El tio de mis niñas. Cap 5

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    Mpigor on #229717

    Está sonando el teléfono de la casa. Me levanto de la cama como puedo y me dirijo al salón para cogerlo. Es mi madre, me dice que no sabe nada de mi y que lleva llamándome al móvil media hora. Ni siquiera sé dónde está mi móvil, anoche cuando recibí el mensaje de Carlos no sé dónde lo dejé. Deambulo por el salón mientras le cuento a mi madre que he estado con mis amigas todo el fin de semana, que hemos hecho una fiesta de pijama y que no hemos hecho nada ilegal.
    Por fin encuentro el móvil, lo abro y veo cuarenta y tres llamadas de mi madre, dieciocho de mi padre y mil trescientos mensajes entre grupos sin importancia que no leo y chats de amigos. Termino de hablar con mi madre. Miro la hora, son las doce y media, he estado doce horas durmiendo de seguido y aún sigo cansada.
    Voy a la cocina y desayuno respondiendo a los mensajes. Me doy cuenta de que anoche no le respondí a Carlos, así que no me queda más remedio que enviarle un mensajito de buenos días.
    ‘Buenos días princeso, he soñado contigo esta noche.’
    Y es verdad, esta noche he soñado con él, en mis sueños he revivido cada segundo que hemos pasado juntos este fin de semana.
    ‘Buenos días cenicienta, aunque haya pasado ya la media noche, tu hechizo sobre mí no se ha desvanecido.’
    ‘Menos mal, ya pensaba que todo había sido un sueño’
    ‘No ha sido un sueño, es una realidad’
    Muero de amor con lo que me dice, sus palabras hacen que en mi estómago revoloteen cientos de mariposas.
    Paso el día limpiando en casa y por la noche veo una serie, el día es algo aburrido, pero no se van de mi cabeza las imágenes de los momentos vividos. Por la noche, antes de dormir mi cabeza empieza a funcionar a toda velocidad. Mi madre llega el miércoles, podría proponerle a Carlos un día de playa. Así podríamos comportarnos como una pareja normal, ya que tendríamos que irnos al pueblo de al lado para poder ir a la playa. Es un poco tarde, pero le voy a enviar un mensaje para ver qué le parece, aunque me responda mañana. ‘Carlos, ¿qué te parece un día de playa?’ No había pasado ni un minuto cuando ya había un mensaje de respuesta. ‘Me parece perfecto. ¿Cuando vamos?’ ‘de aquí al miércoles, el día que tu quieras’, ‘pues si quieres, mañana a las doce te recojo y nos vamos a la playa’, ‘perfecto voy a buscar la sombrilla y las cosas para llevarnos’, ‘no, no prepares nada, solo el bolso con las toallas y la crema, tengo un amigo que tiene un chiringuito y me debe algún que otro favor’, ‘hecho, por cierto, ¿qué color te gusta más? El negro o el amarillo’, ‘el negro’, ‘de acuerdo, mañana nos vemos ?’, ‘mañana nos vemos cenicienta??’.
    Me levanto corriendo de la cama, cojo el bolso de la playa, meto un par de toallas, los protectores solares, las chanclas y un vestido playero. Busco el bikini negro, hay dos partes de abajo, una braga normal que traía el conjunto cuando lo compré y otra braga brasileña que me regalaron mis amigas pero que nunca he llegado a usar. Se que le encanta mi culo y que será una sorpresa para el verme con esto. Lo preparo todo y me meto en la ducha para depilarme bien. Cuando termino, pongo la alarma del móvil para las diez y media del día siguiente y me acuesto.
    Suena la alarma, mis ganas de levantarme tienden a menos infinito, pero cuando me acuerdo de que Carlos viene pronto me pongo en acción rápidamente. Me pongo el bikini y cuando me veo en el espejo con la braga brasileña se que le va a encantar. Encima me pongo una falda vaquera con un top de rayas azules, rojas y negras.
    Cuando ya lo tengo todo preparado y estoy esperando que llegue, se me ocurre una idea, voy a la tienda de la esquina y compro una bolsa de gominolas pequeñitas. Llego a casa, meto la cosas en la bolsa y oigo el timbre, quedan aún diez minutos para la hora a la que había quedado con Carlos, pero cuando abro la puerta me lo encuentro ahí, vestido impolutamente con una camiseta lisa roja y un bañador azul con estampado de pequeños rombos de colores rojo y amarillo. Está guapísimo. Me doy cuenta de que, sin habernos puesto de acuerdo vamos a juego. Me acerco a él y le agarró de la camiseta para que entre en el recibidor y darle un beso, cuando nuestros labios se rozan me doy cuenta de cuánto los había echado de menos. Nuestro beso es corto pero intenso. Aunque estamos en casa, la puerta está abierta y las vecinas que pasan por la calle pueden vernos. Carlos coge el bolso mientras yo cierro la puerta y lo mete en el maletero. Me abre la puerta como siempre y después nos ponemos en marcha. Cojo el móvil para poner música y pongo una lista de éxitos del verano desde 1990 hasta el 2015. Voy cantando todo el camino hasta que consigue aparcar el coche en el paseo marítimo. Yo cojo mi bolso, él su mochila y nos dirigimos a las hamacas del chiringuito. Allí hay dos hombres sentados a la sombra de una sombrilla vigilando un mar de tumbonas y sombrillas en primera línea de playa. Carlos me dice que me espere un momento al lado de las duchas porque tiene que hablar con ellos. Se acerca y le da un cálido abrazo a cada uno, hablan un par de minutos y rápidamente vuelve conmigo.
    – ¿Donde cogemos las hamacas? – me dice agarrando la mochila.
    – Donde tu quieras, no me importa, pero esta playa es muy transitada y estamos en pleno julio, será mejor que no nos pongamos en la primera fila, porque si no la gente que pase por la orilla nos salpica mucho. ¿Te parece?
    – Me parece perfecto. -Dice encaminandonos hacia la segunda línea de playa.
    – Cogemos dos hamacas de la segunda fila que están bastante cerca del chiringuito y de los hamaqueros. Hay una enorme sombrilla blanca que las cubre y una pequeña mesita cuadrada entre ellas.
    Hace mucho calor, así que me dispongo a quitarme la ropa para meterme en el agua. Me pongo al lado de la mesita, mirando para la hamaca. Carlos se encuentra detrás de mí y sé que me está mirando. Primero me quito el top por la cabeza y lo pongo dentro del bolso. Después me desabrocho el pantalón y lo me bajo lentamente, inclinándome hacia abajo. Lo hago todo con calma, recreándome en mis movimientos, oigo como Carlos tose aclarándose la garganta desde atrás y sonrío. Saco el protector solar, me giro y le digo.
    – ¿Me ayudas a ponérmelo en la espalda, por favor?
    – Claro. – responde con la voz ronca.
    Cuando me giro veo que se ha quitado la camiseta y está solo con el bañador. No deja de mirarme de abajo a arriba, tengo que llamarle la atención para que coja el protector.
    Me giro, suelto la parte de arriba de mi bikini para que pueda aplicarla correctamente. No habla, se que está disfrutando de las vistas. Pone la mano en mi culo y lo frota con crema diciéndome al oído.
    – Vamos a proteger esto también, no quiero que se queme.
    Me vuelvo a abrochar el bikini y me giro para quitarle el bote y aplicarme en el resto del cuerpo.
    – ¿Quieres crema? – le pregunto cuando termino.
    – Solo si me la pones tú. – Dice dándome un beso en la nariz.
    Me pongo un poco en la mano y se la restriego por todo el pecho, los hombros, los brazos, le hago girar y le pongo por toda la espalda. Cuando termino le doy una palmadita en el culo y se vuelve a girar, agarrándome por la cintura se acerca para darme un beso y, pillándole desprevenido, me echo más crema en la punta del dedo y se lo planto en la nariz, dejándosela blanca al completo. Abre la boca con cara de sorpresa y enfado fingido y yo suelto una carcajada. Me agarra más fuerte e intenta marcharme la cara con el protector de su nariz entre risas. Cuando me ha manchado media cara, me da un fuerte beso, no muy largo pero intenso. Se que la señora de la hamaca de al lado nos está mirando con recelo a la vez que ve a su marido roncando a su lado. Así que bajo las manos y le agarro por el culo, acercándolo más a mi. Cuando nos separamos le digo aún cerca de su boca.
    – Este bañador te queda de muerte.
    – Pues a mi me iba a dar un infarto cuando te he visto en bikini. – me dice bajado un poco las manos y rozando el borde de mis bragas.
    – Debes saber que me lo he puesto solo para ti, porque no me había atrevido nunca a ponérmelo desde que me lo regalaron.
    – Pues quiero que en mi casa tengas uno igual que este para cuando vengas a la piscina. – Dice sin separarse de mi.
    – Pues ya sabes lo que tienes que hacer. – le respondo.
    – Vamos a tardar muy poco en ir de compras tu y yo juntitos. – me susurra al oído para después morderme la oreja haciendo que todo mi cuerpo se estremezca.
    Le doy un pico en los labios y me separo de él, agarrándome la mano y tirando de él hacia el agua.
    – Espera, voy a dejar las cosas de valor en una de las taquillas de la cabaña del hamaquero. – dice reteniéndome un poco.
    Coge las llaves del coche, el móvil y la cartera, yo le doy mi móvil y mi cartera para que los guarde también.
    Mientras él deja las cosas en la taquilla, tiendo la toalla sobre la colchoneta de la hamaca. Carlos vuelve rápido y nos vamos hacia el agua juntos.
    Llegamos a la orilla y toco el agua con el dedo del pie. Esta calentita así que agarro a Carlos de la mano y tiro de él para que entre en el agua conmigo rápido.
    Llegamos a la zona donde el agua me llega por debajo del pecho, y a él, como es un poco más alto, unos cuatro dedos por encima del ombligo. Donde estamos no hay mucha gente todavía . Me salpica un poco de agua a la cara y yo le respondo haciendo lo mismo. Me meto en el agua entera, hasta mojarme el pelo y cuando salgo él está seco aún, así que le me acerco y le doy un abrazo, mojando le el pecho. Vamos un poco más al fondo así agarrados, el agua me llega ya casi por el cuello y a él está a punto de cubrirle los hombros. Me agarra las piernas y se las engancha alrededor de la cintura, sus manos se dirigen a mi culo rápidamente bajo el agua. Pongo los brazos alrededor de su cuello y le planto un beso en el mentón, justo ahí donde empieza a crecer su barba. Estamos un rato en el agua así agarrados, hablando un poco de todo entre besos y agarrones, me cuenta que este año no se va de vacaciones porque sus colegas están con las novias. Que el año pasado estuvieron solo los chicos en Menorca y todo lo que hicieron. Me pregunta por qué voy a estudiar enfermería, le explico que es porque me encanta ayudar a los demás y me parece un trabajo super bonito, que no me quiero quedar solo en enfermera, si no que me gustaría ser matrona algún día, por que eso de traer vidas al mundo debe ser precioso.
    De pronto le ruge la barriga, mira la hora y dice.
    – Estoy muerto de hambre. Vamos fuera.
    Nos salimos del agua y nos dirigimos a la hamaca. Carlos va a por la cosas a la taquilla y veo que viene hablando por teléfono, termina justo antes de llegar a la fila dónde estamos. Me he puesto el vestido playero por si vamos a comer. Cuando llega me dice.
    – ¿A dónde vas?
    – ¿Pues no has dicho que tienes hambre, vamos a comer no?
    – Si, vamos a comer, pero no vamos a ningún sitio, nos van a traer la comida aquí, he estado hablando por teléfono con el dueño del chiringuito .
    – Vaya, qué lujo. – digo sonriendo.
    – Esque aquí uno tiene categoría. – Dice apuntándose al pecho con las manos y hablando con aires de importancia.
    Me vuelvo a quitar el vestido y me tumbo en la hamaca boca arriba y me aplico protector en las piernas, que es justo donde me da el sol, pero está tan fuerte que si me pusiese entera al sol acabaría de color gamba.
    Al pasar quince minutos más o menos llegan dos chicos cargados con bandejas que saludan a Carlos cordialmente. Ponen en la mesita un par de vasos, una jarra de tinto de verano y dos platos de paella además de un plato con gambas que, según dicen, es cortesía de la casa. Tiene todo una pinta deliciosa. Cuando los chicos se marchan empezamos a comer. Las gambas están muy sabrosas y la paella de marisco no tiene nada malo, es todo un manjar. Cuando estamos hablando después de comer llegan de nuevo los dos chicos de antes para recoger las cosas. Cuando se marchan le digo a Carlos.
    – Hey, esto lo pago yo, que soy quien dijo de venir a la playa.
    – No lo vas a pagar tu porque ya está pagado.
    – ¿Cómo va a estar pagado ya si no les has dado nada a los chicos? – pregunto.
    – Pues porque se lo he pagado con una transferencia a través del móvil, además la idea de comer aquí ha sido mía.
    – No me parece justo, no voy a volver a ir por ahí contigo si sigues así. – le digo cruzando los brazos en el pecho.
    – No te preocupes, que ya me lo pagarás de una forma o de otra. – responde echándole una mirada oscura.
    – Eres insufrible. – Respondo acercándome un poco para darle un beso.
    – Ya lo se. – Me dice y se tumba en la hamaca.
    Pasamos un rato allí tomando el sol. Se oye la música del chiringuito, hace mucho calor, levanto la cabeza y veo que Carlos se ha quedado dormido con las gafas de sol puestas. Pasó un señor vendiendo refrescos y compré una botella de agua fría. Saco el móvil y me pongo un rato a ver las redes sociales. Hablo con mis amigas por el grupo, les cuento lo que ha pasado este fin de semana y se monta el alboroto, todas se emocionan mucho y empiezan con el ‘te lo dije’ y demás chorradas.
    Siento que Carlos se despierta porque se estira en la hamaca, le miro, me sonríe y le digo levantándome.
    – Buenas tardes bello durmiente. Me voy al agua un rato, que no quería dejarte aquí dormido con todas las cosas.
    – Vale preciosa. – me dice con la voz ronca todavía por el sueño.
    Me pongo de pie y me dirijo al agua. Estoy allí un rato, nadando y disfrutando del fresquito del agua. Hay un montón de pececillos nadando por allí. Cuando tengo ya los dedos arrugados como pasas, me salgo del agua y voy a la sombrilla. Allí está Carlos mirando el móvil. Me acerco a él y me estrujo el pelo en sus pies, mojándoselos y haciendo que los encoja.
    Me siento en el borde de su hamaca, abro mi mochila y saco la bolita de chuches.
    – ¿Quieres? – le digo agitándola delante de sus ojos.
    Se incorpora para coger la bolsa, le doy unas cuantas y cojo yo otras. Se come una, pero le digo que se espere que vamos a jugar a un juego.
    – Mira, me pongo un ladrillo en la boca, agarrándolo por el filo con los dientes, y tu tienes que morder la máxima cantidad posible sin rozar tus labios con los míos, con las manos si puedes tocar pero del cuello hacia arriba no vale.
    – De acuerdo, ¿y si gano qué me llevo?
    – Tu eliges el premio. Pero tiene que ser algo que disfrutemos los dos.
    – Vale, voy a ganar. – Dice sonriendo de forma pícara. – Empiezo yo comiendo.
    Me siento en su hamaca a horcajadas y el igual justo enfrente de mi. Me pongo la golosina en los dientes y me quedo inmóvil con las manos en la espalda. Se acerca a mí muy despacio, noto su respiración y el subir y bajar de su pecho, me pongo nerviosa. Su boca se abre suavemente y se acerca a la mía cada vez más, está muy cerca, noto el pulso de sus labios casi rozando los míos y muerde. Cojo el trozo que ha quedado en mi boca y lo pongo en la toalla.
    – Es mi turno. – digo.
    Se coloca el ladrillo entre los dientes y las manos atrás. Me acerco poco a poco, noto como su respiración se acelera igual que la mía, apoyo las manos en sus piernas y suelta un pequeño suspiro. Empiezo a abrir la boca lentamente y rozo la punta del ladrillo con los dientes. Le miro a los ojos, que no se separan de mi. Me acerco aún más, estiro los labios para no rozarle, saco los dientes y muerdo sin tocar sus labios. Se saca el trozo de la boca y lo pone al lado del otro. Por milímetros he ganado yo, mi trozo es más pequeño que el suyo así que yo elijo el premio.
    – Toma ya. – exclamo.
    – Quiero la revancha. – Dice.
    – Las revanchas que tu quieras, pero esta la he ganado yo, así que yo elijo el premio. Te lo digo cuando nos vayamos.
    Cojo otro ladrillo y me lo pongo en la boca, pongo las manos en la espalda y me quedo quieta. Carlos está muy nervioso, se nota que es un chico competitivo. Se acerca lentamente, estira los labios y se aproxima un poco más, pone las manos en mi cintura para que no me mueva y sigue su camino. Muerde el ladrillo, pero sus labios rozan los míos suavemente, suelto una carcajada a la vez que el se queja. No quiero que esté enfadado, así que me siento un poco más cerca de él, mis piernas están ya por encima de la suyas. Pongo un ladrillo entre sus labios y mis manos se mueven hacia su cuello. Me acerco rápidamente, mordiendo el ladrillo a la vez que le beso intensamente, se que estamos en público y que tenemos que medir nuestros actos porque puede haber niños, pero no estamos haciendo nada que se pase. La señora de al lado parece que no piensa lo mismo y empieza a fingir tos. Carlos también se da cuenta, apoya su frente en la mía y me mira a los ojos, me guiña el izquierdo y sonreímos los dos a la vez. Me acerco más a él, quedando casi a horcajadas sobre su cuerpo, sus manos bajan y agarra mi culo fuertemente. Saco la lengua delante de su boca y él la muerde suavemente. La señora vuelve a toser. Cuando me la suelta agarro su labio inferior con mis dientes y tiro levemente. Nos separamos, nos miramos a los ojos y reímos sabiendo lo que nos queremos decir el uno al otro. Le susurro que nos vayamos al agua y me levanto de la hamaca. El coge las cosas de valor y las vuelve a llevar a la taquilla rápido. Mientras Carlos no está, oigo a la señora hablar entre dientes. ‘serán descarados, que poca vergüenza, si su madre la viera, valiente fresca’. Lo último que dice me toca la moral, así que de pronto me giro hacia ella y le digo.
    – Señora, que su marido ni la mire en todo el día no quiere decir que las demás no tengamos derecho de disfrutar un poco, por cierto, mi madre está muy orgullosa de mi.
    No la dejo responder, me encaminó hacia el agua directamente sin esperar que Carlos, que ya iba hacia la hamaca, llegase allí. Meto los pies en la orilla para esperar que llegue a donde estoy, se acerca a mi y me pregunta qué ha pasado. Le cuento la escena mientras nos metemos en el agua.
    – Se que a esa señora le ha estado molestando nuestro comportamiento desde que llegamos esta mañana, por eso te he seguido el rollo cuando ha tosido.
    – Tenía que ponerla en su sitio, no iba a dejar que me insultara. -digo aún indignada por la situación.
    – ¿Sabes que? – me dice Carlos agarrándome la cintura.
    – Dime. – le respondo tocándole el pelo.
    – Que me has puesto malo cuando me has mordido, llevas todo el día provocando, y yo intentando contenerme, pero en ese momento solo deseaba que estuviésemos solos en la playa para poder hacerte mía. – me susurra en el oído.
    Sus palabras me llegan muy dentro, me generan un calor incontrolable. Me acerco a su boca y le beso apasionadamente. Estamos en una zona algo alejada de la orilla y escondida entre unas piedras, además, ya es un poco tarde y la gente ha empezado a irse de la playa. El agua nos cubre hasta el pecho, así que empiezo a restregar mi pierna contra su miembro mientras nos besamos. Se pone duro instantáneamente y meto mi mano dentro de su bañador. Empiezo a mover la mano a lo largo de su pene, gime en mi boca, se tensa en mi mano y llega al orgasmo mordiéndome la oreja.
    – Eres increíble. – me dice agarrándome del brazo. – Ven que te recompenso.
    – No, no. No creo que en una relación como la nuestra haga falta pagar estos “favores” inmediatamente. Podemos esperar a otro momento. Además, yo he disfrutado dándote placer tanto como tu recibiéndolo. – Respondo besándole en la comisura.
    Salimos del agua y nos vamos de nuevo a las hamacas, los chicos están empezando a recoger ya, así que nos vestimos, guardamos las toallas, cogemos las cosas de valor de la taquilla, Carlos se despide de los hamaqueros y nos vamos para el coche.
    Cuando arrancamos y nos encaminamos hacia el pueblo le digo.
    – Ya se cual es el premio que quiero por haber ganado el juego.
    – Tu dirás. – responde sin quitar ojo de la carretera.
    – Si te parece bien y te apetece, podríamos ir a mi casa ahora, recojo un par de cosas y nos vamos a la tuya, y si quieres duermo hoy contigo.
    Carlos me mira con esa sonrisa pícara que tanto me gusta y mueve la cabeza en señal de aprobación.
    Llegamos a la puerta de mi casa, aparca el coche y entramos en la casa. Carlos se sienta en el salón mientras yo subo a mi dormitorio a por una muda de ropa y un bote de after sun, porque noto la cara algo quemada. Lo meto todo en una mochila y me dirijo a la cocina. Cojo una fiambrera que me dejó mi madre con pinchos morunos antes de irse de vacaciones y aviso a Carlos para irnos a su casa.
    Llegamos a su casa y al bajarme del coche, Diamond me reconoce y se acerca a mí para saludarme efusivamente. Entramos en la casa, dejo el tupper en la nevera y subimos al dormitorio Carlos y yo, son las nueve y ya está atardeciendo. Salgo al balcón, todo está precioso, desde aquí se ve una puesta de sol maravillosa. Carlos está allí conmigo, aun hay entre nosotros tensión sexual después de este día, así que le propongo meternos en el jacuzzi y acepta encantado. Lo conecta para que se vaya llenando de agua calentita, me quito el top y el pantalón y me dejo el bikini, Carlos se quita la camiseta y se queda con el bañador, elijo de una cajita con botes una esencia y unas sales para echarlas al agua. Elijo la de rosas rojas y blancas, la echo en el agua y empieza a desprender un olor dulce y embriagador. Carlos va buscar un par de toallas para después y yo entro al cuarto a por un preservativo. Lo pongo en la mesa del balcón y cuando llega y pone las toallas al lado, me echa una mirada que me atraviesa por completo. Nos metemos los dos juntos en el agua y nos sentamos uno al lado del otro.
    Nos tenemos tantas ganas que no podemos aguantar, nuestros labios se unen, fundiéndose y rindiéndose a la pasión, sus manos me recorren entera, ya conocen mi cuerpo y saben que me adapto a él como si estuviésemos hechos a medida el uno para el otro.
    Me quito la parte de arriba del bikini que, como no tiene tirantes, es fácil desprenderse de ella. Carlos me agarra por las caderas y me pone a horcajadas encima de él. Mis pechos se liberan y no tarda en agarrarlos con su boca, lame, chupa, muerde, besa. Yo le tiro un poco del pelo, se que le gusta tanto como a mí lo que él me está haciendo. Ardo por dentro, mi alma incandescente libera un gemido a través de mis labios, mis caderas empiezan a moverse y mi boca busca a la de Carlos. Noto como se empieza a poner duro, como su miembro empieza a crecer como por arte de magia, solo con lo que yo le estoy dando. Vuelve a mis pechos y recorre mi espalda desde arriba hacia abajo con sus fuertes manos. Creo que voy a llegar al orgasmo en cualquier momento. Me aprieto un poco más contra su paquete, rozando justo en mi zona más sensible, vuelvo a gemir en su oído, mis piernas empieza a temblar y un orgasmo me recorre a oleadas. Carlos está duro como una piedra, nos salimos del agua y nos quedamos desnudos por completo en la terraza, la luz está apagada y solo nos vemos con el reflejo de la luna llena. Llegamos a la cama balinesa, Carlos coge el condón de la mesa y se lo pone a la par que se acerca a mi, me besa apasionadamente en los labios tumbándose sobre mi, abro las piernas para recibirle, el baja una mano e introduce un dedo en mi cuerpo, me restriega por la entrada de la vagina la humedad de mi reciente orgasmo. Sube la mano y se mete el dedo en la boca, no se por qué, pero ese gesto me hace sentir una punzada muy adentro.
    – Vamos. – le digo casi en un suspiro desesperado.
    Al oír esto, Carlos entra en mi con una embestida que me hace soltar un grito ahogado, me besa apasionadamente, la boca, el cuello, me muerde la oreja a la par que sigue entrando y saliendo de mi, estoy a punto de acabar de nuevo y Carlos no ha acabado aún, no se si esto es por la paja de la playa, pero me está llevando a límites que no conocía. Mis piernas se vuelven a tensar y gimo sin importarme que me escuchen los vecinos, gimo porque no puedo retener lo que me está haciendo sentir, gimo agarrándome a su espalda para poder sostenerme. Carlos sale de mi, aunque estoy cansada tengo ganas de más, así que me giro y me pongo a cuatro, se que está postura le encanta, además es con la que más profundo lo siento.
    – Estas juguetona hoy heh. – Dice con una carcajada.
    – Hoy estoy dispuesta a todo. – le respondo mirando hacia atrás.
    Se pone de rodilla detrás de mí y se introduce lentamente y hasta el fondo, va aumentando el ritmo conforme entra y sale de mi, me da un azote y grito, Carlos empieza a ponerse tenso, lo noto en sus dedos que se clavan en mi cadera, yo creo que también voy a llegar ya, este va a ser uno de los orgasmos más rápidos que he tenido. Carlos llega al orgasmos a la par que yo, entierro la cara en un cojín y grito en el, intentando ahogar en sonido. Cuando acabamos caemos los dos desplomados sobre el colchón, no puedo moverme ni articular palabra, tres intensos orgasmos han recorrido mi cuerpo por completo, dejándome exhausta. No me muevo hasta que, pasados unos quince minutos me entra frío y me giro para acercarme a Carlos, que me envuelve con sus brazos y me da calor.
    – Esta vez ha sido la mejor sin duda. – le digo apoyando la cabeza en su pecho.
    – Me alegra. – responde dándome un beso en la sien. – Vamos dentro, estás cogiendo frío, te voy a preparar un baño.
    – Pero solo si te metes conmigo.
    – Eres insaciable. -me dice sonriendo.
    – No es para hacer nada más, solo quiero estar contigo, malpensado. – le reprocho dándole una palmada en el brazo.
    – Eso siempre. – comenta dándome un apretón con los brazos.
    Nos levantamos de la cama, entramos en el cuarto de baño y Carlos empieza a llenar la bañera. Me miro en el espejo, estoy quemada, solo he estado al sol cuando estaba en el agua, pero me he quemado los mofletes, la espalda y los hombros. Carlos también se ha quemado un poco la parte superior de la espalda. Además puedo ver la marca de mis uñas en ella. Me acerco y la toco.
    – ¿Que pasa? – pregunta Carlos.
    – Que te he dejado marcado con las uñas. – respondo.
    – No pasa nada, ya se quitará. – Dice girando se y abrazándome.
    Cuando la bañera está lista nos metemos, uno enfrente del otro, el agua está perfecta.
    – ¿Quién me iba a decir a mi que yo iba a acabar contigo? – le digo sonriendo.
    – ¿Por?
    – Pues porque no, porque tus sobrinas me habían hablado de ti, que por cierto, están locas contigo, yo por lo que decían pensaba que eras el típico que sólo se fija en el físico, que no quiere novias, que tiene todo lo que quiere…
    – En primer lugar, yo también estoy loco con ellas, en segundo lugar, en este momento tengo todo lo que quiero, y en tercer lugar, ¿qué te han dicho mis sobrinas de mi para que pienses eso? – Dice cogiendo un poco de espuma y estrujándola entre sus manos.
    – Lo que tus sobrinas me han dicho es información confidencial. – afirmo riéndome.
    – Ya hablaré con esas enanas.
    Cojo una esponja y me empiezo a frotar el cuerpo, me está entrando hambre. Cuando termino, la enjuago en el agua y se la lanzo a Carlos, que no ha dejado de mirarme en todo el proceso. Me salgo de la bañera y me lio en una toalla, le digo que voy a vestirme y a hacer la cena y me responde que él va a recoger todo lo que hemos liado fuera y después viene a la cocina. Salgo del cuarto de baño, en la habitación me seco y me acuerdo de que me tengo que poner after sun, entro de nuevo al baño con el bote de crema en la mano y veo que Carlos se está secando, le pido ayuda para aplicarlo y me la concede gustosamente. Vuelvo al dormitorio y me pongo un pijama de verano que he cogido de casa. Me dirijo a la cocina, cuando estoy haciendo la cena, busco en la nevera y encuentro algunas cosas para hacer una ensalada César que acompañe a los pinchos. Carlos llega a la cocina vestido solo con un fino pantalón de pijama.
    – Mmm, huele delicioso. -dice cuando entra.
    – Para ti huele todo delicioso ¿no? -pregunto sonriendo.
    – La verdad es que si. Y como estoy acostumbrado a comer a medio día en casa de mi madre y a cenar algo precocinado porque paso de cocinar para uno solo, me encanta la sensación de estar en mi casa y comer algo recién hecho acompañado por alguien que no sea Diamond. – responde preparando la mesa en la barra de desayuno.
    – Pues un día de estos tendrás que cocinar algo para mi. -sugiero.
    – Mañana te voy a hacer un almuerzo que te vas a chupar los dedos. -dice con énfasis.
    – De acuerdo.
    Comemos tranquilamente y después recogemos la cocina.
    – ¿Te apetece ver hoy una peli? -pregunta cuando estamos secando los platos.
    – Como quieras. ¿Cuál vemos?
    – No se, hoy te toca a ti elegir. – dice colocando el último en el mueble.
    Salimos de la cocina y bajamos al sótano. Al encender la pantalla veo que está Dirty Dancing, es una de mis pelis favoritas y resulta que Carlos no la ha visto, así que decidimos poner esa. Carlos se sienta en el sofá y estira el reposapiés, yo me siento a su lado, pero me encuentro muy cansada así que pongo un cojín en su regazo y apoyo la cabeza en él, estirando los pies por encima del resto de asientos. Empezamos a ver la película y Carlos me acaricia el pelo, entro en un estado de relajación tan fuerte que cuando me doy cuenta me está despertando levemente porque me he quedado dormida y la película ya ha terminado. Estoy en un estado de semiinconsciencia, él me ayuda a llegar al dormitorio y cuando estoy allí caigo rendida en la cama. Siento como él se tumba por el otro lado y me abraza desde atrás, giro la cabeza para darle un beso de buenas noches y caigo de nuevo en un profundo sueño.


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    Mpigor
    Invitado
    Tu sabes quien soy
    Invitado
    Tu sabes quien soy on #229774

    Creo que apartir de hoy me van a gustar aun mas las golosinas ??❣❣

    Responder
    MarSoñadora
    Invitado
    MarSoñadora on #230878

    ¡ME ENCANTA! y te lo digo con mayúsculas porque no podía ser de otra manera. Ya tengo una sexy imagen mental de Carlos y quiero más capítulos jajajaja Gracias por la historia Mpigor.

    Responder
    Anónimo
    Invitado
    Anónimo on #231634

    ¿Para cuando el siguiente?? Estoy enganchadísimaaa!!¡

    Responder
    Sct
    Invitado
    Sct on #231714

    ???????

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Respuesta a: El tio de mis niñas. Cap 5
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