o adrenalina.

Si tu amante lo merece y te folló como a una reina pasas a la etapa de la adrenalina o de la culpa.

La de la culpa es obvia:  Te odias por lo que has hecho, miras a tu pareja con otros ojos. Eres la cabrona que se ha portado mal mientras él confiaba ciegamente en ti. La flor deslumbrante pasa a secarse llena de remordimientos. En consecuencia tomamos una muy mala decisión: contárselo.

He aprendido que ese paso es el preámbulo a una ruptura larga y sumamente dolorosa para ambos. Muchas veces con consecuencias imprevisibles y devastadoras. Mi consejo es claro, a pesar de que el dedo acusador de la sociedad me señale sin tregua: No se lo cuentes. Nunca. Pasa por alto ese desliz, permítete ser humana y aprender. Sabes que fue un error y vive con ello, cúralo y sigue adelante con esa relación si te has dado cuenta de que es lo que realmente quieres. Es difícil expresar con palabras el dolor que se desata en una relación cuando piensas que lo mejor es contárselo. Es lo mejor para ti no para él, es egoísta porque la culpa necesitas vomitarla y te da igual de qué manera.

Si le quieres, ahórrale ese sufrimiento callándote o dejándole. Otra cosa es que se entere, entonces solo queda aguantar la tormenta con humildad y paciencia y hacer lo que realmente sea mejor para ambos.

La de la adrenalina es esa opción que sientes cuando no hay remordimientos ni culpa, cuando la vida es arriesgada y estás haciendo algo que está mal pero te gusta, sucede a escondidas y al amparo del morbo de lo prohibido. Estás siempre alerta de que tu pareja no se entere de lo que está pasando, inventas excusas para ver a tu amante, el móvil se convierte es una prolongación de tu cuerpo; no lo olvidas en ningún sitio, cierras sesiones en Facebook y Twitter, los whatsapp y las llamadas las borras. Llevas una muda de ropa interior sexy en el bolso dentro del kit de «por si te llama». Eres feliz a pesar de que no deberías serlo. Señal inequívoca de que algo muy serio está pasando en tu relación y en tu interior.

5. El cuelgue del amante.

Este chico que te vuelve loca ya tiene lo que quería: Tu cuerpo y tu enganche. Algunos hombres me reconocieron abiertamente que solo se acostaban con casadas o mujeres con relaciones largas. Así es todo muy fácil: se las follaban cuando ellos querían, no daban problemas y solían ser muy apasionadas en la cama. Si, así es. Muchos se meten en estas situaciones de manera consciente y lo desean, les gusta ser el otro. Otros se ven sobrepasados porque buscamos en ellos lo que no tenemos en casa y los más raros, a veces, tienen sentimientos genuinos por ti.

Por lo que cuando llegamos a la fase de cuelgue, habitualmente suelen desaparecer.

6. La realidad

Admítelo. Tu relación no funciona. Algo muy grave está fallando. Afróntalo, toma decisiones y adelante. Es duro, lo sé. He estado ahí varias veces. Pero aunque hayas engañado a tu pareja, no te engañes a ti misma también. Si saltaste al vacío para experimentar lo que es tener un amante, salta al vacío para afrontar tu realidad y lo que no te gusta de tu vida. Tal vez sea el momento de valorar si tu pareja es LA PERSONA.

Aprendí que cada infidelidad es un mundo, cada situación un universo en si misma. Si dejas que un tercero se cuele en tu vida es porque lo necesitas, porque aunque no lo creas eres egoísta y cobarde, sobre todo cobarde. Tienes miedo a dejar a tu novio, al qué dirán, porque le tienes cariño pero no le quieres, porque no te llena como antes pero eres incapaz de dar el salto de verdad, ese de la gente valiente que hace lo que debe antes de liarla parda.

Aprendí que los matrimonios o parejas que nos parecen perfectos sobreviven en muchos casos porque uno u otro es infiel de manera recurrente. Que cualquiera de nosotros está en el saco y que cuando llamamos zorra o hijo de p..a a un chico o chica que fue infiel, hacemos una ofrenda que alimenta al dedo acusador. No somos nadie para juzgar, no sabemos los infiernos que hay en cada relación, no sabemos qué desgracias se ocultan en cada persona. 

Aprendí a darme caprichos, a ser egoísta, a hacer daño a los demás y a mi misma. Sentí dolor, orgasmos indescriptibles, hubo personas que me dieron y otras que me robaron. Y siempre lo hice porque me dio la gana y no hubo más culpables que yo. Cuando alguna vez, alguna pareja se enteró,…me di cuenta de que culpaban al otro y no a mi. La culpa es siempre de la pareja, del infiel, no del amante. Aprendamos eso y dejemos de decir frases como: él sabía que tenías pareja y aún así se metió.

Aprendí que hay muchos grados de infidelidad, pero todos traicionan la confianza monógama de tu pareja. Una vez la fantasía o el interés por otra persona sale de alguna manera de nuestra cabeza y se hace real, ya es una infidelidad. Que aunque nunca hayas tocado a esa persona, pero le has manifestado tu deseo de hacerlo, has tenido sexting, sexo online, etc. es una infidelidad.

Y la mayor lección que aprendí: Gracias a ser infiel aprendí a ser fiel, sobre todo y ante todo, a mi misma.