Muchas coincidiréis conmigo en que no hay nada mejor en el mundo que una buena comida de coño. El mete-saca mola y la masturbación también, pero cuando un tío sabe hacer sexo oral a mí los ojos me brillan. El problema es que conocer a alguien que lo coma de 10 es más difícil que encontrar el arca perdida en Indiana Jones.

En esta gymkana en busca de la comida de coño perfecta me he topado con historias que quitan el sueño y las ganas de que te hagan sexo oral y hoy he recopilado mis favoritas.

  1. El que de la lengua muerta

Vamos a ver, amigos… ¿Creéis que da placer una lengua que no se mueve en el clítoris? Para eso me pongo un filete de pechuga de pollo y lo dejo ahí macerando.

Tampoco es plan de que me centrifugues el clítoris, pero un poquito de movimiento se agradece.

  1. El desubicado

Iba de fucker de la vida y acabó comiéndome el monte de venus en vez del clítoris. Se pensaba real que eso me daba placer y yo me sentía como quien oye llover. Lo peor de todo es que cuando le dije con toda la educación del mundo que mi clítoris estaba un poco más abajo se enfadó porque “él ya lo sabía, pero mi cuerpo estaba mal hecho”. Pos ok.

  1. El que intentó desgarrarme

Este señor combinó el arte del sexo oral con la masturbación, cosa que casi siempre mola salvo si no sabe dónde meter los dedos. Intentó meterme el índice por el clítoris. Imaginaos el dolor.

Yo pensé que se confundió, pero estábamos follando a pleno día con las persianas bien subidas así que imagino que se perdió las clases de anatomía en el cole.

  1. Al que le molesta el sabor

Entiendo que a veces el flujo huele y sabe fuerte y no me hace especial ilusión que me coman el coñet esos días, pero os juro y prometo que cuando este chico me lo intentó comer eso olía normal. Estaba recién duchada para más info.

Bajó al pilón con cara de asquete, saco la lengua y me dijo que le daba repelús todo el tema de los fluidos vaginales. Manolete, si no sabes torear para qué te metes.

  1. El que muerde en exceso

Un ligero mordisco SUAVE mola, pero este tío parecía una chinchilla hambrienta. No paraba de morderme todo: los labios vaginales, el clítoris, las nalgas, los muslos. En serio, era una tortura. Al día siguiente me miré en el espejo y tenía moratones.

¿Cuáles han sido vuestras peores comidas de chichi? Contadme en comentarios para no sentirme tan sola y echarme unas risas.

 

Redacción WLS