¿Milagro convertir el agua en vino? Milagro es quedar con mis amigos para «tomar el aperitivo»: las cañas se convierten en gin-tonics, las 3 de la tarde en las 3 de la madrugada y todos con la carrera de psicología arreglándonos la vida. Y en esas estábamos el otro día, elaborando estrategias para que mi amiga, que llevaba un año sin «catarlo» se diera una alegría al cuerpo.

Lo que es la vida, que a veces parece que te está escuchando, porque no nos hizo falta ni mover un dedo, que como caidito del cielo aparece un tío monísimo de traje en pleno apogeo de su after-work dispuesto a ligársela. Todo muy comedia romántica: charla fluida, se invitaron a una copa y ahí dejamos a mi amiga, con el monísimo del traje: TRIUNFO SEGURO.

Total, al día siguiente todos esperábamos las «50 sombras de Grey» protagonizadas por nuestra amiga para desayunar. Pero ¡Oh, sorpresa! Tras la «atractiva sugerencia» del tío monísimo de echar uno rápido en el coche, mi amiga con un par le dijo que «hasta luego Mari Carmen». Explicación: » Chicos, que sí, que el tío era guapo y demás, pero que no me apetece a mi ahora ponerme con el culo al aire en un coche a las 4 de la mañana a echar un polvo para contarlo al día siguiente y porque se supone que es lo que tenía que hacer». Mi respuesta: “Olé tú!”

Y a mi que me da por pensar con las cosas más tontas; reflexiono: ¿Estamos seguros de que las cosas que hacemos las hacemos porque realmente queremos o porque es lo que nos han dicho que tenemos que querer? Porque yo ya lo pongo todo en duda.

De una manera u otra desde que nacemos ya sabemos de qué va la vida: Estudia, carrera, curro, coche, novio, casa, boda e hijos y si no lo has conseguido eres “un fracasado”, vamos, que o tienes el pack completo o parece que juegas en segunda división.

¡Pues con esto de vivir cómo se debe me tenéis hasta el coño, la verdad!

Reconozco que soy de las que he hecho en la vida casi todo lo que tocaba en el momento que tocaba y si no lo conseguía encima iba yo y me fustigaba a base de bien. Porque ¿Cómo no iba a hacer, o a tener, yo lo que correspondía? Hasta que te das cuenta de que eso que corresponde es casi siempre lo que le enseñan a uno desde pequeñito que tiene que querer.

¿Y lo que realmente yo quiero? Eso, amigos, ni tenemos tiempo para pensarlo porque estamos demasiado preocupados por conseguir todo ese «pack de vida» completito que nos han dicho que hay que tener para poder jugar en primera división y que no se nos olvide que todo ello hay que tenerlo en el orden y edad correctos, no vaya a ser que te expulsen del partido de la vida ¿eh? Pues a mi me da que ALGO FALLA, queridos.

Hacer lo que toca se nos ha convertido en una esclavitud, una voz de mando que hace tanto ruido que no nos deja escuchar nuestra propia voz. Una esclavitud de creencias ajenas que nos ha llevado a vivir sin pensar, sin sentir y casi sin emocionarnos porque no tenemos tiempo y porque ya casi funcionamos como autómatas. Porque ahora toca estudiar, sacarse la carrera, buscar el curro de tu vida, encontrar al hombre de tu vida, preparar la boda y procrear. Y en medio de todos esos planes ¿Dónde estás tú? ¿El TÚ de verdad?

Y yo estoy cansada de preocuparme por la boda, el curro, los niños, por los «debería», lo «que toca» y los «cuando toca». He decidido y no sin mucho agotamiento emocional previo, que lo que quiero es OCUPARME y no preocuparme. Quiero ocuparme de mi, de mi cuerpo, de mi mente, de ser feliz, de cuidarme, de disfrutar de lo que me da la vida, de mi gente.

He decidido ocuparme de hacer mis propios planes, esos a los que la única que les tiene que dar el aprobado es la menda. Quiero ocuparme de preguntarme a mí y a nadie más mi opinión sobre las cosas y no preocuparme de comparar mi vida con la de los demás: que ni mejor ni peor; cada uno con la suya. He decidido que si estoy en segunda división con lo que realmente yo quiero merece más la pena que jugar en primera sin preguntarme siquiera si soy feliz y si he conseguido todo lo que yo deseo de verdad, sin mandatos externos y sin planes programados por cualquiera que no sea yo. Y oye ¡estoy que creo que he llegado al orgasmo emocional, os lo juro!