En la profesión veterinaria presencias o te cuentan cosas tan bizarras que parecen más de ciencia ficción que de la realidad. Sin embargo, también descubres que hay cosas que pasan más de lo que parece, y acabas aprendiendo mucho sobre la especie humana. Sí, un veterinario debe saber curar animales, pero también debe entender a las personas.

Hoy vengo a contaros el fascinante caso que me comentó un compañero que se dedica a la etología (comportamiento animal) desde hace bastante más tiempo que yo.

El caso del coitus interruptus

Según me contó mi colega, acudió a su consulta una pareja que tenía problemas con su perro, un cruce de labrador y alguna otra raza inconcreta. Estaban preocupadísimos por el tema, pero les daba bastante corte empezar a hablar sobre el asunto.

Es en esos momentos cuando te pones en plan profesional, hincas los codos en la mesa del despacho y les pides que confíen en ti, que has visto prácticamente de todo y que no los vas a juzgar.

Bueno, pues le contaron que el perro se ponía a ladrar y saltaba encima de ellos cuando estaban intentando, según las palabras técnicas de mi compañero, «echar un casquete».

Mi colega y yo, cuando lo dijo. Intentad mantener la compostura. No se puede.

También le dijeron que obviamente habían tratado de encerrar al perro, primero dejándolo fuera de la habitación, y después metiéndolo en la cocina. El único resultado había sido que las paredes, los marcos y las propias puertas tenían más arañazos que el saco de boxeo de Lobezno.

Incluso le narraron con detalle la ocasión más surrealista que habían vivido. Estaban dispuestos a «echar un casquete», en la cama, cuando el perro hizo su aparición estelar, mirándolos fijamente desde la puerta. Ladró un par de veces y acabó saltando sobre la cama, moviéndose de un lado para otro, apartando al chico de su novia. Al final el perro acabó metiendo la cabeza en un pantalón de pijama, la chica en el suelo atrapada en la funda del edredón y su pareja enredada con la sábana bajera y sin poder mover las piernas.

«Todo mal, todo fatal.»

Total, que mi colega les dijo que iría a su casa a analizar el tema y conocer al perro. Es lo que suele hacer. Claro, tratar a un paciente a distancia es complicado, es mucho mejor estudiarlo en su entorno y ver cómo interactúa con los dueños.

Para no hacerlo muy largo, el veterinario visitó a su paciente, un macho no castrado con bastante energía y vio que la persona a la que hacía más caso era a la chica de la pareja. Había sido un animal de la calle, abandonado y maltratado, así que podía ser que viese la situación de «echar un casquete» como una amenaza para su dueña.

Mi colega veterinario les dio unos cuantos ejercicios para aumentar la confianza entre el perro y su propietario. Además, les habló de las benditas feromonas y de castrar al animal. Así, la pareja mantuvo la esperanza de poder tener una vida amorosa normal sin que su casa acabase destrozada.

Moraleja

Tened paciencia con los animales rescatados, pueden arrastrar traumitas que necesitarán educación y amor para superarse. Y no dudéis en visitar a un etólogo, os puede ayudar mucho más de lo que creéis.

El amor del bueno lo cura todo…

 

Imagen destacada