A mis 24 años me ha dado tiempo a vivir dos vidas. Una con 90 kg y otra con 65 kg. Es por ello que me considero una chica TRANSdelgada. Soy una trans del peso, soy una delgada trans. Pero en mi cabeza, por muchos kilos que gane o pierda, siempre seré gorda. Como dijo Soy una Pringada hace mucho tiempo, ser gorda es un sentimiento y cada día estoy más segura de que deberíamos formar un colectivo autorizado. O espera… ¿Estamos seguras de que la G de LGTBIQ+ no va también por gordas?

 

Para no romper con el estereotipo, desde pequeñita soñaba con estar delgada y A-D-E-L-G-A-Z-A-R era la palabra que se repetía en mi cabeza cada vez que había que pedir un deseo. La paz mundial o el perrito ya vendrán en otro momento. Quería ser como las demás, quería ser de Las Divinas cuando realmente a la tribu urbana a la que he pertenecido siempre ha sido a la única que no aparecía en los libros de inglés: la de “los raritos” formada solo y en exclusiva por los VIPS de la clase como los gordos, los homosexuales, las mariliendres y los compañeros inmigrantes. Sí, lo digo: me pasé toda la adolescencia visitando asiduamente blogs pro-ana y pro-mia, porque señora, su hija no está bien y cuando por fin acepté mi cuerpo, me descubrí como un ser sexual y gané autoestima: PUMMMM DELGADA (yaestáquílaguerra). Mi sueño se cumplió justo en el momento que no era. ¿Y ahora qué hago yo sin todos mis kilos?

Mi transición se llevó a cabo a la edad de 23 años de forma inesperada y hasta el momento sin ninguna operación de reasignación de peso. Esto me llevó a no estar preparada psicológicamente para vivir sin esa especie de barrera protectora a base de grasa que hacía que me sudase el coño todo lo que dijesen los demás, porque claro, como era gorda, bastante tenía ya con lo mío. Cuando tenía todos mis kilos conmigo no tenía nada que perder, ahora tengo una panda de hombres pendientes de mi culo. Antes para decirme que lo levantara del sillón “put*gorda” y ahora para decirme que “vaya culo, guarra”. Cambia el tono de la mirada, pero a fin de cuentas, sigue siendo un grupo de ONVRES pendientes de ti. A ver si va a ser verdad que las gordas y las delgadas no somos tan diferentes…

Al igual que una chica trans puede no parar de admirar sus tetas, tras mi GRAN CAMBIO, yo no podía parar de admirar mis caderas cabiendo en un pantalón de Bershka de la talla 40. En mi nueva versión (que no mejorada) de chica transdelgada me paseaba orgullosa por las calles comerciales y entraba a todas esas malditas tiendas en las que lo máximo que podía comprarme años atrás eran unas zapatillas. Yo, convertida en el terror de Amancio Ortega, me probaba todas y cada una de las prendas solo por el placer de ver que la ropa me cabía e incluso ME SOBRABA TALLA (!!!!!!!) para luego irme a mi única tienda de confianza: H&M. La tienda donde me sentía a salvo de cualquier mirada porque ser gorda es una personalidad y es la mía. ¿No se suponía que al ser delgada iba a entrar a formar parte de las Kardashian y todos mis problemas iban a desaparecer? DÓNDE ESTÁ ESA FELICIDAD, EH, PATRY JORDAN. DÓNDE ESTÁ. DÓNDE COÑO PONE EN MI DNI QUE AHORA TENGO UN IMC NORMAL. 

Sigo siendo la misma persona guapísima, inteligentísima y validísima que no solo ha de soportar la insoportable levedad del ser, sino que la gente se de cuenta de todas mis virtudes ahora. AHORA. ¿Y cómo es AHORA la vida de una mujer transdelgada? Pues mira, aparte de que tienes más opciones para comprar ropita… Un asco.

Haber sido gorda toda tu vida te da un bagaje de experiencias y situaciones que el resto de personas normotalla no han tenido la desdicha de soportar, ya que el tener sobrepeso te hace convertirte en una especie de vieja del visillo que todo lo observa sin ser vista. La paradoja de la gordura: ser enorme físicamente e invisible al mismo tiempo. Te hace reacia, entender cada comentario con segundas y buscar siempre los tres pies al gato porque en tu cabesita loca sigues siendo la gorda de la que todo el mundo se reía. Ya sabemos que ser gorda es algo súper gracioso y negativo y que no solo significa que tu peso es mayor que el de los demás. De la misma forma te obliga a tener una perspectiva amplísima del mundo actual, desde el punto de la criticada gordura y desde la óptica de la halagada delgadez. Para al final, darte cuenta, como cualquier chica trans o no, que la sociedad es la verdadera institución que está malita de los nervios

Resumiendo, que no vengo a daros la chapa desde mi altar de persona delgada, pero es que ni viviendo dos vidas te da para soportar la obsesión malsana que tiene la gente con la gordura. Y ya no solo lo dicen las gordas. Ahora también lo corroboro yo. Palabrita de chica transdelgada. 

 

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