Hola, amigas de WeLoversize. Me da mucha vergüenza contar esto, pero mis compañeras de trabajo de la oficina me han pedido que escriba sobre lo que nos ha pasado, y no puedo defraudarlas. Ellas opinan que escribo bien, así que espero cumplir con las esperanzas que han puesto en mí.

Como os decía, trabajo en una oficina. Vamos a dejarlo ahí para mantener cierto anonimato. Es una empresa con bastantes chicas, la directora ejecutiva es feminista a tope y cuando contrata personal se asegura de que se tenga en cuenta a las mujeres.

En la última oleada de contratación (estamos en plena expansión y es un momento muy bonito para todos), uno de los nuevos era un chico guapísimo, «Pablo». No es su nombre real, pero no importa. Había sido contratado como becario, y la directora consideró que tenía bastante potencial para ayudar a la empresa.

No tardé en pillarme por completo de Pablo. Era el encanto en persona. Y lo que más me alucinaba: parecía que a él también le gustaba. Supongo que estaréis imaginando que soy la típica chica mona y profesional pero con la autoestima baja. Pues no, esto no es una comedia romántica. Soy una persona normal que lo da todo en la oficina y cuya autoestima tiene más subidas y bajadas que una montaña rusa.

En fin, que Pablo empezó a mostrar interés en mí, y yo encantada. Alguna vez se había ofrecido a llevarme en coche a mi casa, y en cada una de esas ocasiones yo me lamentaba por no ser más valiente y besarlo allí mismo, o invitarlo a subir.

Me enamoré de él de tal forma… Nunca me había pasado. Es decir, había tenido algún noviete, pero nada serio. Yo que creía que eso de pillarse tan fuerte también era cosa de las comedias románticas, fui a caer en las garras de Pablo.

Y se me notaba.

Empecé a actuar de forma rara, me distraía en la oficina, comía menos, iba en trance de un lado para otro… Por eso, mi compañera y amiga Marta me secuestró una mañana y se quedó conmigo en el cuarto de la limpieza hasta que le conté lo que me estaba pasando. Cuando acabé de sincerarme, Marta soltó un suspiro antes de decirme que Pablo no le caía bien y que tuviese cuidado con él.

No entendía de qué me estaba hablando, no podía creer que hablase mal de un chico tan amable, cuando Marta nunca ha sido de poner a parir a nadie. Quería enfadarme con ella, pero en el fondo de mi enamoramiento la última neurona que me quedaba me envió una especie de señal de alarma. Pasé un día muy malo, de verdad.

Por suerte, no tardé en averiguarlo todo. La misma jornada siguiente a mi «día muy malo», la jefa de Recursos Humanos nos anunció a mí, a Marta y a un par de amigas más (comemos las cinco juntas), que estaba saliendo con un chico. Nos alegramos un montón, y Marta preguntó quién era. Me resultó rara su forma de sonsacar, como si sospechara algo. Siempre ha sido una chica muy astuta. El caso es que la jefa de RRHH dijo que se trataba de Pablo.

¿Os hacéis una idea del jarro de agua fría que se me vino encima? Me quedé pálida como un cadáver, y Marta me pasó disimuladamente una tableta de chocolate para que recuperase un poco el norte.

La jefa estaba contentísima y emocionada, así que se fue a seguir con su trabajo. En ese momento, otra de las chicas del grupito nos comentó en voz baja que había oído rumores de que Pablo estaba liado con otras chicas de nuestra área, una jefa de sección y su compañera becaria.

Vomité la ensalada de pavo que me había estado comiendo y la tableta de chocolate, asustando a Marta y a mis otras amigas. Mi yo enajenada se repetía que no podía ser, que no era Pablo, que era un error, que a lo mejor había otro Pablo en la oficina. Pero mi última neurona tomó el control, después de vomitar, y me decidí a contarles a las demás que conmigo también lo había intentado.

Aquella misma tarde Marta ya había programado una reunión con la directora ejecutiva. Como secretaria suya no tuvo problema en encontrar un hueco para nosotras, y le contamos lo que estaba pasando con Pablo. La directora siempre ha sido una mujer muy tranquila y de maquillaje denso, por eso solo pudimos notar que se ponía colorada porque le enrojecieron las orejas.

Se despidió de nosotras dándonos las gracias y con un «Yo me ocupo de todo». Ese día era viernes, y al lunes siguiente él ya no estaba trabajando. Según me he podido enterar después, la directora lo llamó a su despacho ese día. Allí, le gritó que cómo se atrevía a engañarla de esa forma y le dio un bofetón. Después le entregó el finiquito y le dijo que no esperase una carta de recomendación, que era afortunado por salir de allí sin una denuncia.

Desde entonces me he recuperado de esa fase de enamoramiento fuerte, aunque la psicóloga de la empresa ha tenido bastante trabajo con las compañeras que también estaban en mi situación. En la mayoría de los casos la relación había ido bastante más lejos que la que Pablo tuvo conmigo.

Hemos hecho un grupo, una especie de «Club de Damnificadas», nos lo hemos contado y entre todas hemos decidido que también teníais que saberlo vosotras, amigas de WeLoversize. No para advertiros en cuanto a Pablo, ni siquiera sabéis su nombre real y además el enamoramiento no se puede evitar aunque la otra persona te engañe. No, lo hemos hecho para contaros que nuestro mundo laboral se ha hecho mucho más rico y agradable gracias a la sororidad y al compañerismo.

A mis amigas del CD (Club de Damnificadas), os aprecio mucho, sois muy valientes y fuertes, y espero haberos hecho justicia con este artículo.

Gracias por leerme, chicas de WeLoversize.

Anónima

 

Foto de portada