Es durísimo estar en un lugar en el que no debes estar, y no hablo de ningún espacio físico. Me refiero a eso tan trillado del ‘ahí no es’. Yo estuve muchos años donde no era, en un matrimonio que no estaba bien.

Ojo, no estaba bien para mí ni para mi ex. Porque la nuestra tampoco es una historia de maltrato, ni toxicidad ni nada parecido. Simplemente, no éramos el uno para el otro y, no sé por qué, tardamos muchísimo en averiguarlo. Aunque al final lo hicimos y terminamos con la relación; lo cual, curiosamente, fue el acto más civilizado y tranquilo que llevamos a cabo juntos.

Como decía, pese a que la relación de la que salí no era nociva, sino solo equivocada y mal gestionada, la separación supuso un gran alivio en muchos sentidos. Una vez que asimilé mi nuevo estatus, empecé a ser consciente de todo lo que me estaba perdiendo. Algunas cosas no tienen importancia, sin embargo, hay otras que ahora sé que no estoy dispuesta a volver a perder si comienzo una nueva relación. Y que tengo la sensación de que son necesidades muy básicas a las que algunos renunciamos sin pensarlo cuando estamos con alguien.

Me explico, esto es todo lo que gané después de divorciarme:

 

LIBERTAD: Suena egoísta, pero es que no supe lo atrapada que me sentía en pareja, hasta que me vi libre de ella. Resulta tan agradable poder decidir por mí misma qué quiero hacer, a dónde quiero ir o lo que sea. No depender de las necesidades y preferencias de otra persona resulta superliberador.

 

AUTONOMÍA: Cuando estás en una relación te acomodas en los roles de cada uno y corres el riesgo de volverte dependiente. Al menos en algunas áreas, o eso es lo que me pasó a mí. Por lo que, cuando me vi sola de nuevo, tuve que aprender a sacarme las castañas del fuego en algunas situaciones de las que siempre se encargaba mi expareja. Y eso siempre es bien.

 

TIEMPO: Como la mayoría de la gente, sigo teniendo un trabajo que me absorbe y me deja muy poquitas horas libres. Sin embargo, guau, cómo cunde el tiempo cuando es todo todito para ti sola. Qué pasada. Qué maravilla poder disponer de él sin tener que adaptarte a la disponibilidad de otro. O a la obligación de acoplarlo al suyo.

 

AUTOESTIMA: Desde que estoy sola y buscándome la vida por mi cuenta me siento mejor, más válida, más responsable, adulta y funcional. También me cuido más, me dedico tiempo que antes no tenía (como consecuencia del punto anterior), y todo ello ha hecho que me quiera un poco más. Bastante más, diría. Sí, mi ego y yo estamos mejor después del divorcio. No hay duda.

AMISTADES: Como me encuentro mejor, tengo más ánimo y dispongo de más momentos de ocio, he empezado a salir más. A ver a amigos que no veía a menudo, a recuperar la relación con personas con las que ya apenas me mensajeaba de cuando en cuando. He ganado en vida social y, sobre todo, en interacción con mis amigos, con los que eran mis amigos antes de él. He hecho incluso algunos nuevos.

 

PAZ: Vale más estar sola, que mal acompañada, eso es sabiduría popular. Yo no es que estuviera mal acompañada, solo estaba… donde no era. Y eso, a la larga, te afecta. Ahora hay días mejores y peores. Tengo algunas carencias y hay cosas que quiero cambiar, pero, en líneas generales, estoy en una paz como hacía años que no recordaba.

 

No me cierro al amor ni a formar una pareja de nuevo, pero a partir de ahora lo haré con mucho más cuidado y poniendo el foco en no perderme a mí misma ni lo que quiero y me hace bien.

 

Imagen destacada