NO QUIERO VOLVER A PENSARTE. 

Año 2022, hace dos años que nos encerraron en casa. Pandemia. Confinamiento. Restricciones. Toque de queda. Mascarilla. Distancia social. DIS TAN CI A. 

Estas son palabras que a todos no deben de sonar y ojalá nadie las hubiera tenido que escuchar. ¿Sabes con cuantos años me pillaron todas esas palabras? Con veinticinco. No eran los planes que tenía, como nadie en esa vida, pero con veinticinco años, cuesta mucho entender que tienes que quedarte en casa y tener una distancia social con tus amigos. Somos un grupo grande. Algunos viven fuera y vienen en vacaciones, otros residimos en el mismo lugar… Como en todos los grupos, hay personas con más afinidad que otras. En mi caso, con Lía no era una cuestión de afinidad. Éramos como hermanas. Ella, que no venía desde la infancia como el resto. Que apareció siendo una veraneante más y de repente, se convirtió en una de las personas más importantes de mi vida. Una compañera de batallas. Siempre había anécdotas con ella. 

Lía, ¿te apetece irnos de viaje a Pamplona? Tardaba mucho más en hacerse la maleta que en pensarse cualquier plan. 

No nos vamos a engañar, mucha distancia social no tuvimos entre nosotras. Pero al final, era como estar con alguien de mi familia, muchas muchas horas. El segundo fin de semana que dejaron viajar entre comunidades, ya estábamos haciendo un viaje juntas. Siempre juntas, totalmente inseparables. 

Durante la pandemia nos encantaba imaginar cuantas cosas íbamos a hacer. Ese viaje transoceánico que soñábamos. Ese amanecer sin dormir en la playa a la vuelta de una noche que salíamos de tranquis. Esas medias rotas porque no, nunca llego a casa con las medias enteras, todas son de un solo uso. ¿He oído croquetas? Si, te volvería a hacer una tarta de cumpleaños sorpresa de croquetas, porque yo se que te gusta más que una de chocolate y galletas. Iríamos a una cata de queso, porque amamos el queso. Lo siento, se que queda muy bien marinado con vino pero no, a nosotras nos gusta la cerveza. Muy fría, por cierto. 

Pasó la pandemia y entonces íbamos a poder ejecutar todos nuestros planes. Pero lo que no sabíamos es que el destino tenía otros planes para nosotras. Nos fuimos de viaje, otro más que añadir a la colección de anécdotas. Mientras estábamos en la cama tumbadas y riendo, seguramente un poco pedinchi como nosotras decimos, me lo dijiste. Me dijiste que el día anterior en la ducha habías notado un pequeño bulto en un pecho. Evidentemente, te dije que tenías que ir al médico, pero la realidad es que no me preocupó en absoluto. 

Se que me hiciste caso porque eres más responsable que yo, fuiste al médico. Pocos días después recibí esa llamada que jamás hubiera imaginado. Lía, mi mejor amiga, mi hermana, tenía un cáncer. 

Con 27 años, una de las personas más buenas que jamás he conocido, tenía un puto cáncer. No me gusta hablar de esa enfermedad en tono bélico, no es una lucha. Nadie quiere encontrarse en esa situación. Pero, ¿sabéis qué? Igual que antes de la enfermedad, juntas podíamos con todo, en esta situación más aún. Nadie imagina un plan de tarde en una camilla del hospital mientras te meten por la vena quimioterapia pero nosotras de todo siempre sacábamos el lado positivo.

Así fue como pasamos de soñar con las cosas que queríamos hacer al salir del confinamiento, a realmente saborear las pocas que la enfermedad nos dejaba disfrutar. La cerveza, maldito cáncer, nos la quitaste, pero ¿sabes con qué no pudiste? Con el queso, con las croquetas y sobre todo con nuestras ganas de vivir.

Te fuiste, hasta nunca, no quiero volver a pensarte.

 

Peñarrubia