Hace quince años que empecé a trabajar como asistenta del hogar y creo que ya puedo decir que he visto de todo. A estas alturas pocas cosas me sorprenden, aunque confieso que, hasta hace no mucho, me llevaba una sorpresa tras otra. Tardé en asumir que la mayoría de la gente tiene una forma de actuar similar con respecto a sus empleadas domésticas. No importa qué tan majos parezcan, ni lo mucho que insistan en que vas a estar muy a gusto con ellos porque son gente supersencilla. En la mayor parte de los casos esa imagen inicial que te dan es pura fachada. Aunque tampoco estoy diciendo con esto que te mientan en la cara. No. Lo más probable es que de verdad se lo crean. Lo que ocurre es que a todo se acostumbra uno en esta vida. Además de que las tareas domésticas son una puta mierda que al 99 % de las personas nos encantaría evitar. Y es por eso por lo que la gente cambia y por lo que una a veces peta y lo que quisiera es gritar: ¡Soy asistenta, no tu esclava!
Porque así es como me he sentido en muchos momentos, como la esclava de unas personas que parecían tan normales y que, de repente, son unos jefes déspotas y abusadores. No quiero generalizar, gracias a Dios no todo el mundo es así. No obstante, al menos en mi caso personal, me he encontrado con que un porcentaje muy grande entra en este perfil.
En el perfil de contratadores que te dicen que solo debes encargarte de la limpieza básica de la casa y luego no dejan de añadir tareas y más tareas. Aunque tu sueldo sigue siendo el mismo porque las tareas sí, las horas que te pagan, no. Y donde te encontrabas las camas hechas y la lavadora tendida, te encuentras todo sin hacer y una nota en el recibidor que dice: ‘ya sé que toca plancha, pero a ver si te da tiempo luego a limpiar los cristales’. Y no importa si ya les habías avisado que tú no te jugabas la vida limpiando ese ventanal de suelo a techo al que tus bracitos no llegan si no contratas un andamio.
No importa si con las dos toneladas de plancha que te han dejado (porque al inicio no, pero ahora te meten en el cubo de la plancha hasta los tangas) ya ibas justa de tiempo. De pronto pretenden que en el tiempo que tienes hagas lo que ya hacías y tropecientas cosas más. Que, en esas dos horitas que les vas dos días por semana, pases de sacar el polvo, aspirar, limpiar los baños y recoger la cocina; a todo eso más hacer camas, recoger calzoncillos sucios del suelo del baño, limpiar cristales, pulir plata, desatascar lavavajillas, planchar kleenex usados, ordenar cajones y revisar borradores de la declaración de la renta.
Eso cuando en la familia no hay niños, porque si los hay, habrás de añadirle también alguna que otra labor de canguro cuando tengan gripe y no puedan ir al cole (ve a la tienda y hazle también una sopita o algo, pero no te dejes nada de todo lo demás). O ir a recogerlo corriendo-corriendo porque mi reunión se ha retrasado y yo no llego. O dejar lo que tengas a medias 45 minutos de nada para que busques una muda y se la acerques al cole, que se ha hecho pis encima y yo no me puedo ausentar de mi trabajo. Claro, porque yo no estoy trabajando, estaba ahí sentada haciéndome las uñas hasta que llegara la hora de salir.
Ah, por no decir nada de esa pareja joven que te contrató porque les daba vergüenza la casa cuando venían sus padres los domingos. Ellos solo querían alguien que les sacara la mierda de encima para no tener que dedicar los sábados al zafarrancho. Pagando lo menos posible, claro está. Pero, la cosa cambia ahora que tienen un bebé. Un par de semanas antes de que termine la baja de maternidad te proponen que vengas de lunes a viernes y un par de horas más cada día. Además de lo que ya venías haciendo y los añadidos que han surgido con el tiempo, te plantean que también te encargues del bebé.
Total, si no hace nada. Solo es vigilarla unas cuantas horitas hasta que llego yo. Y darle el bibe. Y cambiarla. Y sacarla un ratito a que le dé el sol si hace bueno. Y preparar purés de verduras de cultivo ecológico y triturados a mano, pero que quede finito, que ya tiene que empezar y a mí no me come nada. Y si eso estimularla con estos juguetes que nos ha recomendado la pediatra. Y ¿¿¿cómo es que no te ha dado tiempo a limpiar las guías de las ventanas??? Qué fuerte, ya decía mi suegra que nos estabas timando.
En fin, que he tratado de contarlo desde el humor, pero todo lo anterior está basado en hechos reales y verídicos. Así que, por favor, tenedlo en cuenta si tenéis empleada del hogar, porque se trata de eso, de que es una empleada. De que tiene un horario, unos medios y unas tareas que deben ser justas y realistas.
Si la tienes y eres un empleador como Dios manda, pues GRACIAS. Gracias en mi nombre y en el de todas mis compañeras. Y si no… porfa, ponle remedio.
La asistenta (que no la chica ni la chacha ni la criada)
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