Yo quería que tú fueras mi amor de verano.

Tú querías que yo fuera tu amor de verano.

Solo falló una cosa: no nos pusimos de acuerdo en qué verano.

 

Lo teníamos todo: vacaciones, un montón de rincones en el pueblito bueno en el que comernos el mundo y los morros y todas nuestras ganas guardadas en los bolsillos.

Fue la timidez, las noches de verano que corren muy rápido, aquellos chapuzones mirándonos de reojo desde ambos lados de la piscina o vete tú a saber qué pero aquel verano yo no te dije nada.

Me mordía la lengua mientras compartíamos aquel paquete de pipas a la fresca, mientras te veía bailar en la verbena y me sacabas a girar riéndote a carcajadas porque me pisabas. Me tragaba las ganas de besarte, las de acariciarte la nuca esas tardes en las que no hacer nada era el mejor plan y las de sentirme canija en tus brazos, entre otras.

Aquel verano me lo estaba dando todo, menos a ti.  Compartimos bailes horteras en la plaza del pueblo, nos tumbamos varias noches a ver las estrellas, dejamos que el sol nos pusiera (aún) más guapos y esperamos juntos a que llegara septiembre. Por dentro, yo me moría de ganas de besarte a todas horas y sin disimulo, de tocarte el culo y pellizcarte para demostrarme mi amor.

Yo te quise en silencio, en ese silencio patrocinado por ese miedo a perder la amistad. Yo te quise en silencio y tú te besabas a gritos con María. Tú me quisiste al verano siguiente, en silencio también, patrocinado por ese miedo a perder la amistad o cualquier otra rayada mental. Tú me quisiste en silencio y yo me besaba a gritos con Elías.

No sincronizamos calendarios ni corazones, ni siquiera fuimos capaces de ponernos de acuerdo para decirnos lo que sentíamos en el estómago.

Y míranos. Aquí estamos ahora, un puñado de veranos después, riéndonos juntos de aquel amor de verano que no fue. Descubriendo que ambos recurríamos al mismo amigo para hablarle de nuestras mariposas, que los dos nos callamos las ganas de recorrer las callejuelas de la mano y que ambos pensábamos en el otro cuando escuchábamos alguna canción de Alex Ubago.

Han tenido que pasar más de 15 años e ir a un reencuentro para que, con mi marido sentado al lado de tu chica y nuestros canijos jugando bajo la mesa, confesemos que un día nos quisimos más de lo que nos queremos ahora. Y lo hemos hecho con esa confianza de quién conoce todas las cicatrices del cuerpo del otro sin haberlas acariciado nunca, con esa complicidad con la que nos enseñábamos los huecos que nos habían dejado los dientes de leche y con esa verdad de quién nunca ha dejado de quererse.

Ha sido un placer que fueras mi amor de verano y ser el tuyo. Lo ha sido a pesar de no habernos besado sabiendo a salitre, de no haber compartido arena en la piel, de no salpicarnos entre besos en la piscina municipal y de no sentir que estábamos a solos en mitad de aquella pista de baile.

Siempre seremos los mejores en no sincronizar amores y calendarios.