Las que creemos en el famoso hilo rojo, el destino, el amor verdadero, el amor a primera vista y los cuentos de hadas, tenemos la maldita manía de encariñarnos pronto, demasiado y mal. 

Lo bueno de que nos pase muy a menudo es que desarrollamos la increíble capacidad de tropezar con la piedra, levantarnos y seguir andando. Es lo que tiene la experiencia. Lo malo es que, aún con la herida abierta, seguimos andando en el sentido equivocado, nos encariñamos con otra piedra aún más grande y vuelta a empezar. Y así, siempre. 

Yo no sé si es un defecto, un súper poder, o simplemente una putada. Pero lo que sí que sé es que, sin quererlo, las que nos encariñamos pronto, demasiado y mal, terminamos sufriendo rápido, mucho y muy a menudo.

Y no lo podemos evitar. Da igual lo que nos digan; seguiremos encariñándonos con nuevas piedras y escogiendo siempre el camino con más curvas. El que se tuerce, el que da 30.000 vueltas para llegar a ninguna parte. El camino que más cicatrices deja. 

Por eso, la frase “Si nunca hemos sido nada, ¿por qué dueles”, seguro que es una de las melodías preferidas de tu cerebro. Puede que incluso sea la BSO de tu vida. La habrás repetido hasta la saciedad, te habrás hartado de tratar de encontrarle respuesta y también te habrás cansado de tener que explicar al resto que sí, que duele, y que duele mucho. 

Déjame decirte que todo pasa, y que de amor nadie se muere. Pero déjame decirte también que la vida es demasiado complicada como para putearnos a nosotras mismas. Siente, ama, quiere mucho, pero aprende a ponerte límites; aprende a diferenciar entre el amor verdadero y las montañas rusas. Aprende a entender que, a veces, dos personas están destinadas a no ser nada (y no pasa nada). 

Y antes de llegar al punto de tener que preguntarte por qué duele tanto algo que nunca mostró ningún atisbo de ser nada, te recomiendo que respires y empieces poquito a poco a apartarte del camino.

Cuando seamos capaces de coger el trayecto asfaltado, los atajos que nos salvan, a saltar piedras y a recoger solo flores, es entonces cuando empezará a dejar de doler. 

 

Iraide Olalde

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