Tengo pérdidas de orina desde que di a luz y no me avergüenza decirlo.

No me da ningún reparo porque, mira, es lo que hay. He tenido un embarazo, un parto complicadillo y, finalmente, un hermoso bebé de 4.500kg que se pasó nueve meses dentro de mi útero y que vino al mundo haciéndose hueco a través de mi vagina.

¿Os han dicho alguna vez eso de que no importa cómo sea el parto, que en cuanto ves la carita de tu bebé se te olvida todo?

Bueno, pues… aquí una que discrepa.

 

Mi nene tiene casi un año y yo sigo recordando aquellas intensas horas previas a verlo tan protestoncete y cubierto de viscosidad.

Me acuerdo a diario, sobre todo cuando se me escapa el pis.

Entonces me vienen flashes del ingente peso y la terrible presión que sufrió mi vejiga, así como el resto de los órganos de la zona.

De los pujos, los apretones.

Y de la maldita episiotomía.

 

Menudo bordado el que me hicieron a mí en los bajos, amigas. Una cosa preciosa que sigo pagando a día de hoy. Tengo más puntos ahí abajo que en el carnet de conducir, no os digo más.

Pero, como comentaba antes, es lo que hay también.

Me quedo con que el nene nació perfecto y con que, poco a poco (más poco a poco de lo que desearía), mi cuerpo fue sanando y recuperando sus antiguas formas y funcionalidades.

El único vestigio que me queda son estas pérdidas de orina tan graciosas.

Chistosísimas.


Foto de Sora Shimazaki en Pexels

Me parto de la risa, aunque siempre con las piernas apretadas o con una Tena Lady puesta.

Que esa es otra, tengo treinta y dos años y uso compresas para incontinencia. Tampoco me avergüenza admitirlo.

Al principio me resistía porque sentía que eso era una cosa de señoras.

¡Ja!

Ahora llevo un par siempre en el bolso y hablo de ellas sin problema. El otro día saqué el tema en el colmado de mi barrio y una vecina octogenaria que tengo me recomendó una marca en concreto. Mucho más barata que la que usaba y que me va estupendamente. ¡Qué descubrimiento!

 

Llega un poco tarde, la verdad. Porque me complace deciros que, gracias a la supermatrona de mi centro de salud, que es un crack, y a la terapia de suelo pélvico que llevo meses haciendo, hay días en los que no me meo por mí. Son días sueltos, pero ya es algo.

Por el momento seguiré cruzando las piernas con fuerza cuando me dé la risa y/o cuando estornude o me entre tos. Y corriendo al baño en cuanto sienta las mínimas ganas de orinar, porque lo de aguantárselas hasta que encuentre el instante o el aseo adecuado para ir a hacer pipí, no es algo que me pueda permitir en la actualidad.

 

Algún día podré hacerlo, podré dejar de usar compresas, de fichar constantemente el wc más próximo, podré mearme de la risa solamente en sentido figurado. Seguro.

No obstante, mientras tanto y posiblemente aún entonces, voy a seguir hablando de ello cada vez que me apetezca, sin tapujos.

Porque hoy se me escapa el pis como consecuencia de un parto y es posible que me recupere del todo. Pero quizá mañana la incontinencia vuelva a mí. Por otro parto, por dejar de hacer ejercicios de Kegel, por la edad…

Porque ninguna estamos exentas de padecerla y ¡no pasa nada!

 

 

Atentamente:

La chica del Orinoco

 

 

Envíanos tus vivencias a [email protected]

 

 

Imagen destacada de Sora Shimazaki en Pexels