Al igual que en muchas familias del mundo, en la mía tuvimos que echar mano de una canguro para que cuidara a mi hija en algunos momentos en que su padre y yo no podíamos por nuestro horario laboral. Contratamos a una amiga de mi sobrina, de unos 20 años aproximadamente, así que yo estaba muy tranquila porque mi sobrina me había asegurado que Valeria, la chica en cuestión, era muy responsable y que se podía confiar plenamente en ella. Mi hija estaba encantada con ella, la adoraba, así que todo perfecto. 

Hasta que fui un día a coger un dinero que tenía guardado en un sitio un poco raro, pero porque yo tengo la costumbre de guardar el dinero en efectivo en sitios raros para evitar que lo encuentren los ladrones en caso de entrar en mi casa. Pues en este caso, eran 2.000 euros que había guardado en el puño de un abrigo viejo en el armario del garaje. Cada vez que lo cuento la gente me mira como si estuviera loca, pero es un consejo que vi una vez en un vídeo sobre cómo evitar robos y siempre lo hago así. 

Fui a por el dinero, sabía sin lugar a dudas qué abrigo era y dónde estaba exactamente colocado, pero el dinero no apareció por ningún lado. Le di la vuelta a las mangas, lo puse del revés, miré de arriba a abajo y ni rastro del dinero. Mi marido no sabía nada del tema. La primera sospechosa fue Valeria, desde luego. Ella hacía labores de limpieza en casa y no se me ocurría nadie más que tuviera llave de casa y pasara ratos a solas (o con mi hija, que para el caso, lo mismo da). Sabía que tenía que tener cuidado, pero me estaba volviendo loca. Era una cantidad de dinero muy grande como para mantener la tranquilidad. Así que la abordé, a la pobre, un día que se encontraba limpiando la cocina. Me puse enfrente suya y le dije claramente a ver si me había robado dinero. La chavala no sabía dónde meterse. Me di cuenta de que la había cagado nada más abrir la boca. Se echó a llorar, a temblar, y casi no acertaba a hablar, pero me dijo que jamás se le ocurriría hacer algo así, que no se podía creer de lo que le estaba acusando. 

Al día siguiente y a pesar de que le había mandado yo varios whatsapps pidiéndole disculpas por la equivocación, Valeria me dijo que sintiéndolo mucho no continuaría trabajando para nosotros. Me quedé hecha mierda porque era mi culpa, obviamente, pero no podía dejar de pensar en qué habría pasado con el dinero. Alguien lo había cogido, eso estaba claro. No hablábamos del tema con cualquiera, pero sí con la familia, de la que evidentemente yo no había sospechado en ningún momento, y nada, a nadie se le ocurría quién podía haber sido. Puse cámaras sin decirle nada a nadie, solo a mi marido, y tampoco conseguí averiguar nada. 

Hasta que un día apareció mi sobrina por casa, después de mucho tiempo sin hablar con ella, y yo pensaba que vendría a echarme en cara la que le había liado a su pobre amiga, pero no, vino a decir que ella pensaba que si alguien había robado dinero tenía que ser la abuela, es decir, mi suegra. Al principio me saltó la risa, pero luego me dio sus explicaciones: recibiendo como recibía una pensión muy pobre, últimamente no paraba de estrenar bolsos, zapatos, daba pagas muy generosas… Claro, eran cosas que a mí se me habían pasado por alto, pero mi sobrina, que vivía con ella, me aseguraba que aquello no era normal. Y que además, notaban que cada vez se le iba un poco más la cabeza, no recordaba el nombre de nadie, y cosas de esas relacionadas con la edad. Se lo comenté a mi marido y reaccionó bastante bien, estando seguro que si su madre había hecho algo así era que definitivamente se le estaba yendo la olla. Así que nos dirigimos a su casa sin saber cómo preguntarle sobre lo ocurrido, o cómo abordar el tema exactamente. Sin embargo, no hizo falta que diéramos ningún paso nosotros, ya que en cuanto nos sentamos en el salón con ella, le miro las manos y veo que, jugueteando entre los dedos, tiene una goma de pelo de rayas rosas y blancas y con una nube sonriente pegada, que no es otra goma que la que usé para atar el rollo de billetes que guardé en el dichoso puño del abrigo. 

 

Relato escrito por una colaboradora basado en una historia REAL.

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