Hace unos días publiqué una entrada en el foro de esta maravillosa página en la que contaba que había decidido sustituir mi amado y difunto Satisfyer por un estupendo dispositivo nuevo, Mambo. Eso y que a mis treinta años soy virgen. Pero lo importante era lo del Mambo, la verdad.

Sin embargo, hubo quien le dio más importancia a lo de la virginidad y obtuve alguna respuesta a mi post comentando cómo podía tener la autoestima tan alta si no había catado varón a mi edad. Y mentiría si dijera que esta circunstancia nunca me ha condicionado, pero actualmente te digo que mira, chica, mi trabajito me ha costado cambiar. Por supuesto que a día de hoy tengo mis momentos de caída rollo ¿enseriomevoyamorirsinhabercatadounpene? O ¿quéestámalenmí?, pero por lo general acepto, entiendo y soy plenamente consciente de que la virginidad es un constructo social y en absoluto determina mi valía como persona ni como mujer. Desde que abracé el feminismo y dejé de culpar a mi físico de todos mis males, mi mundo cambió. Y desde que los juguetes sexuales entraron en mi vida, ni te cuento, hermana.

A veces, como decían en un capítulo de Sexo en Nueva York, sueño con cómo será tener  el peso del cuerpo de un maromo encima del mío y lo deseo muchísimo pero ¿Qué hago si me atraen poquísimos hombres y no suelo ser correspondida por los pocos que sí lo hacen? Porque esa es otra,  cada vez que lo he intentado con un chavalito que me miraba picarón y que me molaba, ha sido un desastre nivel yopaquémemetoenestosinotengonecesidad seguido de lágrimas y destrucción, por lo que se me quitan las ganas de seguir intentándolo. 

Os cuento así por encima mí última incursión (o intento de) en el mundo del folleteo.

Estábamos en 2018 y yo por aquellos entonces empezaba a pensar que era asexual, que a mí no me llamaba nada ni para un lado ni para otro ni para los dos, que lo del sexo definitivamente no era para mí. Pero como una ola su “amor” llegó a mi vida, como una ola de fuerza desmedida, apareció ÉL. En un ataque de sinceridad que me dejó loquer, no se anduvo con rodeos y me soltó que le encantaba desde hacía mucho, que quería conocerme y ver qué pasaba, que no me asustara porque me daría tiempo para pensar y decidir si le daba una oportunidad, que no había ninguna prisa. Y yo que estaba receptiva y flipando con su simpatía, incrédula, di pie al principio de aquello ¿Qué podía salir mal? 

SPOILER: TODO. Me encoñé pero nivel protas de telenovela turca. Dramitas incluidos.

Yo veía que éste era con el que me iba a estrenar, era mono y me estaba vendiendo la moto fenomenalmente bien. PERO NO ME PONÍA CACHONDA. Era cariñoso, me halagaba continuamente y parecía tener la dosis de paciencia conmigo que yo necesitaba. PERO NO ME PONÍA CACHONDA. Ay por dios que iba para monja.

¿Qué narices me pasaba? ¿Se me había roto la neurona que activa lo de abajo o qué? Hablábamos y cada vez me hacía sentir más cómoda, sabía qué teclas tocar en mí, nos liamos varias veces y HAMIJAS, en una de esas vi que en mis bragas había montado un parque acuático ¡Que se me había arreglado la neurona!

Investigué un poco por internet para intentar saber qué estaba ocurriendo, por qué de repente sí lo quería entre mis piernas, y llegué a la conclusión de que yo no era asexual, sino que hasta que no establecía un vínculo sentimental con la persona con la que tenía mamoneo, no era capaz de sentir deseo sexual por él. Oh, sí, ahora me cuadraba todo, eso me había pasado antes. Tíos que me parecían guapos y geniales físicamente pero que me ponían cero patatero hasta que los conocía y me encariñaba. Eso tenía nombre: demisexualidad.

Pues bien, ya sabía lo que había, ahora sí estaba lista. Le quería contar todo a este chico para que entendiera por qué le había hecho esperar tanto, pero a esto que por el horizonte donde antes se veía un futuro polvo empiezo a ver banderones rojos del tamaño del que está en la plaza de Colón de Madrid. Léase: “la loca de mi ex se ha vuelto a poner en contacto conmigo y hemos quedado”, “yo necesito más de ti para comprobar qué siento y te presiono para conseguirlo”, “me da igual que estés de fiesta y que prefieras estar con tus amigas porque yo he salido para verte”, “soy demasiado bueno y siempre me la acaban jugando las tías”… y otros hits del estilo. El encoñamiento hizo ¡chas! y desapareció de mi lado.

Al final una, que ve el mundo con las gafas moradas, no pude dejarlo pasar y me desencanté de él, el parque acuático volvió a cerrar y pasaron dos años hasta que otro chico me volvió a interesar a todos los niveles. Otro día si queréis os cuento esa historia.

OTRO SPOILER: también sale mal, aunque bastante menos mal. Pero no os preocupéis por mí porque el idilio con Mambo ha empezado muy bien, nos veo futuro juntos.

 

Soltera y Entera