Creía que no tenía suerte en el amor. De verdad, he tenido más desengaños amorosos que dedos para sumarlos.  No sé en cual de todos decidí parar y rendirme a la evidencia: el amor no era para mí y este mundo ya no era bueno para enamorarse. 

Que si ghosting o no sé qué palabra para definir un “paso de tu puta cara”. Que si “me gustas pero no estoy preparado para una relación”, así que quédate cerca pero no demasiado por si me espantas a las otras. Que si relaciones que al final dejaban más malos recuerdos que buenos. Y ex novios a los que me refiero como “difuntos” o “el-que-no-debe-ser-nombrado” – y ojalá ni nombrarles. 

La historia se repetía una y otra vez con los mismos patrones y siempre tenía el mismo final y una gran frase:   todos son iguales”.

Y muchas teorías que la siguen. Todos son iguales porque nos gustan los chicos malos. Los chicos que no te tratan todo lo bien que deberían desde el principio. Los que te  venden la moto y acabas pagando más que en el taller. Chicos mujeriegos con los que quieres sentirte especial. Y que te elijan entre todas las demás. Porque queremos ser sanadoras y salvadoras. Pero, al final, nos tenemos que salvar a nosotras mismas. Que se lo digan a Sandra Pica con Tom, que viendo las orejas, el cuerpo y el rabo, si me apuras , al lobo, se ha metido hasta el fondo en su cueva.  

Porque, no nos engañemos, jugamos demasiado mal al amor. Las reglas son muy complejas y, a veces,  nada sanas. Vemos a las personas como instrumentos que pasan por la vida para cumplir un fin y no como el fin en sí mismo. Nos utilizan y utilizamos. Nos fallan y, para la siguiente, nos blindamos y acabamos fallando. 

Queremos ser independientes- y debemos serlo- pero nadie quiere ser prescindible ni sustituible. Queremos con orgullo. Con rabia, y, si me apuras, al juego del “te persigo hasta que te consigo”.  

Una especie de pilla pilla en el que quien se pilla de verdad, pierde. 

Y, a veces, NOS CONFORMAMOS con esas reglas. Te metes en la dinámica, te transformas y acabas sintiéndote cómoda.  TODOS SON IGUALES, si , pero como tú también eres igual, “te da igual”. 

A veces duele pero te sientes fuerte porque ya te ha pasado muchas veces. Lo lloras en el hombro de tu amiga, lo ironizas, dices un “joder todos son iguales”, lo olvidas y  a por el siguiente. Pero siendo un poco menos tú. Porque vas con más reservas y menos confianza.  

Y es que, ¿Qué pasa si no son todos iguales? ¿Qué pasa si somos nosotros quien repetimos historias con diferentes protagonistas?

¿A quién en su sano juicio le gustan “los chicos malos”? Por el amor de dios, me gustaría decirle a mí yo adolescente que es una masoquista y que, por favor, huya de esa maldita dinámica.  

Porque cuando aparece un “chico bueno”, huimos.  Creemos que solo puede ser un amigo y no le damos oportunidad de llegar a ser nada más. O creemos que nos está mintiendo, porque nos han mentido mucho.  Y anticipamos el tan sonado “todos son iguales”  añadiendo “pero yo soy peor”. Porque quien siente menos, gana. Y sólo queremos ganar. 

Pero, ¿lo correcto no es dejarnos ganar y ganar a personas que nos hagan bien en nuestra vida? 

Y es que, no se por qué pero cuando aparece alguien que no nos hace daño. Que no nos lo pone difícil.  Qué se fija en todos nuestros pequeños detalles y los da importancia. HUÍMOS. Alguien con el que vives, ríes , sientes y nunca lo pasas mal. Alguien que parece querernos por lo que somos y no por lo que podemos darle. HUIMOS. Porque nos extraña que alguien nos hable bien siempre, quiera vernos, nos escuche y no tengamos que » luchar» por cambiarlos. Pensamos que ahí no está porque es demasiado bueno para ser verdad. Que hay gato encerrado y que ya le escuchamos maullar. Así que, mejor huir. Por si acaso.

Nos olvidamos de que el amor no es lo que hemos tenido. Porque no es drama. No duele. No ES SIEMPRE IGUAL.  No tiene que ser difícil. Tiene que ser tranquilo y efusivo a partes iguales. Te tiene que llenar pero no tiene que llenar toda tu vida.

Porque no vamos a encontrar amor allí donde nos han hecho daño. No vamos a querer si no nos dejamos. Ni vamos a encontrar a alguien especial si pensamos que todos son iguales. Porque, chiquitas,  muchas veces y siento ser yo la que nos lo diga: nos autoboicoteamos. Buscamos equivalencias y reglas universales donde sólo debería existir un “dejarnos llevar”.

Porque no todos son iguales si dejamos de buscar igual, os lo puedo asegurar.

 

@VEGA.ESE