Queridas Loversizers, lo que vengo a contaros hoy es otra de mis historias “tierra trágame y no me cagues”. La gabardina traicionera.
Hace poco, mi pareja y yo vimos una película calenturienta en la que, una chica llevaba tan solo una gabardina. Se ponía sus buenas botas para andar por la calle e ir a casa de su chico, abrir la puerta, quitarse la gabardina y… ¡toto al aire!.
A mi chico le pareció súper sexy que me pusiera solo una gabardina y saliéramos a pasear por la calle (una vuelta cortita chicas, no os penséis que íbamos a hacernos los 10.000 pasos diarios).
Total, como a las diez, ya de noche, me planto mi buena gabardina del Zeura, unos botines a juego y a la calle que vamos.
Ya en la calle, me noté bastante cómoda y me pareció buena idea ir a tomar algo a un bar cercano y conocido. Nos pareció una idea interesante y fuimos. Después de dos cervezas entre risitas, al saberlo únicamente nosotros, empezamos a meternos mano.
La situación ya empezaba a calentarse y decidimos volver a casa. Empezamos a andar, que si una mano por aquí, otra mano por allá, nos magreamos en un banco del parque, me pongo encima y los dos cachondísimos, claro.
“O vamos a casa o me abro la gabardina aquí mismo”
La poca sangre que le quedaba a mi chico en la cabeza le sirvió para levantarse como si le hubieran puesto un muelle en el culo, cogerme de la mano y correr dirección a casa.
Nota: le paré los pies porque, al ir tan rápido, se me abría el final de la gabardina, ya que esa parte no tenía botones y se podía ver que, claramente, no llevaba nada.
Estábamos a un paso de cebra de llegar a casa, cuando paramos en seco para comportarnos y dejar de meternos mano a lo loco porque, al otro lado del paso de cebra, había un trío de señoras que, probablemente, volvían del bingo (esto no es un chiste, lo tengo al lado de casa, soy muy binguera y me sonaban las caras de las señoras).
El semáforo se pone en ámbar y un coche decide acelerar para pasar antes de que cambie a rojo. Pasó rápido, tan rápido que se levantó algo más que el viento.
Si amigas, se me abrió la parte de abajo de la gabardina y tres buenas señoras pudieron ver mi precioso toto.
Al principio, se rieron por lo bajo, pero una de ellas dijo: a mi Manolo también le ponía que fuera sin bragas por la calle.
¡Pues claro que sí, señora!.
Yo esa noche disfruté de un buen polvo y pretendemos repetir. Pero con más botones en la gabardina.
Anónimo
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