Hoy en día, vivimos en una sociedad donde está por encima de todo lo inmediato y automático, tenemos cada vez menos tolerancia a la frustración y no estamos aprendiendo a que hay ciertas cosas que en esta vida llevan su tiempo.

Uno de los grandes afectados de estas grandes prisas es sin duda nuestra vida sexual y en concreto el deseo por excelencia.

Tendemos a pensar que el deseo sexual funciona de una forma un poco alejada de la realidad, ya que este se puede manifestar de muchas formas y niveles y, poco o nada pueden tener unas veces con  otras.

Es verdad que en ocasiones el deseo nos invade por momentos, como cuando estás tú sola en casa viendo una serie en Netflix y sin darte cuenta te entran esos calores repentinos que te dejan mas cachonda que una perra, pero en cambio, otras veces puedes estar dándolo todo con tu pareja y ese deseo no hace ni amago de aparecer.

Todo esto unido, a la falsa idea y mito de que por naturaleza las mujeres tenemos menos deseo que los hombres. Os puedo asegurar que esto es una gran MENTIRA, así con letras bien grandes.

El deseo sexual es exactamente igual y se desarrolla de la misma forma en hombres que en mujeres y hay cientos de estudios que lo avalan, otra cosa muy diferente es como la sociedad ha premiado el deseo en ellos y han favorecido que tengan relaciones sexuales mientras que a nosotras se nos ha castigado por ello.

Esto por supuesto ha tenido sus grandes consecuencias, que a día de hoy seguimos arrastrando, ya que seguimos pensando que ellos tienen la gran mayoría de veces ganas de tener sexo o que siempre están preparados.

Lo que pasa en realidad es que el deseo de los hombres se activa más rápido que el de las mujeres, nada más.

Ante la impaciencia de la gente, los hay que son más listos que el hambre y han visto un gran filón de negocio, prometiendo pastillas o gotas para que la mujer se ponga en unos segundos como una moto y así se vuelva una fiera en la cama.

¡Já! Esto es como creerte que por echarte una crema por las noches se te van a quitar las arrugas, lo mismo de lo mismo.

Pero ¿qué es realmente la Viagra femenina?

Para empezar el nombre que le han puesto puede llevar bastante a la confusión, porque comparar la Viagra masculina con algo parecido para la mujer es un gran error.

Principalmente porque la Viagra en el hombre no genera deseo ni excitación, no es más que un vasodilatador cuyo origen tenía como objetivo ser un medicamento para tratar problemas del corazón, y que terminó provocando a los objetos de estudio unas erecciones bastante curiosas.

Por lo que, la Viagra lo único que provoca en el hombre es una erección, y esta no tiene porque ir siempre de la mano de la excitación o el deseo, ese factor es puramente psicológico y no existe nada que pueda replicarlo.

Por tanto, si existiera esa “Viagra femenina” tendríamos un medicamento que lo único que haría sería aumentar el riego sanguíneo de nuestros genitales, y nada más. Es cierto que durante la excitación se produce de forma natural este proceso, pero repito, si no va acompañado de deseo y excitación es como si nada.

Lo que si existen son algunas gotas o pastillas pensadas para activar el deseo cuyos componentes no son vasodilatadores como el sildenafilo (principio activo de la Viagra), si no que se basan en componentes naturales como el ginsen, raíz de sauco o guaraná.

Este tipo de plantas tienen propiedades estimulantes, para esos momentos en los que estas más cansada o quieres un punto de energía mayor, pero nunca te pondrán cachondisima porque si.

Por lo que si buscas en internet productos que sean “Viagra femenina” te saldrán miles de opciones y la gran mayoría de ellas poco o nada serán naturales, por lo que son productos con los que hay que tener mucho cuidado y comprarlos siempre en sitios especializados y a poder ser con tienda física siempre.

Cuando en consulta me encuentro mujeres que se quejan de bajo deseo sexual, lo primero es hacerle una historia completa para ver que posibles factores estén afectando a su deseo, y la gran mayoría de las veces aparecen algunos muy concretos:

  • Agotamiento
  • Exceso de estrés y de trabajo
  • Falta de tiempo
  • Encuentros sexuales muy rápidos y muy centrados en los genitales
  • Problemas de pareja
  • Falta de confianza con la pareja sexual
  • Presión por querer igualar el nivel de excitación del otro en el mismo tiempo

A todo esto añadimos que, si yo creo que la solución a todos mis males es una pastilla, jamás dedicare el tiempo y el esfuerzo que mi deseo sexual necesita para seguir creciendo y desarrollándose, y es cuando este nos abandona totalmente, y recuperarlo puede ser más complicado.

Y por supuesto, al final seguimos centrando mucho la sexualidad solo en los genitales, y este es el gran error que solemos cometer. Para que tu deseo vaya apareciendo necesita de tiempo y calma, si de primeras voy directamente al asunto a mi cuerpo no le da tiempo a prepararse, y por tanto atribuimos mal una falta de deseo cuando es simplemente necesidad de más tiempo.

Por eso mi consejo amiga es que aprendas a tener paciencia, y a dejar que tu deseo vaya apareciendo a su ritmo.

Aida Vallés Psicóloga especializada en Sexología y Terapia de Pareja

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