¡Me caso, amigas!

Después de estos segundos de celebración y alegría, voy a contaros cómo fue todo porque a mí me encanta leer estas historias. Tras mil años de relación con mi noviete, empezó a surgir la idea de casarnos. No os voy a mentir, yo he querido casarme desde que con 12 años fui a la boda de mi prima y me quedé alucinada.

Fue una boda civil en un pueblito costero y ella y su novio se pegaron una pechada tremenda preparando ocho mil detalles fantabulosos. Flores, regalos para los invitados, ramos de novia para su madre y sus tías (entre ellas mi madre, que lloró como una magdalena), un vídeo PRE-CIO-SO, música en directo… Todavía tengo guardado en la memoria el discurso que dio mi primo y lo mucho que nos emocionamos todos. Esa boda se convirtió en un referente para mí y me volví una adicta.

La pedida de matrimonio no fue nada ostentoso porque tanto mi novio como yo disfrutamos de las cosas sencillas e íntimas. Fuimos de viaje a un pueblecito de mi ciudad. Este sitio es muy especial para nosotros porque cuando empezamos a salir, las primeras “vacaciones” que hicimos fueron allí. Nos llevamos la tienda de campaña como antaño y por la noche bajamos al lago a beber unas cervezas y mirar las estrellas, que fue lo que hicimos en nuestras primeras vacaciones. Como no hay nada de luz, es una pasada ver el reflejo del cielo en el agua. Cuando nuestros ojos ya se habían habituado a la oscuridad, sacó del bolsillo de su chaqueta una cajita y me dijo que quería casarse conmigo, que lo tenía claro desde que 8 años atrás habíamos pasado toda la noche viendo las estrellas en ese mismo sitio. Dije que sí y aquí estoy, contándoos esta historia tan moñas que a más de una os hará vomitar arcoíris.

Total, que ahora estamos organizando el bodorrio y me he dado cuenta de las diferencias generacionales porque a mi querida abuela, una señora de 89 años con carácter y mucha sinceridad, TODO le parece fatal.

  1. Que la boda sea por lo civil

Hay bodas por la iglesia que son preciosísimas, pero en mi ciudad no me convencía ningún edificio de este tipo y además mi novio y yo no somos muy religiosos, así que hemos tirado por lo civil. Mi abuela no lo tiene tan claro.

Si fuera por ella nos casaríamos en la iglesia del barrio como hizo ella y como hicieron mi madre y mis tíos. Qué queréis que os diga, no es mi sueño, pero la mujer está erre que erre con que “es un sitio precioso” (spoiler: no) y que “conoce al cura”.

  1. Que no invite a ocho mil desconocidos por compromiso

La boda va a ser íntima y todas las personas que vayan tienen que ser muy conocidas. Nada de compañeros de trabajo de mis padres, primos segundos a los que no veo desde que tenía 2 años ni amigos del pueblo de mi abuela con los que se lleva muy bien. Familia cercana, amigos íntimos y ya. Pues explicadle esto a mi abuela, a ver si así lo entiende.

  1. Que esté viendo vestidos online y no en persona

Teniendo en cuenta que mi ciudad es enana y que sólo hay una tienda dedicada al sector nupcial, ver los vestidos de novia online me parece la opción más sensata. No me apetece pasarme un día entero sentada en un sofá viendo vestidos que ni me van ni me vienen, así que prefiero hacer una selección inicial desde casa para saber qué estilos me gustan más y ya luego pedir cita y probármelos en la tienda.

  1. Que los regalos de los invitados no sean horribles a más no poder

Si fuera por mi abuela, regalaríamos abanicos a las mujeres y puros a los hombres. Me niego. Yo quiero regalar a todos lo mismo, y si puede ser algo medianamente útil pues mejor. Tengo en el trastero mil regalos de bodas que al final no usé porque me parecieron una cutrada, por ejemplo, una especie de centro de mesa en el que las flores eran trapos para limpiar que al contacto con el agua se expandían. Curiosamente a los hombres les regalaron vino. Esto no mola nada.

  1. Que no me case de largo

Teniendo en cuenta la idea que tengo en mi cabeza, yo quiero un vestido de novia corto para mi boda civil. Tengo echado el ojo a uno supersencillo y elegante, y como no estoy acostumbrada a vestir de largo, me siento más cómoda con algo a media altura.

Para variar, mi abuela quiere que me case con un vestido largo con la cola tan larga como la alfombra nupcial y pedrería por todas partes. Son vestidos preciosos, ojo, pero no es mi estilo. ¿Cómo se lo hago entender?, no lo sé.

De todos modos, al final lo que le importa a mi abuela es que yo sea feliz. Las bodas son una excusa para reunir a la gente a la que quieres y compartir tu amor, así que estoy segura de que ese día disfrutaremos a más no poder.