Siempre serás mi eterno amor de verano. Cuando piense en ti siempre me sabrás a sal, calor, libertad y amor adolescente. De esos que son cortos pero intensos. A noches en la playa hasta el amanecer. A cócteles de frutas y alcohol. Tardes sofocantes con olor a pino mezclado con la brisa del mar. Porque todos hemos tenido en algún momento un amor de verano. Pero tú sin duda, siempre serás mi amor de verano favorito.

Summer love

Ese tipo de amor que sólo puede darse en los meses más calurosos del año entre una chica de ciudad de 17 años que veranea en la costa y un chico de pueblo de 23 que trabaja de camarero. Porque a simple vista podría parecer un amor al más puro estilo de película, pero los dos sabemos que no fue así. Los dos sabemos que yo no me fijé en ti hasta casi el final del verano, aunque tú ya hubieras puesto tu ojo avizor en mí. Los dos sabemos que te costó semanas enteras derribar mi fortaleza, aún y cuando mi respuesta a todas tus propuestas siempre era no.

Yo sólo quería disfrutar de un verano adolescente con mis amigos. Me acababa de dejar el que yo en su momento creí que podría ser el amor de mi vida, y no estaba dispuesta a dejar entrar a nadie más. Hasta que llegaste tú y pusiste mi mundo patas arriba. Recuerdo las noches interminables hablando en el pub del hotel al que yo iba religiosamente todas las noches con mis amigas. Los mensajes de buenos días. Tu insistencia en conocerme cada día un poco más y ganarte mi confianza. Porque yo siempre te decía que a mí me habían enseñado a no fiarme de los desconocidos.  Pero al final te hiciste tan conocido para mí, que un día me descubrí esperando ansiosa poder encontrarte cada noche y ver las horas pasar en conversaciones interminables. Aunque eso a ti te supusiera dormir pocas horas. Lo hacías sólo por estar conmigo.

Sólo tú

Hasta que llegó ese sábado noche en el que derrumbaste todos los muros de mi alrededor. Y ya no hubo vuelta atrás. Salimos todos juntos a la discoteca del pueblo del momento. Y en el preciso momento en que te vi aparecer, lo supe. Me habías ganado la partida. Y aunque ya hace más de 15 años de aquello, recuerdo esa noche como si fuera ayer. Bailamos y bebimos hasta que el cuerpo dijo basta. Nos besamos como si no hubiera un mañana y en ese preciso momento, sólo pude arrepentirme de lo mucho que había tardado en dejarte entrar en mi fortaleza.

Recuerdo llegar a casa y meterme en la cama con una sonrisa de oreja a oreja, y cuando estaba a punto de dormirme, oír cómo me llamabas desde la ventana. Asomarme y verte ahí abajo. Te habías colado en los apartamentos sólo para invitarme a ver el amanecer en la playa. Y no lo dudé ni un segundo. Me vestí de nuevo y salí por la puerta tan rápido como había entrado. Y para mí fue el amanecer más bonito que he visto nunca. Porque simplemente lo pasé contigo. Alguien que, antes que nada, se había convertido en un gran amigo. A ese amanecer le siguieron días calurosos de verano con mil actividades, tardes sofocantes viendo películas en la habitación de tu hotel y noches en la playa en las que nos hicimos mil promesas.

Los eternos paseos por la playa

Pero igual que pasa con el verano, nuestro amor se acabó cuando llegaron las primeras hojas del otoño. Y lo intentamos, vaya si lo intentamos. Y cómo duele que los amores de verano sólo duren los meses de verano. Volví a verte en alguna ocasión cuando tuve que volver a mi ciudad. E incluso tú cogiste un autocar para venir a verme y pasar todo un día conmigo. Pero con los meses, nos dimos cuenta de que nuestro amor a distancia no podía sostenerse. Así que con la total confianza que tienen dos personas que se han exprimido al máximo, dimos por finalizada una relación que ni si quiera había empezado. Con el tiempo perdimos el contacto, pero si hay algo de lo que estoy segura, es de que tú siempre serás mi eterno amor de verano.