Que no tenga miedo me dice y yo me río con la boca abierta por no llorar con los ojos cerrados. ¿¡Cómo no voy a tener miedo!? 

El miedo, amigxs, no hay que evitarlo, hay que amarlo porque como dijo Woody Allen, el miedo es el compañero más fiel, nunca te engaña para irse con otrx. La supervivencia humana depende de esta emoción, de que la sangre se retire del rostro y se acumule en los músculos, de que el cuerpo se paralice y nos provea del tiempo y la atención para evaluar la respuesta más adecuada, de nuestras hormonas que activan el sistema de alarma y de estar preparados para la acción. Todo esto es muy magnánimo para no tenerlo. 

Karl Albrecht, doctorado en psicología, afirmó que los miedos eran útiles para la supervivencia o reflejos de aquellos que lo habían sido, y recopiló estos en 5 grandes categorías: 

  • Miedo a la muerte: parte del instinto de supervivencia en sí mismo, y de él pueden derivarse miedos como el vértigo, volar o la velocidad extrema.  
  • Miedo a la pérdida de autonomía: implica perder la libertad, la capacidad de decisión o ser inmovilizados. Pueden surgir miedos relacionados con el compromiso, la agorafobia o claustrofobia. 
  • Miedo a la soledad: entendido como perder el contacto y las conexiones con el mundo y lo que nos rodea. Este miedo tiene un origen social y puede identificarse en miedo al rechazo, al desprecio o a la falta de reconocimiento. 
  • Miedo a la mutilación o enfermedad: en este caso, está relacionado con perder nuestra unidad y pueden derivar en miedo a los animales, a las agujas o a la sangre. 
  • Miedo a los daños del ego: donde podemos encontrar sentimientos de deshonra, vergüenza o cualquier otra situación de profunda reproche que amenace la pérdida de integridad moral de la persona. El miedo más común sería hablar en público o ser el centro de atención. 

Para amar al miedo tenemos que entender de dónde  viene, cuál es nuestra historia personal, hacia dónde queremos ir e ir. La humanidad no ha esperado a no tener miedo para avanzar, ha avanzado junto al miedo y entonces, ambos viven, no sobreviven.

Natalia Mateos @unapsicologaencasa