TRES DÉCADAS

 

Era verano de 1991 cuando unos pequeños lobeznos se encontraron en un bosque. Todos ellos andaban desconcertados y perdidos. ¿Dónde estaba su madre? ¿Quiénes eran esos otros lobeznos? ¿Por qué estaban aquí, solos? Ninguno de ellos sabía dar respuesta a estas preguntas, pero algo temerosos se fueron acercando los unos a los otros hasta hacer buenas migas.

Alfa

Iban pasando los días y los lobeznos se dieron cuenta de que sus madres ya no volverían y que a partir de ahora les tocaba vivir solos y crear su propia manada. Llegaron el hambre, la sed y el frío, pues poco a poco se iban adentrando en el otoño, así que empezaron a plantearse qué hacer para poder sobrevivir. Uno de los lobeznos más mayores recordó que su abuelo una vez le contó que las manadas, para poder sobrevivir al paso del tiempo y a la amenaza de otros depredadores,  debían estar bien organizadas: en todas ellas existe un  lobo alfa, encargado de liderar la manada, que por su parte siempre debe de permanecer unida y obedecer sus indicaciones.

De este modo, tocaba organizarse para resistir en el bosque y lo hicieron. El lobezno más mayor había demostrado dotes de liderazgo y sabiduría, por lo que fue elegido como miembro alfa.

Una vez organizados, Alfa demostró que no se habían equivocado a la hora de elegirle. El resto de lobeznos eran inmaduros, despistados, impulsivos, egoístas y en ocasiones soberbios. Cuando debían enfrentar problemas de territorio o de alimento con otras manadas eran frecuentes las peleas. Si bien es cierto que durante los primeros años Alfa no sabía cómo gestionar determinado tipo de situaciones, promoviendo en muchas ocasiones el conflicto. Con el paso de los años aprendió que debían intentar llevarse bien con las otras manadas y resolver las desavenencias sin llegar a batallar.

Los lobeznos se convirtieron en lobos fuertes y valientes, pero los inviernos cada vez eran más largos y duros. Las decisiones que debía tomar Alfa cada vez eran más importantes, pues empezaban a ser una manada consolidada en el bosque. Debía demostrar ser fuerte, decidido, valiente y tener el conocimiento justo para no errar nunca ni perjudicar a la manada, lo que le generaba a la vez sus propios miedos y angustias.  ¿Cómo iba él  a liderar una manada de lobos adultos si en multitud de ocasiones no sabía qué decisión o actitud debía tomar?

Alfa

Mientras eran lobeznos todo era más fácil. Las otras manadas se apiadaban de ellos, los ayudaban, les conseguían presas para alimentarse y les defendían ante problemas de territorio, haciendo de este modo la supervivencia mucho más sencilla y por consiguiente también el liderazgo de Alfa. Pero ahora eran lobos adultos, la rivalidad del bosque era inmensa y ya eran pocas las manadas que les prestaban su ayuda.

Alfa empezó a errar y a tomar decisiones incorrectas, algo que despertó la furia del resto de lobos del grupo. Volvieron a ser impulsivos, a actuar sin pensar a espaldas de Alfa, a atacar a otras manadas que no lo merecían y a aliarse con diferentes grupos según conveniencia. En ocasiones las cosas salían bien, pero en muchas ocasiones también salían mal y había consecuencias negativas para todo el conjunto. De este modo los lobos nunca estaban en paz, siempre había peleas internas y no paraban de exponerse las cosas negativas que cada uno de ellos había generado para el resto del grupo.

Sin embargo, pese a la intranquilidad, fueron pasando los años y la manada consiguió sobrevivir tres décadas. Fue entonces cuando Alfa miró atrás, quizás impulsado por el hecho de haber alcanzado la treintena juntos, o quizás a modo de catarsis personal. Analizó el pasado y pudo ver que sí, que puede que en muchas ocasiones tomase decisiones incorrectas. Pero esos errores habían colmado a la manada de conocimiento. También pudo ver cómo pese a que él nunca creyó en sí mismo y siempre recibió críticas del resto de miembros, éstos no habían dejado de considerarle el jefe, manteniendo intacta su confianza en él.

Pero lo más importante que pudo ver Alfa es cómo 31 años después, y pese a ser una manada extremadamente impulsiva, todos se habían convertido en los lobos fuertes, valientes y válidos que siempre quisieron ser. Se habían mantenido unidos a pesar de las desavenencias del bosque y los duros y largos inviernos, y sí, habían tomado muy malas decisiones, pero también otras muy buenas y positivas para el grupo.

Alfa

Alfa había estado tan ciego creyéndose incapaz que le costó 31 años ver su valía. Conocer su fuerza y ser capaz de borrar las líneas imaginarias de unos límites que nunca existieron. Hoy, Alfa sigue siendo el guía de mi conciencia. Le he otorgado el derecho de equivocarse cuando quiera. E intentaré con todas mis fuerzas mantener callada al resto de la manada para no criticarle en exceso cuando lo haga.

Hoy tengo la conciencia en paz, tranquila, más sabia y más feliz que nunca. Y sí, es gracias a Alfa, pero también gracias al resto de mi manada inmadura, despistada, impulsiva, egoísta y en ocasiones, soberbia.

 

@maripluff