Sí, yo también he sido del club de las no-madres. Es más, yo era de las que nunca de la vida iba a tener hijos. Madre mía, quedarme embarazada, deforme, sacar un niño por el chocho. Me parecía todo una película de terror (aunque tampoco estaba muy equivocada). Aun así, yo opinaba. Cuando veía niños con berrinches les miraba mal y pensaba «Por favor, señor, controle a su hijo». Si una madre se quejaba de la maternidad, pensaba yo «Pero fue decisión tuya, ahora no te quejes.» O lo típico de «Si mi hijo no se quiere comer la verdura, le dejo sin comer hasta que se la coma.» Me costaba entender por qué había madres que no querían separarse de sus hijos o padres que no podían saltarse el horario establecido. Y me creía que mi vida iba a seguir siendo igual, que a mí, eso no me pasaría. Y ahora me arrepiento un poco, porque no tenía ni idea. (Suerte que suelo guardarme este tipo de opiniones en la cabecita, que ahí están muy bien).

De hecho, esto se puede aplicar a todo. Si no has vivido una situación, si no sabes de qué hablas, intenta ser comprensivo y no digas nada. Pero claro a todos nos encanta opinar y especialmente opinar sobre la maternidad es deporte nacional. Y mi conclusión es que todos somos mejores madres y padres antes de tener a nuestros hijos. Es verdad que también existen las madres pluscuamperfectas que nunca tienen ningún problema (y seguramente tampoco discuten con sus parejas). Pero en general, todas lo hacíamos mejor antes de sufrir por ellos, antes de encontrarnos perdidas y agobiadas ante una situación que no hemos vivido jamás y que nos supera y antes de dormir 4 horas por noche (y ni siquiera seguidas).

Todas conseguiremos que nuestro hijo se coma la comida

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Está clarísimo, los niños que no quieren comer es porque están maleducados. Porque sus padres no insisten suficiente, porque son unos blandos. ¿Pues sabéis qué? Yo también lo pensaba. Pero no. He visto niños que realmente no tienen hambre. Y madres que prefieren que coman cualquier cosa antes de verles salir del peso saludable. He visto niños que se han pasado DOS días enteros sin comer porque no querían el brócoli que sus padres le ponían de desayuno-comida-merienda-cena. Y he visto a los padres rendirse porque sufrían por la salud de su hijo. He visto cosas que no creeríais y no es tan fácil, queridas. No es tan fácil.

Todas tendremos canguros a punto y no nos dará nada de reparo dejar a los niños con ellas

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Planazo de fin de semana. Sin niños. Cena, copas, baile. Si tienes niños, no te preocupes. La solución está clarísima: llama a una canguro y problema solucionado. Porque claro conseguir una canguro así de golpe y que confíes en ella inmediatamente es súper fácil. Y los 10€ la hora le vienen fenomenal a nuestra economía de pañales y botes de leche. Que no, que yo era la primera que decía que dejaría a mi hijo a los dos días de parir y luego… No es que quisiese estar todo el día con él pero es que no me fiaba más que de mí y de mi chico para cuidarle bien. Por suerte, con un poco de tiempo y práctica lo conseguirás. Te lo prometo.

Todas sabemos que porque no se respeten los horarios un día, no pasa nada

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Parecía que tuviésemos todas una carrera en educación infantil. «Que exagerados tus amigos por querer mantener las rutinas de su hijo, que le pongan a dormir en el carro. Tampoco pasará nada». Pues puede ser que no. Hay niños que son felices y duermen y comen en cualquier parte. Pero os voy a contar un secreto: los niños no son una ciencia exacta. Cada niño es un mundo. ¡Qué digo un mundo, un universo! Así que lo que funciona para ti, no funciona para tu amiga y con lo que tu está cómoda, ella no. Y puede ser que sí, que a ciertos niños, como les cambies los horarios, se convierten en gremlins malvados.

Todas pensamos que podemos llevar a los niños a cualquier lado

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«Vamos a tomar un café. Tráete el niño, no pasa nada.» Reconozco que esta es la más bienintencionada de nuestras suposiciones. Total, es un bebé no hace nada más que dormir y comer. Pues depende, los hay que sí, los hay que no. Los hay que sí cuando son recién nacidos pero que cuando tienen 8 meses no paran quietos ni que les ates. Ir a los sitios con niños es incómodo porque no te estás relajando. Estás pendiente de él, de si llora, de si hace ruido, de si molesta a los demás. Sí, al contrario de lo que pensaba antes, los padres no lo pasamos nada bien cuando nuestro bebé se pone a llorar a grito pelado en un restaurante/cafetería/avión/tren. Cero disfrutable. Mi teoría: hay sitios para niños y sitios para adultos. Cada oveja en su redil, por favor.

Todas sabemos que las madres llegan tarde porque no se saben planificar

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Señoras, si nos cuesta planificarnos a nosotras solas… No os quiero ni contar lo que es llevar la agenda vital de un niño en la cabeza. Lo que come, lo que no, a qué hora, las vitaminas, las medicinas, el baño, los pañales, el juego, el paseo, las siestas y coge las llaves del coche y los pañales y los biberones y la muselina y, y, y. Nos organizamos todo lo que podemos pero es que, además, tenemos nuestra agenda personal, nuestra agenda de trabajo y SOLO UN CEREBRO. Lo sentimos pero durante unos años vamos a seguir llegando ligeramente tarde. Tampoco vamos a levantarnos a las cuatro de la mañana para conseguir llegar puntuales, vamos a ser sinceras.

Todas sabíamos perfectamente qué hacer en caso de rabieta

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Curiosamente, llegado el momento de ser madre, se nos olvida. Llegan los terribles dos años y no sabemos qué hacer con esas rabietas. Con lo fácil que debe ser. Pues resulta que las rabietas son algo normal. Los niños las necesitan para aprender límites. Hay que ser firmes y ir extinguiéndolas poco a poco, pero tampoco es 2+2 son cuatro. Mi mejor amiga estuvo un día 45 minutos en un parking para no ceder ante una rabieta de su hijo. Y ole sus ovarios. Pero estoy segura que ni ella ni las demás madres, tenemos cada día 45 minutos para pasar en un parking. Ni paciencia infinita que se recargue automáticamente a las 12 de la noche. Oye, querida, si sabes controlar a mi hijo, eres bienvenida. Prometo no entrometerme, todo para ti.

Que sí, que nuestros hijo inexistentes, dormían a sus horas, se lo comían todo, se comportaban en los restaurantes, respetaban nuestros límites y seguían nuestras rutinas. Sólo me queda decir:

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