Aquel temazo de los 90 lo decía y nosotras los repetimos a los cuatro vientos: ‘El verano ya llegó, ya llegó, ya llegó… y la fiesta comenzó, comenzó, comenzó…‘ ¡Ah! Pero espera, ¿qué eres madre? Entonces, amiga, tienes jarana por partida doble. ¿Este es tu primer verano como mamá? Pues un aviso no está de más: tu rutina veraniega va a dar un giro de 180º.

Y no es que las épocas estivales sean mejores o peores dependiendo de si tras de ti corretea una pequeña criatura, pero es impepinable que la maternidad (además de muchos quebraderos de cabeza) también nos regala momentazos bajo el sol.

LA PLAYA

Yo también era de esas que se torraba sobre la toalla dejándome querer por el bueno de Lorenzo. De las que miraba mal a cualquier churumbel que rompiese ese entorno de paz que eran mis vacaciones. En cambio ahora mis jornadas playeras consisten en mantener a salvo a un pequeño diablillo come-arena cuyo último objetivo en esta vida es el de meterse en el mar en un descuido. Vamos, que me he convertido en una socorrista autómata que apenas puede mantener el culo cinco minutos en la toalla y lo mejor de todo es que no cobro ni un duro por ello (ni tengo las tetas de Pamela Anderson).

EL MALETERO

A mí que me encanta que me llamen exagerada, pues voy a decirlo: hijos+vacaciones=mudanza. De veras, da igual el tiempo del viaje. Que ya te puedes escapar un par de días del sol abrasador de la ciudad, o bien fugarte una quincena entera a una casa de campo, el resultado siempre será el mismo, bolsas y bolsas hasta arriba de ‘porsiacasos‘. Guardo en mi corazón la mirada de mi marido el primer año de vacaciones como padres, en ese instante en el que el equipaje de nuestra hija era algo así como el cuádruple del nuestro. Los maleteros de muchos coches no están pensados para madres previsoras, de eso no cabe la menor duda.

EL HOTEL

Nosotros, amantes de la naturaleza y de la tranquilidad que eso conlleva, éramos muy fans de escondernos en un recóndito hotelito con encanto en cualquier pueblo ya fuera de costa o de montaña. Esos alojamientos con apenas diez habitaciones, en los que te encuentras como en casa y donde desconectas hasta el punto de no recordar ni tu nombre. Sí, esos lugares donde los niños se aburren y rompen cualquier magia que esa diminuta casa pudiera generar en ti. Entonces cambias el chip, y un buen día te ves buscando ofertas de hotelazos familiares inmensos en los que los peques son los protagonistas. Megaconstrucciones con súper piscinas y actividades pensadas por y para ellos. Y, oye, que todo en esta vida tiene su aquel, y hasta aprendes a amar esta masificación.

LAS FIESTAS

Yo es que, no sé vosotras, pero era la reina de las fiestas patronales. A mí me dabas una orquesta y una barra de bar al aire libre y me venía muy pero que muy arriba. Era el momentazo del verano, empezar a mediodía en casa de una amiga y terminar de madrugada sin saber cómo ni cuándo ni por qué. Y entonces eres madre y lógicamente, la cosa cambia. Porque nuestro cuerpo ya no es lo que era y en seguida te das cuenta de que son las siete de la tarde y que si te tomas otro chupito de licor café casero vas a caer redonda. ‘Menudo ejemplo para los más pequeños, qué espectáculo más dantesco‘, piensas mientras te fijas en las miradas inquisidoras de las más jóvenes del pueblo que te ven contonearte al ¿ritmo? de la música.

LOS PELIGROS

Con la maternidad he aprendido muchas cosas (podría escribir un libro con ello), pero lo que más ha llamado mi atención es la tremenda capacidad de mi corazón a sufrir microinfartos. Y sí, fue en verano cuando descubrí que este mundo está plagado de instantes potencialmente mortales donde yo (o mi marido) debemos ser los responsables. Piscina, playa, monte… da lo mismo. La libertad de la que goza un niño en vacaciones es un espacio perfecto para ser conscientes de que cualquier paso en falso puede ser terrible. Que tú estás tan tranquila pasando una tarde de piscineo en familia y de pronto te das cuenta que desconectar es imposible, que tu hijo necesita de ti 24/7, y cuando hay agua de por medio mucho más. Y claro, cae la noche, llegas a la cama y te das cuenta de que estás muchísimo más cansada que cualquier otro día ordinario con su jornada de trabajo de por medio. Mantener los ojos fijados en un objetivo que no para ni un segundo es un plan de lo más agotador, doy fe.

Y a pesar de todo, ¡qué maravilla las vacaciones y qué tremenda la maternidad!

Mi Instagram: @albadelimon

Fotografía de portada