Soy la mejor amiga de tu novio, esa a la que, sin conocer de nada, ya odias solo por existir. Un placer que me mirases mal cuando nos presentaron, ¡oye! Qué gozada saber que ni voy a tener la oportunidad de ser yo misma o de caerte bien porque tienes celos irracionales de mi existencia.
Soy esa persona por la que te sientes amenazada sin saber la razón, sin sentarte a pensar ni un segundo que tal vez la naturaleza de mi relación con tu novio no tiene absolutamente nada que ver con la tuya. Tal vez tu novio y yo somos amigos, y solo amigos, los mejores, porque es la mejor manera en la que nos entendemos. Que si seguimos siendo tan buenos amigos después de semejante porrón de años, cabe la posibilidad de que el hecho de que sea solo amistad sea un tema más que hablado. Vamos, que si no somos pareja a estas alturas es porque no tenemos que serlo, no queremos serlo y justamente NO vamos a serlo cuando tú has aparecido en su vida.
Porque soy esa persona que lo conoce casi mejor que tú. Excepto en un par de facetas en las que desde luego tú ahondas más, yo he visto a esa persona en lo mejor y en lo peor. Lo he visto feliz, he llorado con él, nos hemos emborrachado juntos, tocado el culo, hablado de pedos (de los de gas y de los de alcohol también). Hemos ido a todos los conciertos míticos que puedas recordar de los últimos quince años, hemos visto tantas películas en el cine que, por fuerza, la mayoría irán vinculadas al nombre del otro hasta la posteridad. Nos hemos puesto en ridículo, hemos discutido, conocemos la cara del límite de la paciencia del otro que hasta un movimiento de un músculo del rostro nos da más información que 20 páginas de resultados de Google.
Por eso, no puedes pretender que en poco tiempo vuestros recuerdos se acumulen o tengan el mismo peso que los que tenemos nosotros. Por descontado, y parece mentira que tenga que recordártelo, no has de tener celos de nuestra historia. Vosotros estáis creando la vuestra propia, y tiene otro camino diferente. Porque no estamos compitiendo por sus atenciones o por su corazón, espero que esto lo sepas. Esto no es un concurso y no hay apartamento en Benidorm para la que gane.
¡Ah! E ignora Hollywood. Ni yo soy Julia Roberts, ni él es Patrick Dempsey, ni todas las pelis de mejores amigos enamorados son de verdad ni van sobre nosotros. En serio, esas cosas están para vender palomitas y hacer un final con alguien interrumpiendo una boda, no para la vida real.
¿Un consejillo? Si me odias… lo harás peor. Porque entrarás en la dinámica de querer prohibirle cosas y crearás una incomodidad donde no la había antes. Y esa incomodidad, esos nervios, esas dudas que no existían y que tú has sembrado como semillitas por el campo sí que pueden ser el germen de algo que te moleste, algo que antes no existía pero que ahora ha crecido de la nada. No pongas mala cara cuando te dice que ha quedado conmigo para hacer un café. No le digas que no te hace gracia que me escriba a última hora o que sea a la primera que llame para contar cosas. No montes un cristo cual celosa-histérica-de-frenopático digna de Glenn Close si a él se le ocurre decirte que nos abrazamos cada vez que nos vemos a modo de saludo. Pues claro que nos abrazamos. Es lo que hacemos.
¿Y sabes otra cosa? Tú y yo podríamos ser mejores amigas (bueno, a lo mejor no tanto, pero amigas sí, o llevarnos súper-bien). Piensa que tenemos en común a una de las personas que más queremos en el mundo y eso une mucho a las personas. De hecho, si yo fuera chico y fuese su mejor amigo, estarías encantada de hacer planes, de irnos de cócteles, de salir de juerga todos juntos y bailar hasta las mil y no estarías mirándome desde un rincón porque en plena canción de Black Keys él me tocó el hombro mientras bailábamos coordinados. Pero no tengo pene, así que supéralo. Vivirás más feliz quitándote todas las peliculitas de encima y si nos dejases a los tres ser quienes somos. Yo lo he intentado, ahora te toca a ti.