Quizá te tomaste una caña con una amiga y le contaste un problema. Pero un problema de los gordos. Y en vez de aconsejarte (o escucharte, o estrechar tus manos y apretarlas fuerte), te soltó un «Pues no veas lo que me ha pasado a mí» y de tu problema no se habló más. «Tú pasa, tía», como mucho.

Quizá has salido del armario con tu familia y te han dicho con que no les vengas con tonterías, que esta fase ya pasará. O quizá te han dicho que cómo puedes hacerle esto a ellos. O quizá se han quedado en silencio, un silencio muy incómodo. Y de repente, en vez de sentir que te liberas de un peso, ahora cargas con dos.

Quizá tu novio es una persona difícil y lo quieres, pero sientes que la relación es más suya que vuestra. Y lo quieres, pero él habla más que escucha. Y lo quieres, pero a veces por las noches sueñas con cómo estarías, cómo sería una vida sin él, y a la mañana siguiente dices que no recuerdas lo que soñaste.

O quizá te lo vienes callando todo. Porque sientes vergüenza, porque sientes miedo, porque te sientes culpable y tú misma ninguneas tus ideas y te encargas de hacer feliz a los demás, siempre a los demás. Te pones la ropa que todos llevan, te peinas como todos se peinan, piensas lo que todos piensan, porque si todos lo hacen es lo que debe estar bien. Aunque te mires al espejo y no te guste nada lo que ves.

Quizá te has cansado ya de ser la cheerleader de todo el mundo y sientes que nadie, nunca, hace de cheerleader contigo.

Porque, quizá, la que no se siente del todo maravillosa eres tú. Y te sientes poco grande, poquita cosa, y sientes que a la gente le parecería una estupidez si compartieses con ellos tus inquietudes. Qué miedo sientes, qué miedo, a lo que opinen los demás.

O quizá tú estás bien. Todo está bien. Pero a tu alrededor vives injusticias, sientes atropellos, eres testigo de abusos, y no dices nada. Te callas porque ¿a quién le va a importar tu opinión? Si no eres nadie. Y te repites: No soy nadie.

A ti, que piensas constantemente estas cosas, no olvides los siguiente:
Tú importas.
Tus miedos, tus dudas, tus problemas importan.
Qué fácil es compararse con los demás y pensar que lo tuyo no vale, que es menos, que para qué contarlo.
Tú importas, así que dale valor a aquello que te inquieta.
Y es que si tú no te haces escuchar, ¿quién lo va a hacer por ti?

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Todas las imágenes y el video son de la película «Begin Again»