En medio de toda esta vorágine de machos alfas y vikingos, quiero decir bien alto que no quiero un empotrador, quiero un señor. 

De los de toda la vida,  de los que se ponen pijama de franela a cuadros  y calcetines blancos por encima y duermen contigo haciendo la cucharita.

Y que sí, que los empotradores nos ponen burrísimas. Eso de que te miren directamente a los ojos mientras te dicen guarradas y se meten tus bragas empapadas en el bolsillo está genial para un par de veces, pero es que luego de un polvo salvaje yo me pongo muy blandita y todo lo quiero es alguien que me haga cosquillitas en la espalda y con el que hacer el escarabajo pelotero en la cama.

Yo no necesito un hombre que huela a sexo, a caballo salvaje desbocado y a tierra húmeda después de una tormenta. A mí me van más bien los tíos con aroma dulce, de los que se tumban contigo en el sofá a ver Cómo conocí a vuestra madre, te ceden la última croqueta y te compran un croissant relleno de chocolate cuando estás con la regla.

Los hombres buenazos te escuchan cuando sólo quieres despotricar de la vida en general, de los que te acompañan a mil mierdas aunque no les apetezca sólo porque a ti te apetece, de los que te muestran sus debilidades y no les da cagalera emocional decirte cuando empiezan a sentir.

Así que desde aquí quiero romper una lanza a favor de los buenazos, porque no, no todas las mujeres quieren un empotrador, un dios romano de la guerra, o un vikingo nórdico de abundante barba rubia. Hay mujeres que los prefieren blanditos, de los que recuerdan más a un osito que a un coloso y con el que hacerte mascarillas de barro un domingo por la tarde sin que se sienta menos masculino por eso.  Hacedme caso, no hay nada más sexy que un hombre seguro de sí mismo sin tener que demostrarlo.

empotrador buenazo

@@Pau_aranda21