Tengo 50 años, mi chico 52, y me estaba dejando llevar por las redes sociales y las movidas de los usuarios de entre 20 y 30 y actuando como tal, o sea, ¡¡la estaba jodiendo bien!!

Cuando yo tenía dieciocho años y un novio de mi edad, si no me llamaba, no pasaba nada, nos encontrábamos por ahí, quedábamos en vernos al día siguiente, teníamos los fines de semana para vernos, ir al cine, tomar una caña y no pasaba absolutamente nada. Evidentemente, no existían los teléfonos móviles, los SMS, redes sociales, como mucho las cabinas en la calle, los contestadores en el teléfono de casa, y los recados dejados a hermanos, que no siempre los daban, pero bueno, escapábamos y los noviazgos salían adelante. A las pruebas me remito, no nos hemos extinguido.

Pero ahora, el novio en cuestión, tiene un trabajo bastante absorbente que le lleva y le hace viajar casi cada mes, hijos de un matrimonio anterior, y cuando está en casa no se está quieto ni durmiendo. Él hace uso de las nuevas tecnologías para bastantes ámbitos de su vida, tiene aplicaciones para casi todo, y a pesar de que no le gustan las redes sociales, tiene perfiles en casi todas pero solo es activo en LinkedIn precisamente por trabajo. Las demás son de adorno y apenas hay actividad, pero su móvil echa fuego desde las 7 de la mañana y su WhatsApp parece la lista del padrón de la ciudad, porque tiene conversaciones abiertas con decenas de usuarios. Entre ellos, compañeros o superiores del trabajo, su ex, hermanos, profesores, grupos de estudio o de padres y tutores de sus hijos, el mayor (que ya tiene móvil)… y yo.

Hasta hace bien poco yo entraba en barrena, porque por un lado estaba acostumbrada a tíos que wasapean a cualquier hora, y por otro, yo trabajo con temas muy relacionados con las redes y todo eso, y a diario leo tooooodo un sinfín de titulares, comentarios y memes que me disparaban directamente al corazón con cosas como que quien te quiere te escribe, que quien te extraña te busca, que si está online y no es contigo es porque tiene la entrepierna ocupada con otra, u otras… Y cuando me vine a dar cuenta estaba a punto de mandarlo todo al carajo pensando que ese hombre tonteaba con otras veinte, que si a las 10 y cinco de la noche no me contestaba los mensajes era porque ya andaba metido en Tinder, y que pasaba más de mi que de la mierda y me estaba haciendo perder el tiempo.

Después de un par de veces de haber quedado como una auténtica gilipollas, por desconfiada y dejarme llevar por todo lo tóxico que tropiezo a diario por ahí, no he tenido más remedio que tirar más que nunca del sentido común. Porque lo cierto es que si le chateo, me responde prácticamente de inmediato, casi siempre con una ristra de iconos si es un chiste o algo gracioso, un “ok” si es preguntándole algo, o un “te llamo luego”, que aunque puede ser entre media hora o un día entero, lo hace en cuanto tiene cinco o diez minutos para “escuchar mi voz”, contarme alguna batallita o que se la cuente yo a él.

Tardé algún tiempo en darme cuenta de que en primer lugar, es un tío mucho más ocupado que yo, y de que en segundo lugar, odia chatear y es un hombre de acción que prefiere hablar cara a cara. Pero lo que más me costó fue mentalizarme de que nuestra edad, nuestras vidas no tienen nada que ver con todo lo que rula por las redes, que justamente a las 10 apaga el móvil, ya saturado después de haber estado todo el día con él pegado al pecho, que es una persona con un gran sentido de la responsabilidad (está feo que lo diga yo, pero es así), y que cuando está a una cosa, se concentra de tal manera que no ve hacia los lados. Y la verdad es que cuando está conmigo no le responde a nadie, literal, ni a la madre, y está para nosotros dos en cuerpo y mente. 

 

Pandora