LLEGA

Yo estaba en una de esas temporadas de sequía. Me había ido a trabajar fuera tres meses, y compartía mi día a día con mis dos compañeros de piso. Vida tranquila.

El trabajo me permitía currar en cualquier sitio y descubrí un antrocafetería, de esas que me encantan a mí. Llenas de plantas y con sillas distintas en cada mesa. Así que cogía cada tarde y me iba con mi portátil a pensar allí. El café era barato y hacían unas tostadas de escándalo.

El caso es que una tarde llega un moreno de ojos verdes y pelo recogido en moño que quita el aliento a la cafetería entera. Le miro, me mira. Y ahí se acaba el tema. Aunque para ser sincera, yo sentí algún tipo de good feeling ¿sabéis?

Pasan un par de días y a la misma hora el marozamo vuelve a entrar, se pide dos cafés solos y desaparece de nuevo. Era tan guapo que yo había hablado hasta con mis amigas por teléfono de él. Digo es que si lo vierais… madre mía qué hombre.

Bien pues una tarde que teóricamente tengo de descanso digo “ay, no ha surgido mejor plan, creo que me subo al café y avanzo trabajo”.

Una de esas tardes de: me voy a poner una diadema porque llevo el pelo  guarro, pero así ya me lo lavo mañana porque has quedado para desayunar y si te lo lavas ahora por la noche blablablabla. Ya me entendéis.

Bien pues allí me presento yo, con mi pelo guarripero y mi diadema, con una cara de siesta para morirse y mi portátil.

Ya lo estáis sospechando. El tercer día que veo al maromo y tiene que ser ese. Sobre las 9 de la noche yo ya estaba recogiendo todo para irme, entonces entra él del jardín (porque sí, es de esas cafeterías con jardín y lucecitas), y viene hacia mi mesa directo.

  • ¿Me puedo sentar?

Y yo como… esto es una broma. Una broma gorda muy gorda. Dónde está la cámara oculta. 

Pero claro, como le voy a decir que no dios mío. Ya cuando se acerque y me vea bien dirá: esta no se ducha, Ciao.

Pues eh, se sentó, y tanto que se sentó. Y me invito lo menos a 5 cervezas. Dimos una vuelta por el pueblo y hasta me quedé a dormir en su casa.

Fuimos pareja durante meses, y desde luego el mejor verano de mi vida. Pero tantos kilómetros de por medio son difíciles de llevar, y caros de reducir.

Lo que quiero deciros es, chicas, maquilladas, sin maquillar, con cuatro trapos o vestidas de Prada, hasta si no os laváis el pelo porque es verano y la sal y el mar y sois unas marranas, LLEGA. Y si guiñáis el ojo cuando le veis venir, MEJOR.

 

Marta MY