El bullying de ahora

 

Hola, LoverSizers

Hace ya más de veinte años, sufrí bullying.

Empezó temprano, más o menos desde que entré a primaria. La palabra gorda fue la sonata que me acompañó hasta que abandoné el instituto, me persiguió, dispuesta a convertirme en alguien que solo quería desaparecer, retraída y con unos complejos que aún a día de hoy, lucho por alejar de mi vida.

Tengo muchas lagunas de aquella época, es como si mi mente, para protegerse, hubiera decidido borrar esa parte de mi vida que ha dejado cicatrices en mi alma, y la verdad, doy gracias a que no ha ocurrido en una época en la que todo sale a la luz a través de las redes.

Vivir en un mundo tan socializado puede ser maravilloso para muchas cosas, pero para los acosados puede convertirse en un infierno del que no pueden escapar.

Lo vemos a diario, videos de niños y adolescentes siendo acosados por el grupo de matones de turno que, no contentos con humillar y destruir a una persona, lo publican para que todo el mundo sea partícipe de la atrocidad. Me asquea que sea algo que no se pueda detener, que no exista nada para pararlo, porque encima, la mayoría de colegios se desentiende de estos casos alegando que «Son cosas de niños».

NO LO SON. Nunca lo son. 

Son acciones que, en muchos casos, se da a causa de la educación que reciben en casa. Muchos padres se creen que es el colegio quien debe educar, cuando no es su trabajo, ellos deben enseñar. Culpan a las instituciones de estos hechos, sin mirarse ellos primero al espejo.

Aquí debo añadir que aunque el colegio no sea el encargado de educar, debería reformar su procedimiento para cortar de raíz los casos de bullying porque deja mucho que desear el escaso apoyo que reciben los alumnos acosados.

Pero volvamos a los padres y adultos…

¿Cómo pretendemos que los niños no sean unos maleducados cuando las redes están llenas de adultos que dan verdadero asco con sus comentarios?

Me parece muy bien que exista la libertad de expresión, pero esta se está convirtiendo en una batalla de gente echando mierda por la boca que me parece obvio que se refleje en los jóvenes. Me da mucha rabia cuando se publican noticias sobre casos de acoso en redes sociales, a niños que quizá han sido capaces de acabar con sus vidas y todos se echen las manos a la cabeza, apenados, para que luego, esa misma gente hipócrita dedique parte de su día a entrar a post a criticar físicos, frases o acciones de otras personas.

Si los adultos son gente sin respeto, ¿cómo queremos que los más pequeños lo tengan?

Se empapan de esas actitudes y las reproducen sin importarles una mierda a quienes hacen daño. Somos una sociedad de mierda en la que criticar es el deporte nacional, escudados tras una pantalla que nos hace parecer invencibles.

Se suelta la mierda, y hala, a criticar a otra parte.

¡Y nadie hace nada!

Se perpetúa una y otra vez lo mismo, decimos avanzar y lo único que hacemos es modificar la forma en la que destruimos. Lo que comenzó siendo una cosa de niños, también es de adultos que, bajo su amparo digital, transmiten a sus retoños nuevas formas de generar acoso.

Luego mucha gente dirá que todo esto ha sido desde siempre. No lo voy a negar, el acoso se lleva dando desde hace mucho, pero ahora todo es más visible y al igual que se vuelve viral un vídeo de un niño siendo acosado por toda una clase por ser gordo, también lo hacen las palabras de esos adultos aburridos en sus casas que escupen frases deleznables para conseguir ese minuto de gloria que no obtienen de ninguna otra forma porque en su vida real son un cero a la izquierda.

Lo veo a diario, adultos riéndose con vídeos de una gorda bailando, de gente con discapacidad,  y muchas veces, por decir que eso no tiene ni puta gracia, se me ha tachado de amargada.

Pues seré una amargada por no querer burlarme de las personas.

Seré una amargada por no hacerme gracia un «chiste» sobre una enfermedad.

Seré amargada por no querer achacarlo todo al humor.

Pues sí, lo soy, lo seguiré siendo y no me amargaré por serlo, porque al menos, tendré mi conciencia tranquila y lucharé por transmitirle a mi hijo unos principios sobre el respeto que, aunque no servirán para erradicar ciertas actitudes, pretendo que con mi granito de arena se pueda construir un mundo mejor y más respetuoso.

 

Melanie Alexander