Tropezarse, y caer. Y tropezarse con la misma piedra, las veces que haga falta. ¿Dónde está el problema?  ¿Acaso no es a base de prueba y error como crecemos, como nos hacemos fuertes? 

Hoy vengo a reivindicar el derecho a equivocarse.

Vivimos en un mundo en el que se ha perdido la esencia del equivocarse, en el que calculamos cada  paso asegurándonos en ocasiones de no salir de la zona de confort. Y quedarse en la zona de confort  está bien, pero en ocasiones. Hay otras muchas veces en la que, si el cuerpo te pide correr el riesgo,  pues chica, palante. Y si tienes que salir por la tangente porque se ha torcido la cosa, pues se sale y aquí  paz y después gloria. 

Tenemos a nuestros instintos amordazados porque tenemos miedo a que nos hagan daño, a que nos  lastimen, a no poder recuperarnos. Tenemos miedo a fracasar en el trabajo, en nuestras relaciones, en  nuestras decisiones, en nuestras expectativas. Tenemos miedo a que nos juzguen por cualquier cosa que  pueda pasar, y eso, está feo. Porque al final, lo único que nos está paralizando, es el miedo, y de ello, no  aprenderemos. 

¿Qué pasa si le tienes que dar una segunda oportunidad a tu relación tóxica para que te des cuenta de  que realmente lo es? ¿Qué pasa si te lanzas a cambiar de trabajo porque te das cuenta de que eres  infeliz y te da más quebraderos de cabeza que alegrías? ¿Qué pasa si decides raparte la cabeza en un  impulso? Amén Britney.

Si vamos de lo más difícil, a lo más sencillo, la respuesta va a ser siempre la  misma: NO PASA NADA. Porque el no pasa nada es el equivalente a que tú misma te perdones y sigas el  camino, no necesitas el perdón ni la aprobación de nadie más.  

¿Os acordáis de la primera vez que te rompieron el corazón y cómo pensabas envuelta en una capa y  con una corona de reina del drama que jamás lo superarías? Pues eso mismo, no pasó nada, y lo que  pasó, se quedó allí e incluso hoy lo recuerdas con cariño. Por algo cantaba Daddy Yankee en mi época  aquello de “Lo que pasó, paaaasoooo…” Lo que si te llevaste fue la experiencia y así , has ido llenando una mochila que, sin la prueba y el error, estaría vacía.

Tienes el derecho a tu primera borrachera  mandando mensajes a tus ex, porque si no lo haces en algún momento, nunca vas a controlar que pueda volver a pasarte. Ojo, otra cosa ya es que seas reincidente, en cuyo caso, quizás deberías consultar  cuánto derecho más a equivocarte te corresponde. Sobre todo, si es a la misma persona toelrato. 

Sinceramente, mi vida está basada en segundas partes, y todas, y cada una de ellas me abrieron los ojos.  Si no hubiese retomado la carrera universitaria después del abandono, nunca me habría dado cuenta de  que, en realidad, no me gusta estudiar, ni me ha gustado nunca, ni me gustará. ¿Y qué pasó? NADA.

Si  no hubiese vuelto con mi ex, nunca me hubiese dado cuenta del mal que me hacía y de lo mucho que  me engañaba con cualquiera a su paso. ¿Y qué pasó? Que fui feliz abriendo los ojos. Si nunca hubiese  cambiado mi puesto de trabajo a algo nuevo, nunca me habría dado cuenta de que aquel campo, no era  lo mío y no lo iba a ser. ¿Y qué pasó? NADA, solo crecí un poquito más como persona. Si nunca me  cortase el flequillo cada x tiempo, mi cabeza seguiría pensando que quizás ahora me quede mejor que  aquella otra vez. Pues me queda mal, ayer hoy y siempre y ¿sabéis qué? No pasa nada, como tampoco  pasa si te lo decoloras, insisto, te lo rapas, o te haces una permanente. El pelo, señoras, crece, al igual  que la experiencia que te evitará dramas mayores en cualquier momento. Si nunca hubiese arriesgado a  probar suerte fuera del país, nunca hubiese aprendido una lección que me dio mi madre, muy sabia ella como todas las madres, porque más sabe el diablo por viejo que por diablo: Pues si fracasas, Paula, no  pasa nada. Lo peor que te puede pasar es que tengas que volver a casa y vivir aquí con nosotros.  

PUESEFECTIVAMENTEMAMA. BRAVA. 

Querida, date las oportunidades que necesites para descubrir si es bueno o malo para ti, toma  decisiones que te hagan saltar al vacío, no pasa nada, los golpes de la caída, te los ahorrarán en el  futuro. Toma malas decisiones, tómate unas copas de vino para olvidarlas, y despiértate a la mañana  siguiente con resaca, pero con la seguridad de que no volverás a elegir la opción B. Y perdónate por ello,  al final, tendrás miedo de los juicos de los demás, pero nunca hay juez más duro tú misma.

Paula May