TENGO UN BEBÉ Y NO SÉ USARLO

 

Después de dar a luz, sea parto vaginal o cesárea, te dan a tu recién nacido, se engancha al pecho -o no- y piensas: “¿Y ahora qué?”

Porque no vienen ni con libro de instrucciones ni con etiqueta de lavado. Y oye, poca broma que, para lavar el cordón umbilical por primera vez, sudé la gota gorda: ¿Y si se lo arranco? ¿Y si no se lo lavo bien y se infecta? ¿Y si le hago daño? ¡Tiene que quedar bien seco y a mí me parece aún húmedo! ¡Qué presión! Por no hablar del repelús que me daba rozarlo.

Y bueno, en el hospital si tienes dudas, pulsas el botón y vienen a ayudarte, pero cuando llegas a casa… Amiga, te toca un Juan Palomo bien grande.

En esas estoy, que no sé si dejar a mi bebé criarse en libertad o tratarle como si fuese nitroglicerina. Y yo le pongo actitud, ¿eh? Pero claro, esta bolita de pelo hace cosas sorprendentes e imprevisibles a las que no sé muy bien cómo reaccionar:

Se autosabotea el sueño

Con lo fácil que es cerrar los ojos y dejarse llevar, ¿por qué se empeña esta criatura en permanecer despierta a toda costa cuando está que se cae? Y cuando consigue dormirse, se queda en un estado de vigilia semipermanente con los ojos medio abiertos que, al despertarme de madrugada para comprobar que sigue respirando -porque es una paranoia al principio-, y verla en ese percal, me da el susto de mi vida.

 

Come dormido

¿No se atraganta? Pues no. Tan pichi que se queda. Aquí no hay sabotaje, este bebé distingue situaciones. No prioriza, se queda con lo mejor de las dos cosas. El problema es que se eterniza la comida y puede tirarse un par de horas perfectamente para cada toma. Al principio me desesperaba, pero como va cogiendo peso, aunque sea poco a poco, me he ido relajando. Ahora mientras, me pongo al día con mis series.

Tiene una obsesión incomprensible con el techo

En teoría, el primer mes la vista está borrosa y no enfoca. Pues en la práctica sólo enfoca al techo, concretamente a las esquinas. Le maravilla, a veces sonríe. Cuando pasa, miro también a ver si es que hay una mancha de humedad reciente o una araña del tamaño de un melocotón. Pero no. No hay nada. Y estas cosas acojonan lo más grande cuando lo hace a las tres de la mañana. Que no sea un fantasma, por favor.

 

Puede estornudar y peerse a la vez

Y sin complejos. A veces deberíamos aprender de estos pequeñuelos. Es un poco escatológico cuando encima está al pecho, pero tampoco es que tenga mucho margen de acción. Si luego sonríe, igual hay premio gordo. Guiño, guiño.

Regurgita con una facilidad pasmosa

Al principio asusta porque piensas que ha vomitado y eso desencadena decenas de pensamientos sobre su salud. Pero siempre que no esté incómodo al hacerlo, es normal. Pues qué quieres que te diga, me sigue asombrando. Termina de comer y blaf, media toma fuera.

Con lo mal que lo pasé durante el embarazo, que me sentaban las cosas mal y era un quiero y no puedo. Y aquí mi retoño ni se inmuta, y tan feliz a otra cosa, que suele ser mirar al techo de nuevo.

 

Babea como arma de destrucción corrosiva

Una vez que comienzan con la salivación excesiva, todo empieza a estar cubierto de una capa espesita y transparente. Y no sólo está relacionado con los dientes. A mi bebé algún año le saldrán, por ahora no hay atisbo, y aún así, podría rellenar una botella de agua con lo que se le va cayendo. Lo trágico es que los mordedores ya no conservan el aspecto que tenían antes.

No es consciente del peligro

No tiene sentido de la profundidad, ni del peligro. Vive al límite y a mí me va provocando mini infartos por el camino. Da igual lo acolchado que lo tenga todo. Tiene fijación por el único sitio que no está controlado. Y se lanza rápida y velozmente a hacer sus comprobaciones. Todo sea por el empirismo.

 

Se chupa los pies como si trabajase en el Cirque du Soleil

Cuando crecen un poquito y se los descubren es muy tierno. Y muy revelador. No creo recordar esa agilidad en mí misma. Seguramente dejé de ser tan elástica durante el paso de bebé a niña. Así que me sorprendo bastante viendo cómo no acaba descoyuntándose para alcanzar el premio. Que disfrute, porque si la genética influye en la elasticidad, no le durará mucho.

 

Y cada día hay un nuevo descubrimiento, y no hay día que no abra la boca y no capture el momento 17.000 veces en el móvil, que ya me dice que está al límite del almacenamiento. ¡PERO SI ACABO DE EMPEZAR! Y necesito procesar todos estos datos para, si algún día me da por volver a embarcarme en esta aventura, poder crear un absurdo manual de instrucciones que me recuerde que tengo un bebé y no sé usarlo.

 

Carla Jano