¿Soy bisexual o son fantasías?  

Llevo desde la adolescencia teniendo fantasías sexuales con chicas, algunas de ellas con mis amigas. He tenido incontables sueños eróticos en los que me lo montaba con ellas. En particular, recuerdo uno que me marcó: mi por entonces mejor amiga y yo íbamos en moto y, mientras yo dirigía, ella me masturbaba desde el asiento trasero

Hace unas semanas, mi novio y yo estábamos en un apartamento en la playa y vi paseando por la calle a una chica que me llamó la atención. Se lo comenté a él: “Esa chavala está increíble, ¿no?”. Él estuvo de acuerdo, pero siguió a lo suyo. Fui yo quien se quedó mirando hasta que la perdí de vista, mientras mi novio me miraba atónito. Me sentí como un heterobásico, aunque he de decir que no la incomodé en ningún momento porque desde mi posición ni siquiera me veía. 

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Y luego está el momento en el que disfruto sola. Cuando me apetece darme placer y necesito algún estímulo externo con el que ponerme a tono, suelo buscar GIF sexuales de chicas. Las veo solas o en compañía de otras mujeres, y si aparece alguna polla suelta que haya pasado el filtro de búsqueda, la paso enseguida. 

  • ¿Soy bisexual?

Lo cierto es que las etiquetas no me preocupan en absoluto. Ni tengo especial interés en definirme como bisexual ni miedo a hacerlo, al menos, a priori. Tendría que verme en la situación de presentarle a mi familia a una pareja chica para saber hasta dónde llegarían mis miedos y prejuicios, porque nuestro contexto social aún no lo pone lo bastante fácil. 

Si hay algo que me preocupa es recurrir al porno, más en concreto el lésbico, pues no me siento muy sorora cuando lo hago. Sabemos que detrás del porno hay mucho estereotipo machista que se fija en la mente de jóvenes sin otra educación sexual, deseo de dominio del cuerpo femenino e incluso explotación y trata. Y no tengo manera de saber si lo que veo es consentido o no, aunque esta es otra cuestión de la que me gustaría escribir en otro momento. 

Está claro que el cuerpo femenino me excita, me hace sentir deseo. Pero nunca he tenido sentimientos hacia otra mujer más allá del amor fraternal hacia una amiga o alguien de mi familia. Nunca me he enamorado de otra chica, y eso me hace pensar que son fantasías. 

Me he planteado experimentar, sí. El deseo de hacerlo me sobreviene de vez en cuando, hasta el punto de convertirse en obsesivo en ciertas etapas. Pero me pasan dos cosas: la primera es que dudo que me atreviera a dar el paso final llegado el momento; la segunda es que estoy en una relación heterosexual monógama. Mi novio ya me ha dicho que no me quiere coartar y que tendríamos que negociarlo, pero que se siente cómodo con nuestro tipo de relación y no le gustaría cambiar. 

  • Una fantasía extendida

He hablado con mis amigas de la bisexualidad. Algunas se lo toman con naturalidad, a otras les hace gracia haber aparecido en mis sueños eróticos y alguna me ha pedido expresamente que no se lo cuente si sucede, porque se sentirían incómodas. Una de ellas me ha dicho que le pasa lo mismo que a mí, que se excita con otras mujeres y que suele ver porno lésbico. Su testimonio, unido al de otras chicas a las que he podido leer, me hace pensar que esta es una fantasía extendida entre mujeres heterosexuales. A partir de lo que he leído y del análisis personal de mis propias vivencias extraigo algunas conclusiones. 

Una de ellas es que nos excita ver a otras mujeres practicando sexo porque nos sentimos identificadas con ellas. Compartimos biología, al margen de las diferencias físicas y, aunque el mapa del placer varía mucho de unas otras, encontramos similitudes en aquello que nos estimula. Por lo tanto, al ver a otras chicas teniendo sexo, simplemente nos ponemos en su lugar. Querríamos experimentar lo mismo que ellas. 

La identificación va más allá de eso. Es frecuente que, en escenas eróticas donde intervienen hombres y mujeres, la mirada dominante sea la de ellos, es decir, se centran en el placer de ellos. Esa pieza audiovisual está diseñada para ellos, por lo que nos cuesta conectar o incluso nos resulta demasiado agresiva. 

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Es posible, por otra parte, que se trate de una consecuencia más del aprendizaje patriarcal. El cuerpo de la mujer se ha cosificado hasta la saciedad y se ha vendido como un objeto más de consumo, sobre todo de consumo masculino. Y las propias mujeres, a veces sin siquiera ser conscientes de ello, estamos influenciadas por esa cultura. 

También tengo presente, y en cierto modo comparto, la idea que exponía Kat Hernández en Euphoria: que la sexualidad es un espectro y que nadie es completamente heterosexual ni  completamente gay. Me da la sensación de que las mujeres heterosexuales tienen menos prejuicios a la hora de decir que se sienten atraídas sexualmente por personas de su mismo sexo que los hombres heterosexuales. Al menos, ninguno de mis amigos me lo ha confesado, cuando alguna amiga chica sí lo ha hecho.

Quizás no tenga la menor importancia que sea bisexual o que sean fantasías, pero sí las dudas sobre si estoy reprimiendo o qué puede haber detrás del deseo. 

Azahara Abril