Hola, SIENTO MUCHÍSIMO el tocho que acabo de adjuntar, pero no se si éste es el lugar adecuado.
Pues eso, agarros que vienen curvas.
Cuando tenía 15 años mientras mis amigas ligaban y tonteaban con los que les venía en gana (o los que podían), yo me dedicaba a sujetar sus bolsos y abrigos, ver cómo todas y cada una de ellas se liaban con chavales (más o menos agraciados), y aguantar sus llantos post-ruptura.
Siempre pensaba que era por mis kilos y michelines de más, así que pedí a mi madre que me llevara a un centro que me preparó una dieta a base de pastillas (¡¡ERROOOOOR!!). Efectivamente adelgacé, y ese mismo verano me lié con un chaval.
yo estaba eufórica, pensando que había ligado por estar más delgada (y no por haber aumentado considerablemente mi autoestima).
Pasaron los años, y poco a poco volví a engordar. Los ligues volvían a menguar, conforme mi peso aumentaba y mi autoesima bajaba.
Llegué a un punto en el que solo podía pensar en comer y llorar porque nadie me quería. Y más comía. Vamos, la pescadilla que se muerde la cola, muy original todo.
Un día, hace tres años, mi cerebro decidió volver a la teoría de que si adelgazaba, encontraría al amor de mi vida. Así que volví al tema: lechuga, pollo-plancha, agua… y me hice amante de todos los productos light del mercado.
Como siempre que me encabezono, tenía una meta y un motivo que alcanzar (el peor): encontar novio.
conforme iba adelgazando, mejor me sentía, pero (vuelvo a insistir) por el peor motivo: empezaba a ligar otra vez.
Hasta que le conocí a él. Era maravilloso. Atento, romántico, gracioso, tímido, trabajador (aunque luego resultó que no daba un palo al agua). Vamos, el pack completo.
Todo empezó rapidísimo, hablabamos a diario durante horas, los fines de semana mi vida se paraba y todo giraba entorno a él.
Mientras yo intentaba poner los pies en la tierra, pensando que era demasiado bueno para ser verdad (mayormente porque acababamos de conocernos) él no paraba de hacer plantes. Planes de cómo iba a ser nuestra vida juntos. Hablaba de tener hijos conmigo. Ahí empezaron a saltar mis alarmas. Pensaba: «por el amor de dios, Raquel, ¡si no hace ni un mes que nos conocemos!».
En cuanto pudo me presentó a parte de su familia y entorno, incluso ya había hablado de mi a sus padres (insisto: antes de que pasara un mes).
Me surgían dudas de por qué tenía tanta prisa, pero el corazón mandaba sobre la razón.
Poco a poco iba notando que algo raro pasaba. Algo escondía. Pero otra vez mis ganas de segrui con él eliminaban cualquier duda.
Hasta que un día, abrí los ojos. Fue el peor momento de mi vida, donde pude ver lo fácilmente manipulable que soy.
Fui uniendo todas las situaciones que durante todo ese tiempo califiqué como «extrañas». Os vais a cagar nenas:
Cuando ibamos a la playa, él no dejaba de mirar a los típicos «chulos de playa» marcando paquetón; estando en la calle, a cada tio que pasaba se le quedaba mirando de arriba a abajo, o se le iban los ojos al culo de los camareros cuando se alejaban de la mesa; o – ésta es buenísima, en plan: «Raquel ¿cómo fuiste tan gilipollas?»-, cuando me contaba la historia de que estando de viaje de estudios se despertó en la cama con un chavalín (aaaay chavalin) y que no recordaba nada.
Si, efectivamente. Era gay.
Y pensaréis: ¿cómo puede ser que estés con un gay y no lo sepas? ¡E ahí la cuestión, amigas! La cara de petarda que se me quedó fue épica.
Es verdad que en la cama notaba que algo no fluía. No dejaba que le tocase, pero (ciega de mi) pensaba: uy, un Christian Grey al que moldear. ¡Pero no!
Y claramente, él a mi tampoco me tocaba más que lo justito. La cosa era: pim pam pum y a dormir.
Así que ese mismo día tomé la decisión y le mandé a freir espárragos.
Igual os parece raro, pero en realidad no le tengo rencor por querer tapar su homosexualidad. Al fin y al cabo, si no quieres asumirlo, tienes que hacer una artimaña como me hizo a mi.
Pero por lo que si le guardo rencor, resentimiento, rabia, odio (no hay suficientes sinónimos), es por haber querido utilizarme para su propio bien. Él decidió que mi vida ya no iba a ser cosa mía, que era él quien mandaría sobre mi futuro y felicidad. Que por tener una vida que su familia aceptaría yo tenía que sacrificar la mía.
Qué fácil le resultaba decirme que me quería. ¿Cómo puedesjugar con los sentimientos de alguien solo porque no quieres estar solo?
Me sentí como una mierda. Y lo sigo sintiendo.
La mejor persona que he conocido es la que más daño me ha hecho.
Solo doy gracias a que abrí los ojos, MUY tarde, pero al menos ya salí de esa pesadilla.