En ocasiones hacemos cosas que no nos damos cuenta de la repercusión que tienen para nuestra actitud, bienestar y salud mental.

Hay ciertos hábitos que se basan en acceder u obedecer ante otros que, poco a poco, nos consumen y nos apartan de lo que sería beneficioso anímicamente para nosotros y para nuestra sonrisa.

Vamos a enumerar y argumentar algunos de estos hechos:

1.- Estar dentro de una relación que tiene más finales que principios.

Todas nos hemos visto envueltas en un amorío con alguien que viene y va, y en este caso sí que me refiero al sentido más literal. Siempre se ha dicho que las segundas partes nunca fueron buenas, pero las terceras, cuartas, o décimo quintas oportunidades no son aconsejables.

Sé que siempre pensamos que hay esperanza en un cambio y que esta vez es la definitiva, pero si una persona piensa más en estar sin ti que contigo, no vale la pena en absoluto. ¡Tú vales más que eso!

Esto no es solo para relaciones de pareja, aunque sí que está bastante vinculado; pero puede estar referido también a familiares y amistades que vienen y van como veletas.

2.- La gente no cambia, solo te hacen pensar que sí.

Este detalle está vinculado con el anterior. Las palabritas se las lleva el viento y todo el mundo promete la luna, pero vale la pena que no te quieran vender la moto y te muestren realmente qué sienten por ti.

Parece una estupidez, pero la sinceridad en estos casos es lo mejor que te pueden ofrecer, para bien o para mal.

3.-Quien bien te quiere no te hará llorar, te hará croquetas.

Llorar no es malo ni algo tabú, pero cuando algo se repite muchas veces y la causa de ese llanto siempre es la misma persona, plantéate que no merece la pena que tú estés así cuando a ti a lo mejor no te van a llorar un río.

Parece cruel mi comentario, pero por experiencia digo que muchas veces he llorado mares y por mí ni una lágrima. Cada persona es un mundo, sí que es cierto, pero no tiene sentido que tus sentimientos estén al borde del abismo mientras la otra persona está tomando el sol en la playa.

4.- No permitas que te humillen, hagan daño o ignoren.

La indiferencia es la mejor de las armas y son muchos los amigos, familiares y parejas que a veces pasan de ti, te ridiculizan o fastidian a posta.

No solo lo digo por ti, lo digo por mí y por todas. Una madre que te recuerda que ella tiene mejor tipo que tú, una hermana o hermano que te hace quedar en ridículo riéndose de algo que te ha salido mal o amigos que hace años que no te dicen ni Holi y luego se sorprenden de que no les cuentes tus novedades, son algunos de los ejemplos de que te tienes que valorar más y no puedes permitir que se burlen de ti de ese modo, porque seguramente tú no lo harías ni de coña.

5.- Si tienes algo que decir, hazte oír.

No permitas que nadie te calle o te prohíba decir lo que piensas. Eres una persona libre, con personalidad e ideas propias, no permitas que te silencien.

En mi colegio había un cartel enorme que ponía “respeta para ser respetado” y es algo que jamás olvidaré, pero por desgracia hay muchos que no toleran otras opiniones, decisiones o formas de actuación que no son las que ellos tomarían, pero ese es su problema, no el tuyo.

Si te estás explicando y dicen que te callen o que no les interesa, vete de ahí porque para ti sí que es una verdadera pérdida de tiempo.

 

Parecen detalles sencillos, pero vamos cediendo una y otra vez y llega un momento que nos tenemos que plantar para ver que nosotros mismos estamos por delante de todos aquellos que no nos ven, solo nos vislumbran de vez en cuando.