Lo que nos está pasando es una auténtica putada, esto no lo puede negar nadie. Y yo como pos-adolescente que hasta hace unos meses disfrutaba de una casi recién estrenada libertad, he notado la diferencia con creces. He pasado de vivir mi vida de la residencia universitaria – clases – fiestones – ligues… a encerrarme en casa con mis padres y mis hermanos pequeños aguantando clases online, trabajos que se acumulaban y exámenes imposibles.

Cuando las restricciones empezaron a abrirse aunque con todo el miedo del mundo al menos empecé a ver la luz. Hasta aquí no os he descubierto la pólvora, ¿verdad? Yo, que hasta mediados de marzo me planteaba el coronavirus como la gripe más sobrevalorada de la historia, de repente tenía un miedo absoluto al contacto humano. Fui de esas personas que si podían bañaban al prójimo en gel antes si quiera de un pequeño contacto, y he llegado hasta a cambiar de acera antes de cruzarme con alguien sin mascarilla.

Según fueron pasando las semanas las cosas en mi ciudad (más bien pueblo) se han ido calmando. Hace ya tiempo que no hay ni un solo positivo y mi mente pareció empezar a relajarse. Siempre dentro de mis posibilidades, claro, porque mis rituales de desinfección y de precaución siguen siendo los mismos. Puedo estar loca, no lo sé, pero a mí este virus no me pilla. Sí, lo digo.

con mascarilla

 

La semana pasada mis amigas consiguieron al fin convencerme para salir a tomar unas copas. No las tenía yo todas conmigo. ¿Salir de fiesta con la que está cayendo? ¿Copas+mascarillas+aglomeraciones-bailoteo? Pero la morriña por aquellas parrandas pasadas me embriagó y me dejé llevar por los planes.

Después de buscar como locas un lugar factible en el que poder tomarnos un cubata a gusto y sin correr un riesgo inminente de contagio, apoyamos nuestros culos en unos taburetes de una céntrica calle y pedimos lo nuestro. Fui la mejor de las atracciones para mis amigas, todo mi arte para conseguir tomarme la copa sin quitarme la mascarilla en ningún momento. Si yo puedo hacerlo, todas podéis, ¿eh?

Aunque las cosas se pusieron complicadas cuando por la calle aparecieron Luis y su tropilla. Luis, ohhhh Luis. El hombre por el que mi corazón llevaba latiendo meses. Apenas llevaba en el pueblo un tiempo, había venido tras conseguir una plaza como bombero, y a mí me tenía loca no, lo siguiente de lo siguiente.

Mira qué suerte tienes, con la mascarilla casi no se nota que estás como un tomate…‘ Me soltó una de mis amigas.

Pero es que era verdad. Luis y sus amigos se pusieron prácticamente a nuestro lado y a mí se me iba a salir el corazón por la boca. Estaba tan guapo, tan él. Nos saludamos medio de refilón y yo continué haciendo el idiota con la pajita metida por el costado de la mascarilla.

Tres copas después una de mis amigas se obsesionó con uno de los colegas de Luis, y antes de que nos diéramos cuenta estábamos todos juntos y revueltos. Mi crush no me quitaba el ojo de encima y yo me dejé querer mientras me comía la oreja. La cuestión fue que después de lanzarnos unas cuantas pullitas llenas de intenciones indecorosas, Luis me propuso un poco de intimidad y mi yo interior daba palmas con las orejas. Me despedí de mis queridas amigas, a las que en aquel momento les daba bastante igual lo que yo hiciera de mi vida, y me fui a dar un paseo con aquel hombre entre los hombres.

Si no te conociera pensaría que tienes algo raro en la boca, no te quitas la mascarilla ni para beber…‘ Se reía Luis, que creo que un poco por respeto a mí se había vuelto a tapar la boca tras acabar el cubata.

Todo esto me da bastante miedo, soy muy estricta con las medidas de seguridad. Un poco loca sí me he vuelto.

Me parece perfecto. Si todo el mundo fuese como tú, mejor nos iría.

El guiño con el que terminó su frase creo que consiguió que mi clítoris se despertara de su letargo. OMG, no se puede ser tan perfecto. En aquel mismo instante me hubiera arrancado la mascarilla y lo habría besado hasta dejarlo completamente seco.

polvo con mascarilla

Después de un paseo alrededor de la ciudad Luis me invitó a tomar algo en su casa. El asunto se ponía realmente interesante. Llegamos a su piso y según entramos Luis destapó su cara dando gracias por poder respirar en condiciones. Yo estaba a punto de hacer lo mismo cuando algo me hizo parar. Estaba en un lugar desconocido, ¿y si Luis no desinfectaba su casa como debía? ¿Y si él tenía la enfermedad? Se me metieron en la cabeza un millón de historias a la vez y al final opté por tomar asiento en su sofá tal cual estaba.

¿No te vas a poner cómoda?‘ Me preguntó Luis mirándome con cara extrañada.

Así estoy bien. Si te parece mal me voy, no te preocupes…

No no, por favor, tú misma.

Volví a hacer florituras para tomarme con sumo cuidado la cerveza que me acercó Luis, aunque sin lugar a dudas lo mejorcito de la noche vino después. En ese instante en el que la conversación derivó en un silencio crucial que claramente teníamos que romper con un buen beso.

Luis me miró a los ojos, miró a la mascarilla, volvió a fijarse en mi mirada, de nuevo en la mascarilla. Me estaba pidiendo a gritos que me destapara, se había pegado a mí peligrosamente, yo lo estaba deseando pero… ¡Coronaviruuuuuuus!

Entonces la idea se me vino como un flash a la cabeza. Casi en un salto me puse sobre Luis y empecé a acariciarlo poniendo todo por mi parte, mirándolo intensamente, dejando salir de mi boca palabras y frases que lo encendieran del todo. Su cara desconcertada al principio se volvió juguetona, aquello le estaba gustando. Era una especie de trato, en aquel juego no utilizaríamos la boca, ninguno de los dos, podía ser divertido.

Y lo fue, ya os digo que lo fue. Estamos tan acostumbradas al sexo con besos, lametones, mordiscos… que muchas veces no vemos más allá. El polvo de aquella noche con Luis fue uno de los más flipantes que he echado en mi vida. No quedó ni un solo espacio de nuestra piel que no acariciáramos. Sexo con espacio, en el que las posturas fueron solo aquellas en las que nuestras caras se pudieran mantener al margen. Un polvo totalmente seguro con el que los dos nos demostramos que lo que cuenta es la pasión que le pongas.

Por supuesto, me quedé con las ganas de darle unos buenos besos a esa boquita de Luis. Pero si las cosas van bien, quién nos dice que dentro de unos meses todo esto se soluciona y podemos volver a lo que éramos antes… Llamadme loca, pero yo ya me he enganchado a los polvos asépticos 100% anti-covid. Os los recomiendo.

Fotografía de portada

 

Anónimo

 

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